Gutiérrez Criado, Antonio


ANTONIO GUTIÉRREZ CRIADO

Consiliario Diocesano de la Juventud de la Acción Católica
Nació en Toledo el 11 de julio de 1896. El 5 de abril de 1919 recibió la ordenación sacerdotal. Capellán del Cuerpo Eclesiástico de la Armada, fue destinado a Cartagena de 1925 a 1931. Compatibilizó su cargo castrense con el que desarrolló entre los jóvenes congregantes de la Asociación de Hijos de María de la Medalla Milagrosa de esa ciudad, formando parte de la misma como miembro activo. Así escribía en “El eco de la Milagrosa” de septiembre de 1926: “Sólo las juventudes que amen a María pero con delirio; que invoquen a María pero con ardor; que imiten a María, sobre todo en la castidad, pero sin rebozos ni timideces; que defiendan los derechos de María y de su Hijo, pero con audacia, pueden emprender con éxito la obra de la restauración universal.

Al pasar a la situación de retiro forzoso en la Marina de Guerra por el carácter laico del Gobierno de la República, se incorporó a la Diócesis de Toledo, siendo designado Consiliario Diocesano de la Juventud de la Acción Católica, muy activa en esos años bajo la presidencia de Antonio Rivera. Hernán Cortés Pastor, canónigo de la Catedral de Toledo, afirma que “conocí en Cartagena a don Antonio y le hallé correcto, atildado, caballero, piadoso, con celo, sacerdote ejemplar. Le rodeaba con cariño su familia, la cual veía con satisfacción cómo ascendía por la carrera eclesiástica castrense que él había escogido; se advertía en el fondo de dicha cristiana de aquel hogar un dejo de pesadumbre, la nostalgia de Toledo. Le traté después de la Imperial Ciudad…Y aquí en Toledo era idéntico a sí mismo. El hombre fino, dinámico, metódico y apóstol de siempre. Pero trabajando con más entusiasmo todavía, pues que ayudaba al Prelado de su Diócesis y en trabajo honroso y grato a nuestro Señor. Había vacado la Sede de Toledo. El Sr. Obispo de Aretusa regía los destinos del Arzobispado. Cesaba el suscribiente por ausencias obligadas en el cuidado de los jóvenes y requerido a dar un nombre para sucesor, surgió a flor de labios el de D. Antonio, que fue recibido con bendiciones por el Prelado.

El espíritu de D. Antonio de sacerdote abnegado, se dedicó a pulir las almas de los jóvenes católicos de Toledo. Son estos nobles, generosos, ardientes y dados a la exaltación del cumplimiento del deber en los momentos difíciles. Herederos del espíritu hidalgo de sus antepasados que se siente lanzado a la excelsitud, no se compadece bien en ocasiones con el trabajo inadvertido de cada día. D. Antonio, en cambio, con un gesto, con una palabra, con un ruego, con una mirada de sacerdote dolido por el desengaño que una leve inconstancia supone, supo infundir espíritu en toda una generación de jóvenes hasta lograr primores en los que hoy son hombres cuajados de Acción Católica y positivo valor entre los seglares católicos de Toledo...” Al estallar la guerra sus familiares trataron de esconderle, él les dijo: “He decidido no esconderme. Si Dios quiere que muera, que se haga su voluntad”. Pese a ello, Don Antonio se marchó a Madrid, a finales de julio, con una hermana que vivía allí. Las milicias prosiguen infatigablemente sus pesquisas hasta dar con su paradero. Militantes de la CNT fueron a buscarle el 7 de agosto de 1936:

-¿Eres tú Antonio Gutiérrez? -Sí. -Entonces, ¿tú eres el presidente de las juventudes fascistas de Toledo? -No. Yo soy consiliario de las juventudes de Acción Católica. -Es lo mismo. Vente con nosotros. Se echaron sobre él, sin dejarle siquiera cambiar el pijama que llevaba puesto, y arrojándolo escaleras abajo, al llegar a la calle, exclamaron: -¡Buen pájaro hemos cogido hoy! -¡Nada menos que al presidente del fascio de Toledo! Le llevaron al Cerro de los Ángeles (Madrid), y frente a las ruinas del gigantesco monumento al Sagrado Corazón de Jesús, cayó acribillado a balazos. Era el 7 de agosto de 1936.