Vélez Bustamante, Marcelina

  

MARCELINA VÉLEZ BUSTAMANTE

Acción Católica de Santa Cruz de Mudela
Marcelina Vélez Bustamante, nació en Torrenueva (Ciudad Real), el 22 de enero de 1895, en la calle del Hospital. Le impusieron los nombres de Marcelina, Rosario, Anastasia, Vicenta, María Jesús, Dolores de la Santísima Trinidad. Hija de Julián Vélez y Vélez y Consuelo Bustamante Caballero. Falleció, según acta de defunción expedida por el Ministerio de Justicia, el día 7 de octubre de 1936, en el cementerio de Valdepeñas, al ser fusilada por las milicias marxistas, en unión de Marcos Velasco Guzmán y de Neófito de Lamo. Pasó la mayor parte de su vida en Santa Cruz de Mudela, con un familiar suyo: María Rosario Laguna Laguna, que la tuvo siempre como a una hija.

Fue una mujer muy adelantada para su época, pues era muy decidida para todo. Le gustaba montar a caballo y vestir de amazona, lo que en sus tiempos era impropio de una mujer, pues sería la única en el pueblo que se atrevía a usar pantalones. Como vivía en el seno de una familia ilustre y muy cristiana, su vida estaba dedicada a hacer obras de caridad: visitando enfermos, socorriendo a necesitados, ayudando en cuantas obras benéficas se promovían en el pueblo; casi siempre acompañando a su tía Rosario. A la muerte de su tía, el 28 de octubre de 1929, se volcó en acrecentar, asistir y consolidar a las Juventudes de Acción Católica. Desde el fallecimiento de su tía Rosario, vivió con su hermano Ramón Vélez Bustamante, abogado y Presidente de Acción Católica de Santa Cruz de Mudela, y con otra hermana, María del Sagrario.

Al llegar la Guerra Civil, en el año 1936, se encontraban los tres en Madrid y una sirvienta que habían tenido, novia del Jefe de las Milicias de Santa Cruz de Mudela, hermano del Alcalde, Antonio Urquijo, los delató, por lo que fueron detenidos en Madrid, en el mes de agosto, y trasladados al pueblo. A su hermano Ramón lo fusilaron en el camino del cementerio de Vicálvaro (Madrid), junto a su hermana María del Sagrario, muriendo los dos fundidos en un abrazo fraternal. A ella, Marcelina, la tuvieron encerrada durante muchos días en Santa Cruz de Mudela, en la casa de los Srs. Ortega, que había sido habilitada para su encierro y varios presos más, por encontrarse las dependencias del Pósito, demasiado llenas de detenidos, según el relato de familiares de detenidos, ubicados en un cuarto próximo al de Marcelina. Las horas previas al fusilamiento, la oyeron gritar, sollozar y quejarse tanto durante la noche como al sacarla para conducirla al fusilamiento en Valdepeñas. Se piensa que fue maltratada y martirizada, sufriendo todo tipo de abusos y ultrajes físicos y psicológicos e incluso fue herida. Durante el encierro, por consiguiente, la sometieron a múltiples vejaciones y la obligaron a firmar documentos para que hiciera donación de su fortuna.