Aparicio Fernández, José

Regente de Torrejoncillo del Reyo

José Aparicio Fernández nació el día 19 de marzo de 1908, en Mazarulleque, Cuenca. Cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de Cuenca desde 1917 a 1930. Fue ordenado presbítero el 19 de diciembre de 1930 de manos del Obispo de la Diócesis de Cuenca, Monseñor Cruz Laplana y Laguna, en la Catedral de Cuenca.

Su primer encargo pastoral fue como coadjutor de El Provencio. En el año 1932 fue nombrado párroco de Saceda del Rey, pero, el año siguiente, pasó como ecónomo a Belmonte, y en 1934, a regente de la parroquia de Torrejoncillo del Rey, Cuenca.

Cuando arreció la persecución religiosa, buscó refugio en su pueblo, pensando estar seguro en casa de sus padres. Sin embargo, el 3 de septiembre de 1936, allí se presentaron los milicianos de Torrejoncillo junto con los de otros pueblos, buscándolo con perversas intenciones, engañaron a la madre, diciéndole que habían ido a buscarlo para acompañarlo a Cuenca a hacer unas diligencias. Se dice que la madre les preparó una buena cena porque ellos dijeron que no se detenían y que volverían enseguida. La madre esperó con la cena y estos no volvieron, enterándose a los dos días de que lo habían asesinado en el término de Alcázar del Rey. Tan impresionada quedó la madre que, al poco tiempo, murió de dolor por la muerte de su hijo.

Murió asesinado, en la carretera de Tarancón a Teruel a corta distancia del pueblo de Alcázar del Rey, en el sitio denominado Valdecollarejo, la noche del 3 de septiembre de 1936. Cuando se exhumaron sus restos para ser trasladados al cementerio de Mazarulleque eran evidentes los signos de ensañamiento y mutilación, apareciendo con la correa que llevaba atada al cuello. La única causa de su muerte fue su carácter sacerdotal y el odio a la fe católica de los asesinos. Desde que murió se le concedió la fama de mártir.

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Oración

Oh Dios, que concediste
la gracia del martirio
a los Siervos de Dios
Eustaquio Nieto y Martín, obispo,
y a los demás sacerdotes, religiosos y laicos
de nuestras diócesis,
haz que sus nombres aparezcan
en la gloria de los santos,
para que iluminen con su ejemplo
la vida y entrega de todos los cristianos.
Concédenos imitarlos
en su fortaleza ante el sufrimiento
y la gracia que por su intercesión te pedimos.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.