Silva y Soria, Rosa de
Laica
Era ejemplo de moralidad, siendo blanco de los odios por su acendrado catolicismo. Fundaron en Horcajo de Santiago un colegio para párvulos dirigido por religiosas. Se le recuerda como modelos de piedad, recogimiento y modestia cristiana. Las dos hermanas por las mañanas iban a Misa y por las tardes rezaban el Rosario en casa. Vivían dedicadas al trabajo de su casa y la oración. Desde muy joven tuvo un problema con las rodillas y andaba coja y con mucha dificultad apoyada en muletas. Hizo voto de castidad. Daba catequesis en la parroquia y dedicaba mucho tiempo a escuchar y dar consejo a las personas, por lo que era muy apreciada. Cuando rezaba, Rosa aceptaba del Señor la muerte que quisiera enviarle. Un testigo relata que se atrevió a decirle a doña Rosa: “Señora, ¡qué capital tan grande tienen ustedes!” Ella contestó: “Señor, somos unos simples administradores. Dios nos pedirá cuentas de nuestra administración”.
Cuando se intensificó la persecución religiosa en Horcajo, María del Milagro, Rosa y Severiano quisieron marcharse a Madrid donde tenían una casa porque sabían que en su pueblo estaban en peligro. Preparado el viaje, los milicianos les engañaron, fueron sacados de su domicilio, montándolos en un coche que les dijeron que les conduciría a la estación para coger el tren de Madrid. El chofer que los llevaba también fue engañado, trabajaba al servicio de los Silva. Los milicianos quisieron sacarlos fuera del pueblo para su asesinato porque temían a la gente que los apreciaba mucho. Así en la tarde del 17 de agosto de 1936, se llevaron a los tres hermanos de Silva y Soria a una finca que ellos tenían en la Fuente de Pedronaharro, en el sitio llamado los eriales. Siendo asesinada a pocos kilómetros del pueblo, el 17 de agosto de 1936, por la tarde.
La enterraron en el cementerio de Fuente de Pedro Naharro (Cuenca), después, sus restos fueron trasladados a Madrid. Tenía 54 años de edad cuando fue asesinada. Es considerada como mártir.




