Muñoz Girón, Fernando

Médico

Fernando Muñoz Girón nació en Casasimarro, Cuenca, el 12 de septiembre de 1896. Fue bautizado el 16 de septiembre con los nombres de Fernando Valeriano. Su padre era médico en Casasimarro. Realizó sus estudios en Uclés, donde lo enviaron sus padres, terminados estos estudios lo enviaron a Zaragoza a estudiar la carrera de medicina. Era un entusiasta de la Virgen del Pilar. Así, lo primero que hizo cuando se casó y tuvo a sus hijos fue pasarlos por el manto de la Virgen. Una vez terminada la carrera de medicina, su primer destino como médico fue a Plan (Huesca), allí conoció a D. Cruz Laplana y Laguna, su segundo destino fue Fuente de Pedro Naharro y desde ahí se fue a Villamayor de Santiago.

El Siervo de Dios se casó con Dª. Julia Girón y Girón, el 20 de agosto de 1924, en la iglesia pontificia de San Miguel en Madrid. Tuvieron dos hijos: Ricardo y Jesús.

Ejerció su profesión de médico, durante doce años en Villamayor de Santiago. Cuando hicieron Obispo de Cuenca a D. Cruz Laplana y Laguna, el Siervo de Dios fue a visitarlo para presentarle a su mujer e hijos. Se caracterizaba por su piedad sincera y por ser un buen católico practicante. Hacía los primeros viernes de mes. Emprendedor, pero siempre intentando favorecer al pueblo. Era el que más sueldo daba a los trabajadores. Una vez a la semana, los pobres iban a su casa para comer. Cuando daba una receta, a los que sabía que no tenían para comprarla, les dejaba además el dinero para hacerlo. Fundador y socio del Sindicato Católico Agrícola.

Días antes de la Guerra Civil, viendo el carácter de persecución religiosa que había tomado desde el inicio, hizo un comentario claro: “Si hay una víctima, yo seré de las primeras…”. Fue consciente del peligro y le propusieron marcharse a Casasimarro, pero no quiso dejar solos a los hijos, a la mujer y a su madre política que estaba en cama. El 22 de julio de 1936 fue detenido, y sufrió con resignación y valentía las torturas y tormentos que le dieron. Durante su cautiverio decía a su mujer: “Di a Don Benito, el párroco, que pida por mí; que, si tengo que morir, moriré como buen cristiano: haré un acto de contrición e iré al cielo…”. Los milicianos del Frente Popular, se ensañaron con este laico por el mero hecho de ser cristiano practicante. No consta ningún motivo diferente al religioso que hubiera propiciado la persecución sufrida por el Siervo de Dios. Evidenció una destacada posición como defensor de la fe católica. Era el tesorero de la Hermandad del Cristo de la Viga, patrón del pueblo, y le presionaron para que diera el dinero del Cristo, se resistió, pero tuvo que entregarlo. Durante el cautiverio, en unión de sus compañeros de martirio, pudieron recoger y mandar fuera de la Iglesia la cabeza del Santo Cristo de la Viga.

El 15 de agosto de 1936 lo montaron en un coche, junto con otros presos, entre ellos el párroco de la localidad, y no muy lejos, en la carretera de Saelices, les mandaron bajar, y fueron fusilados.

Sufrió el martirio con sublime resignación, en confirmación de los ideales de su vida, para la gloria de Dios y para ejemplo de los demás. Murió por ser católico y por odio a la fe católica. Lo enterraron en el cementerio de Villamayor de Santiago. Tenía 40 años de edad cuando fue asesinado.

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Oración

Oh Dios, que concediste
la gracia del martirio
a los Siervos de Dios
Eustaquio Nieto y Martín, obispo,
y a los demás sacerdotes, religiosos y laicos
de nuestras diócesis,
haz que sus nombres aparezcan
en la gloria de los santos,
para que iluminen con su ejemplo
la vida y entrega de todos los cristianos.
Concédenos imitarlos
en su fortaleza ante el sufrimiento
y la gracia que por su intercesión te pedimos.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.