Martínez Martínez, Juan Bautista
Beneficiado de la Catedral y mayordomo del Seminario de Cuenca
El Siervo de Dios ingresó en la Orden de los Franciscanos Descalzos en el colegio de San Pascual Pastrana, en 1895, donde cursa los dos primeros cursos de Filosofía y emite sus primeros votos el 31 de mayo de 1896. Continuó los estudios eclesiásticos en el curso del año 1896 e hizo su profesión solemne el 4 de junio de 1899, en el convento de Montalbán (Toledo). Debió ser ordenado presbítero en Toledo en 1903, pero se desconoce la fecha exacta.
En 1907 pasó al clero diocesano de Cuenca, pues en el Estado General de la Orden Franciscana en España de 1907 y 1908 ya no aparece su nombre, lo cual indica que ya no pertenecía a la Orden. La causa de su salida de los Franciscanos Descalzos fue ayudar a sus padres y sobrinos.
Se distinguió por ser un sacerdote ejemplar, noble y generoso, siendo en todo momento exacto cumplidor de sus deberes. Desempeñó la cura de almas en diversos destinos, en 1908, lo encontramos como ecónomo de Casas de los Pinos y en 1917 de Torrejoncillo del Rey. Siempre con el mayor celo, captándose el respeto y el cariño de sus feligreses por su caridad, su prudencia y su carácter siempre amable. Desde el curso 1922/1923 fue profesor de latín del Seminario de San Julián en Cuenca, del que también fue mayordomo hasta su muerte. Fue nombrado beneficiado de la Catedral en el Cabildo extraordinario del día 23 de abril de 1929.
Al iniciarse la persecución religiosa, se encontraba en el Seminario, donde fue encarcelado el señor Obispo el 28 de julio de 1936. Enfermó, según se dice, por la impresión que le produjo el maltrato y asesinato del obispo, y tuvo que ser enviado al Hospital de Santiago. Su hermano, temiendo la suerte que le estaba reservada, quiso llevárselo consigo, pero él se negó a seguirle, diciendo: “No quiero huir, porque no quiero traicionar mi cargo y mi fe…”, “Si muero, nunca estoy mejor preparado que ahora…”, “No quiero perder la ocasión del martirio…”.
Del hospital de Santiago fue llevado, como ensimismado y fuera de sí, con 42 grados de fiebre, hasta el cementerio, donde lo asesinaron por Dios y por España. Murió asesinado atado a un árbol porque no se sostenía en pie, a causa de la fiebre, el 28 de agosto de 1936, junto a las tapias del Cementerio de Cuenca, por ser sacerdote y por odio a la fe.
Fue enterrado en el cementerio municipal de Cuenca y posteriormente trasladado al cementerio denominado de “los canónigos” de San Isidro en la ciudad de Cuenca. Tenía 61 años de edad cuando fue asesinado.




