Hera Cabeza, Fray Mateo de la
Agustino de la Comunidad de Uclés
Su ingreso en la Orden agustiniana fue tardío, y lo hizo en el Colegio-seminario de Uclés (Cuenca) bajo la modalidad de religioso-no clérigo. Poco tiempo después se trasladó al Monasterio de «Santa María» de La Vid (Burgos), donde completa los tres años de preparación al Noviciado. Durante ese trienio su principal tarea fue la de encuadernador, previo el correspondiente aprendizaje, durante algún tiempo. Más tarde, vuelto a tierras conquenses, trabajará como carpintero.
Hombre alto y delgado, profundamente piadoso, sencillo, humilde, serio, poco hablador, activo en el trabajo… Su sola presencia edificaba a cuantos lo veían. “Mi ilusión, comentaba, es volar al cielo con la gracia singular del martirio”. ¿Premonición? Es posible. Esto lo decía precisamente en aquellas jornadas luctuosas de la persecución religiosa durante la República. El Señor debió escuchar sus deseos pues los superiores lo devolvieron al Monasterio manchego de Uclés donde vistió el hábito agustiniano el 28 de noviembre de 1932. Vive con gran fervor el año de noviciado y hace la oblación de su vida a Dios con la profesión de votos temporales el 29 del mismo mes de 1933. Casualidad o decisión divina, este acto tuvo lugar en la fiesta del Beato Federico de Ratisbona, patrono entonces de los hermanos de obediencia a quien se propuso imitar con la sencillez y el amor a la Eucaristía.
Así las cosas, encontrándose en la comunidad conquense, disfrutando de la paz y recogimiento conventuales, le sorprendió la guerra civil española el 18 de julio de 1936. El 24 tuvo que abandonar el convento con todos los religiosos, acogidos luego por los buenos vecinos del pueblo. Pero al iniciarse la búsqueda de los religiosos y terminar algunos con sus vidas, el 28 de julio abandonó Uclés en busca de lugar más seguro camino de Paredes (a unos 13km de Uclés). Debió de ser su intención dirigirse a Cuenca o a Madrid como lo harían otros, pero terminando muchas veces en tragedia.
Aunque se desconocen los datos precisos de su muerte, se puede afirmar sin temor a equivocarse, que falleció de manera airada, seguramente fusilado, por ser religioso y testificar la fe de Cristo, el día 28 de julio de 1936, en Paredes, mientras se dirigía a la citada estación de ferrocarril, poniendo tierra de por medio entre Uclés y la libertad. Contaba 32 años de edad y dos escasos de vida religiosa. Pues cuenta el P. Santos Merino que el 29 de julio, huyendo del Seminario él y varios jóvenes más, al acercarse a Paredes “unos labradores les hicieron notar la improcedencia de caminar de día por allí donde, si en los autos que pasaban iban milicianos, podían ser muertos en el acto, como hicieron el día anterior con un fraile de Uclés a quien verlo y fusilarlo fue todo uno”. Por los datos que aportaban, se referían sin duda alguna al hermano De la Hera, pues coincidían en todo con su vestido y persona.




