Martínez Ortiz, Fray Felipe

Agustino de la Comunidad de Uclés

Nació el 26 de mayo de 1915 en Horcajo de Santiago, Cuenca. Debido sin duda a la escasa distancia existente entre su patria chica y el Monasterio agustiniano de Uclés, con los estudios primarios realizados en su tierra, previa siempre la vocación religiosa, ingresó en el mismo el 30 de septiembre de 1927. Tras realizar los preceptivos cursos de Latín y Humanidades viste el hábito agustiniano el 19 de septiembre de 1930 y, un año más tarde, transcurrido el tiempo de Noviciado, emite la Profesión Temporal el 20 del mismo mes de 1931.

Con los cursos filosóficos iniciados en la casa manchega, se trasladó al convento de Santa María de La Vid (Burgos), donde finalizó dichos estudios, al cabo de los cuales fue enviado a Roma, a proseguir la carrera eclesiástica. Poco tiempo permaneció en la capital romana. Problemas de salud le obligaron a volver a España, a la casa-enfermería de Caudete (Albacete), para recuperarse de sus males físicos.

La paz y tranquilidad que estaba disfrutando en la casa de reposo se vio pronto rota por el estallido de la Guerra Civil, en la que se encontró inmerso junto con todos los hermanos de hábito. Hasta el día 23 de julio de 1936 la comunidad vivió pacíficamente en el “Palacio”, como era conocido el edificio en los alrededores. Pero en esa fecha, a las tres de la tarde, se presentó la chusma, invadió el domicilio, lo desvalijó enteramente y llevó los Padres a la cárcel.

Cinco miembros (dos mayores y tres jóvenes, entre estos últimos Fray Felipe) habían huido unas horas antes en la tartana de la comunidad a una casa de campo del barrio de La Encina, en Villena. Pero como estaban vigilados, nada más llegar, fueron detenidos por unos treinta milicianos que los maniataron (excepto a Fray Daniel Delgado que intentó huir y fue abatido a tiros como si fuera una alimaña) y los trasladaron a la estación de ferrocarril donde los tuvieron hasta bien entrada la noche sometiéndolos, por separado, a un duro interrogatorio. Horas después, por orden del comité de Villena, son trasladados a esa localidad en dos coches escoltados, pistola en mano, por varios milicianos. En la villa fueron el escarnio y espectáculo de los vecinos al hacerles desfilar delante de todos. Tras quitarles cuanto llevaban encima, los metieron en la cárcel a las 23’30 horas. Como único cobijo les suministraron una celda prevista para dos o tres personas que tuvieron que compartir con ocho más, durmiendo evidentemente en el suelo con un calor insoportable.

De ahí los trasladaron el 7 de agosto de 1936 al Reformatorio de Adultos de Alicante, lugar más amplio y humano, aunque siguieron “descansando” durante tres meses en las losas del pavimento. Después de muchas penalidades, merced a los contactos de su padre, el siervo de Dios fue puesto en libertad, el 31 de diciembre de 1936, no así sus tres compañeros que aún seguirían algún tiempo más en prisión, logrando al fin salir también a la calle.

Instalado junto a su familia en Cabezamesada, Toledo, el joven Felipe fue movilizado, en 1937, junto con su quinta y enviado al frente republicano de Madrid, muriendo en la Casa de Campo. Según testigos, el despedirse de su familia, y presumiendo su fin, les dijo: “Hasta el Valle de Josafat”, fue fusilado en el frente por el sólo hecho de ser religioso, y morirá gritando: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!”. Y perdonando a los asesinos. Seguramente el 24 de abril de 1937.

Se desconoce el lugar de entierro. Tenía 22 años de edad cuando fue asesinado. Fue un joven bien dotado intelectualmente y albergaba grandes deseos de coronar el sacerdocio. Era alegre, humano, disciplinado, espiritual.

Los restantes once miembros de su comunidad fueron inmolados el 5 de agosto de 1936 en Fuente la Higuera (Valencia) a tres kilómetros de Caudete, en la finca del Dr. Miguel Soler.

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Oración

Oh Dios, que concediste
la gracia del martirio
a los Siervos de Dios
Eustaquio Nieto y Martín, obispo,
y a los demás sacerdotes, religiosos y laicos
de nuestras diócesis,
haz que sus nombres aparezcan
en la gloria de los santos,
para que iluminen con su ejemplo
la vida y entrega de todos los cristianos.
Concédenos imitarlos
en su fortaleza ante el sufrimiento
y la gracia que por su intercesión te pedimos.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.