Pastor De La Cruz, Fernando
Párroco Arcipreste de Motilla del Palancar
Desde niño demostró vocación profunda para el sacerdocio por lo que ingresó en el Seminario de Cuenca. Realizó los estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de San Julián de Cuenca, desde 1913, obteniendo las mejores calificaciones. El año 1919 fue designado por el Seminario para que fuese a terminar la carrera, como alumno del Pontificio Colegio Español de San José, en Roma. Allí estudió en la Universidad Gregoriana los cuatro Cursos de Teología, en cuya facultad se graduó de Doctor en 1923, y al mismo tiempo estudió el primer año de Derecho Canónico en la misma Universidad, graduándose de Bachiller en esta facultad. También al mismo tiempo se matriculó en la Academia de filosofía de Santo Tomás de Aquino, en la que se graduó de Doctor el día 4 de enero de 1922.
Recibió el presbiterado el 26 de mayo de 1923, en la Basílica Lateranense de manos del Cardenal Pompili, Vicario General de su Santidad para la Diócesis de Roma y celebró su primera Misa en las Catacumbas de San Calixto, el mismo 26 de mayo de 1923.
A su regreso a la Diócesis de Cuenca fue nombrado capellán de la Clarisas de Alcocer y encargado de la parroquia de Alcohujate; en 1924 fue nombrado ecónomo de Buenache de Alarcón y Barchín del Hoyo, y en 1926 de La Roda. Opositó a capellanes de la Armada y dos veces a una canonjía, siempre con las mejores calificaciones. Finalmente fue nombrado Párroco Arcipreste de Motilla del Palancar de cuya parroquia tomó posesión en noviembre de 1930.
Ahí le cedió el Ayuntamiento una casa que destinó para albergue de los pobres transeúntes. Al llegar la República y haber sido suprimido el presupuesto del Culto y Clero decidió poner una imprenta donde trabajó para ganar el pan de sus padres y de sus pobres.
Su padre presintiendo el peligro, varias veces le aconsejó que se marchase una temporada al extranjero, pero él siempre le contestaba lo mismo: “El Sr. Obispo me ha confiado este rebaño y yo no lo habré de abandonar hasta no verme muy obligado”. Pocos días antes, una mujer muy católica de su feligresía llamada Teresa, le anunció algo del golpe terrible que se estaba incubando, y él le dijo: “¡Si ha llegado ya la hora de tener que dar nuestra sangre por la religión, ésta no tiene ninguna importancia ni valor alguno, lo mismo da un poco antes que un poco después! ¿No dio Jesucristo la suya siendo tan preciosa por nuestra salvación? ¡El mayor negocio de este mundo es el que cuando esta llegue, nos coja bien preparados!”
En primeros días de la guerra civil estuvo tranquilo hasta que ya en la festividad de Santiago Apóstol le prohibieron abrir la Iglesia, y por la tarde determinó trasladarse a la casa solariega de sus padres en Rubielos Bajos. Allí vio y oyó escenas que le atemorizaban, el día 8 de agosto fue informado del asesinato de su hermano Graciano, sintiendo mucho su muerte, diciendo: “después moriré yo”. Fue a visitar al párroco D. Juan José Camacho, se confesaron mutuamente y se despidieron hasta la eternidad.
El 25 de agosto los milicianos le avisaron para que fuera al Ayuntamiento, pues de Motilla querían tomarle declaración, le acompañó su padre. El alcalde y tres milicianos le dijeron a su padre que estuviera tranquilo que en cuestión de un par de horas el mismo coche lo devolvería a su casa. Una vez subido en el coche y camino de Motilla, empezaron a insultarle, maltratarle y amenazarle de muerte. Después de un día en la cárcel, le montaron en un camión y lo llevaron al lugar designado para matarlo fuertemente atado. Llegados allí lo tiraron del camión y le pidieron que blasfemara contra Dios. Como no blasfemó le hicieron una descarga de fusiles y murió diciendo: “¡Viva Cristo Rey!”. Murió asesinado el 26 de agosto de 1936, a las tres de la mañana en Hontecillas en el camino de Valverde de Júcar, sólo por ser sacerdote católico y por odio a la fe de Cristo.




