Buendía Moya, Cipriano

Párroco de Castillo de Garcimuñoz

Nació, el día 12 de octubre de 1864, en Olivares del Júcar, Cuenca, de padres católicos, llamados Manuel Buendía Serrano y Petra Moya Parra.

El Siervo de Dios realizó los estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de San Julián en Cuenca, desde el curso 1886. Fue ordenado presbítero el 17 de diciembre de 1892 por el Obispo de la Diócesis de Cuenca, Monseñor Pelayo González Conde, en la Catedral de Cuenca.

Su primer nombramiento fue el de coadjutor de Camporrobles. El año 1897 fue nombrado párroco de Atalaya del Cañavate y en 1904 llegó al pueblo de Castillo de Garcimuñoz con el nombramiento también de párroco, permaneciendo en dicha parroquia 32 años.

Fue muy apreciado por todos sus feligreses debido al cariño que él mostraba por ellos y ser un hombre virtuoso, quienes lo conocieron destacaron sus obras de caridad en favor de los necesitados.

Cuando la persecución religiosa llegó también al pueblo de Castillo de Garcimuñoz, el Siervo de Dios fue inmediatamente consciente del peligro. En efecto, el día 24 de agosto, tres milicianos armados fueron a por él a la casa donde vivía, lo detuvieron y condujeron a la iglesia convertida en cárcel, donde lo maltrataron y ultrajaron. Después de un largo rato de burla y escarnios, le dejaron postrarse de rodillas en el mismo lugar donde hacía oración habitualmente, lo que volvió a realizar una vez más con gran piedad y devoción, en ese momento uno de los milicianos disparó sobre él dos tiros, uno en el pecho y otro en la cabeza, muriendo al momento, habiendo pronunciado antes palabras de perdón para el asesino. Después fue envuelto en un paño de la misma iglesia y a rastras fue llevado al cementerio que está junto a la iglesia.

Murió asesinado el día 24 de agosto de 1936, en su propia iglesia parroquial en Castillo de Garcimuñoz, por ser sacerdote y por odio a la fe. El recuerdo de su muerte sigue vivo en la Diócesis de Cuenca y tiene fama de mártir.

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Oración

Oh Dios, que concediste
la gracia del martirio
a los Siervos de Dios
Eustaquio Nieto y Martín, obispo,
y a los demás sacerdotes, religiosos y laicos
de nuestras diócesis,
haz que sus nombres aparezcan
en la gloria de los santos,
para que iluminen con su ejemplo
la vida y entrega de todos los cristianos.
Concédenos imitarlos
en su fortaleza ante el sufrimiento
y la gracia que por su intercesión te pedimos.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.