Sánchez Carrillo, Juan

Párroco de Belmontejo

Nació en Cervera del Llano, Cuenca, el 22 de octubre de 1874. Hijo de Julián Sánchez Martínez y Felipa Carrillo. Fue bautizado en la parroquia de San Pedro apóstol de Cervera del Llano el 24 de octubre de 1874.

El Siervo de Dios realizó los estudios eclesiásticos en el Seminario conciliar de San Julián en Cuenca, durante los cursos 1882-1898. Fue ordenado presbítero el 17 de diciembre de 1897, por el Obispo de Cuenca, Monseñor Pelayo González Conde.

Tras su ordenación, fue destinado a Villar de la Encina. Después desarrolló la misión sacerdotal en los siguientes lugares: en el año 1902 Fresneda de Altarejos; en 1903 fue nombrado ecónomo de Albaladejo del Cuende y después coadjutor en Montiel, Guadalajara; en 1908 Chillaron de Rey y Montiel, en 1909 fue nombrado párroco de Abia de Obispalía, y en 1920 párroco de Belmontejo. Se caracterizó por ser un sacerdote celoso y obediente, trabajador y fiel cumplidor de su deber. Siempre estuvo con los feligreses que, en cada momento, tenía a su cargo. La persecución religiosa comenzó a ser muy virulenta en Belmontejo donde el Siervo de Dios se encontraba de sacerdote. Fue perseguido cruelmente y ultrajado sin piedad, superando todo dolor moral y físico con gran entereza, dando ejemplo y testificando su fe católica, como sacerdote fiel y valiente. El 5 de agosto de 1936, las autoridades de Belmontejo le aconsejaron que se marchara porque su vida corría peligro y fue acompañado por unos vecinos hasta su pueblo natal, Cervera del Llano. Al despedirse dijo a Ricarda, su ama de llaves: “Aunque sepáis quiénes son los que me van a matar, no los denunciéis, que Dios no perdona a los que no perdonan”.

El 25 de septiembre de 1936, estando escondido en casa de unos familiares, fue detenido por unos vecinos y entregado a unas milicias de Cuenca. Fue trasladado en un camión hasta San Lorenzo de la Parrilla, siendo cruelmente maltratado y después de disparar varias veces contra él, profanaron su cadáver convirtiendo el macabro espectáculo en un acto de burla y diversión. Murió con ejemplar entereza, perdonando a sus asesinos y, alabando a Dios y diciendo ¡Viva Cristo Rey!, cayó al suelo muerto por las balas.

Lo enterraron en el cementerio de Belmontejo (Cuenca). Tenía 62 años de edad cuando fue asesinado, por ser sacerdote y por odio a la fe católica.

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Oración

Oh Dios, que concediste
la gracia del martirio
a los Siervos de Dios
Eustaquio Nieto y Martín, obispo,
y a los demás sacerdotes, religiosos y laicos
de nuestras diócesis,
haz que sus nombres aparezcan
en la gloria de los santos,
para que iluminen con su ejemplo
la vida y entrega de todos los cristianos.
Concédenos imitarlos
en su fortaleza ante el sufrimiento
y la gracia que por su intercesión te pedimos.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.