Huerta Bono, Félix
Párroco de Mira
Estudió varios años en el seminario Menor de Almodóvar del Pinar, pasando después al Seminario Conciliar de San Julián en Cuenca, donde, desde el año 1897, terminó los estudios eclesiásticos. Fue ordenado presbítero el 20 de diciembre del 1902, por el Obispo de la Diócesis de Cuenca, Monseñor Wenceslao Sangüesa y Guía, en la Catedral de Cuenca.
Su primer nombramiento fue ecónomo de Arcos de la Sierra (Cuenca) y en 1910, ecónomo de VIllalpardo. Después desempeñó el ministerio sacerdotal como párroco de El Peral, desde 1917; párroco de Puebla de El Salvador, desde 1919, y el año 1930 fue nombrado párroco de Mira. En todos ellos se distinguió porque cuidaba de forma especial la catequesis de los niños, preocupándose además por las vocaciones sacerdotales.
Iniciada la persecución religiosa, cuando iba arreciando en Mira, el 29 de julio de 1936, con un salvoconducto facilitado por las autoridades revolucionarias, se trasladó a su pueblo natal, Puebla del Salvador. Su persecución personal se inició el 7 de noviembre de 1936, por un grupo de milicianos del pueblo, animados y en unión con otros de la Columna del Rosal, que preguntaron “¿Aquí hay un cura?”. Y dijeron “Sí”. “Pues nada, a por él hoy mismo”. Pero avisado por unos amigos, el siervo de Dios pudo salir por el corral con su sobrino. Estuvo refugiado unos días en casa de este sobrino, pero temiendo que también pudieran matar al joven, se entregó en el comité local, pidiendo que lo llevaran a Cuenca.
Lo tuvieron detenido y encarcelado en el pueblo hasta que, el 12 de noviembre, lo trasladaron a Cuenca, encarcelándolo en la Hacienda Vieja. Allí permaneció hasta que un mes después, el día 18 de diciembre lo asesinaron, al caer la tarde junto a las tapias del cementerio de Cuenca, donde fue enterrado en una fosa común. Antes de morir, perdonó a los asesinos y pidió a Dios por el bien de España. Tenía 60 años.
Al acabar la Guerra Civil, sus restos mortales fueron trasladados al cementerio de su pueblo natal. Cuentan testigos oculares que el cuerpo se encontraba incorrupto a pesar de que habían pasado varios años. Tiene fama de mártir y el pueblo le ha dedicado una calle, conservando con mucho cuidado la casa donde nació y vivió.




