Martínez González, Ovidio
Párroco de Torrecilla
El Siervo de Dios realizó los estudios eclesiásticos en el Seminario conciliar de San Julián en Cuenca, desde el año 1917. Fue ordenado presbítero el 18 de septiembre de 1930 por el Obispo de la Diócesis de Cuenca Monseñor Cruz Laplana y Laguna, en la Catedral de Cuenca.
Tras su ordenación sacerdotal su primer destino fue de ecónomo de Torrecilla y Collados y, más tarde, párroco de este mismo pueblo. Se distinguió por ser un sacerdote ejemplar, celoso de la gloria de Dios y de la salvación de las almas, muy caritativo y amante de los niños, desvelándose por enseñarles la doctrina cristiana y por hacerlos buenos, gozando siempre de fama de sacerdote virtuoso Al iniciarse la persecución religiosa fue buscado para darle muerte por lo que buscó ponerse a salvo. Con el hermano sacerdote D. Gerardo del Olmo, cura ecónomo de Valsalobre, se ocultó por el campo y los montes huyendo de sus perseguidores. Allí fueron avisados de que venían de nuevo por ellos y decidieron marcharse a la zona nacional, en la compañía de otro hombre. Pasaron por Pajares y llevaron a la Vega del Codorno, pero allí fueron vistos por alguien y delatados.
Por fin fueron sorprendidos por los milicianos, que los apalearon y atormentaron con todos los actos de tortura. Como veían que la muerte les vendría pronto se confesaron mutuamente. Cuando los milicianos se dispusieron a matarlos, los dos juntos dijeron en alta voz: “¡Viva Cristo Rey…! ¡Damos nuestra vida por Cristo…!, ¡Viva Cristo Rey! ¡Os perdonamos!”. No pudieron hablar más porque cayeron acribillados por las balas, muriendo en el acto. Sus cadáveres fueron quemados al día siguiente. Los pocos restos quedaron de sus cuerpos, fueron recogidos y enterrados secretamente por unos hombres piadosos, no lejos del lugar donde murieron. Eran las ocho de la mañana, en el río Tajo, entre las provincias de Teruel y Cuenca, en el límite de Vega del Codorno y Guadalaviar.
Don Ovidio murió asesinado el día 22 de agosto de 1936 sólo por ser sacerdote y por odio a la fe de Cristo, a las ocho de la mañana, en el río Tajo, entre las provincias de Teruel y Cuenca, en el límite de Vega del Codorno (Cuenca) y Guadalaviar (Teruel). Siempre se le consideró mártir.




