Muñoz Parra, Faustino

Obrero

Faustino nació, en Barajas de Melo, Cuenca, el 15 de febrero de 1890. El Siervo de Dios se casó con Magdalena Escribano Palomar, el 29 de septiembre de 1910, en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Barajas de Melo. De los seis hijos que tuvo en el matrimonio, cuatro murieron entre los seis y ocho años, y con gran paciencia y vigilancia llevó la enfermedad de sus hijos; y luego, con qué resignación en la muerte, les animaba a pronunciar los nombres de Jesús y María…y cerrándoles él mismo los ojos. Sobrevivieron dos hijos del matrimonio, Clemente y Manuel.

Faustino, cafetero de oficio, regentaba el casino de la localidad. Se distinguía por ser una persona ejemplar en todos los órdenes, católico practicante, confesando siempre a Cristo. Toda su vida estuvo encaminada a servir a Dios y al prójimo; su mayor interés consistía en dar limosna a los pobres y hacer favores a todo el pueblo. Quería que su esposa e hijos no negaran nada a los pobres y que les compraran todo lo que les ofrecían, aunque no les sirviera para nada. Era muy delicado en la forma de hacer la caridad, distinguiendo y respetando siempre a las personas y familias.

Su esposa decía que, desde que llegó la República, empezó a acrisolarse en su apostolado. A su familia la instruía en las cosas santas y les alentaba a morir antes que negar que eran católicos. A Magdalena le pedía que procura recordarles a sus hijos la existencia de Dios, y que, si no llegaban a ser sabios, lo importante es que se salvaran y que no les permitiera que blasfemaran.

Cuando iniciada la persecución religiosa vio por las calles revestidos con ornamentos sagrados a los profanadores de la Iglesia, con la custodia y el palio, mofándose de la religión, corrió a su casa, se encerró en ella, se puso de rodillas en cruz y rezo veinte Avemarías, para que el Señor les perdonara porque no sabían lo que hacían. Pidiendo también al Señor morir por él, considerando un don morir así, y pidiendo a su mujer que, si esto sucedía, no se afligiera, no se moviera de su casa con sus hijos, y que ni siquiera se ocupase de recoger su cadáver porque lo importante era morir bien.

Pronto le llegó la persecución por su fe. Cierta noche se presentaron en su casa unos milicianos para que los convidara. Le dijeron que si blasfemaba con ellos no le pasaría nada; entonces él les mostró su pecho abriendo la camisa y les dijo: “Me podéis matar porque yo no blasfemo por nada ni por nadie… Tengo sólo una vida, pero, aunque tuviera cuarenta, podéis disponer de ella porque lo que pretendéis nunca lo conseguiréis de mí…”.

Murió asesinado el día 23 de octubre de 1936 en la casilla de san José en Cuenca, por ser un buen creyente y por odio a la fe católica.

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Oración

Oh Dios, que concediste
la gracia del martirio
a los Siervos de Dios
Eustaquio Nieto y Martín, obispo,
y a los demás sacerdotes, religiosos y laicos
de nuestras diócesis,
haz que sus nombres aparezcan
en la gloria de los santos,
para que iluminen con su ejemplo
la vida y entrega de todos los cristianos.
Concédenos imitarlos
en su fortaleza ante el sufrimiento
y la gracia que por su intercesión te pedimos.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.