Chavarri Peñalver, Severo
Miembro de Juventud de la Acción Católica
Se distinguió por ser un joven ejemplar y piadoso, pertenecía a la Juventud de Acción Católica, a la Juventud Franciscana y a la Adoración nocturna. Desarrollaba un amplio apostolado entre la juventud. Tenía un temperamento valiente y gran sentido del humor. Una de las ocasiones cuando lo detuvieron, desde el coche en que lo llevaban detenido, vio a Amalia Martín, una compañera de Magisterio, bajó la ventanilla y le gritó: “Amalia, cuando pasen lista di que no estoy, que me han llevado al hotel”.
Iniciada la persecución religiosa, fue apresado el 6 de octubre de 1936, cuando se dirigía a tomar el tren para incorporarse con su quinta al ejército republicano. Detenido sólo por ser creyente y gran apóstol de la fe y de la Iglesia. Estuvo apresado en el cuartelillo y desde allí fue trasladado al convento de las Concepcionistas Franciscanas, convertido en cárcel. Y obligado a sacar los escombros de las ruinas causadas por los milicianos. Desde esta cárcel, donde recibió los consuelos espirituales de D. José Merino, canónigo magistral, se lo llevaron al cementerio de Cuenca, en compañía del mismo D. José y de otros compañeros de cárcel a quienes asesinaron junto a las tapias del cementerio. Cuando le subían al coche de la muerte, le ataron las manos a la espalda, al único a él; él dijo: «desatadme las manos, y vosotros con armas y yo sin armas lucharemos». D. José Merino le dijo: «Severo, nuestra hora ha llegado». Entonces él, como si fuera palabra de Dios, entró en el coche aceptando serenamente lo que se avecinaba.
Murió haciendo profesión de su fe católica, ofreciendo a Dios su vida, y gritando “¡Viva Cristo Rey!”. Asesinado, el día 25 de octubre de 1936, solemnidad de Cristo Rey ese año, en el cementerio de Cuenca, perdonando a sus verdugos y dando testimonio de la fe.
Lo enterraron en el cementerio de Cuenca. Tenía 25 años de edad cuando fue asesinado. En Cuenca se recuerda su muerte y se le considera como mártir.




