Ramos Molina, Sebastian

  

SEBASTIAN RAMOS MOLINA

Joven de Acción Católica y Adorador Nocturno de Alcázar de San Juan
Hijo de Crescencio Ramos Pozo -que le acompañó en el martirio- y de Pilar Molina Sánchez Mateo. Nació el 9 de noviembre de 1914 en Alcázar de San Juan; bautizado el 15 de noviembre en la Parroquia de Santa María de Alcázar de San Juan y confirmado el 3 de junio de 1935 en la Parroquia de Santa Quiteria. Hijo de Crescencio Ramos, de oficio jornalero y de Pilar Molina, dedicada a las labores domésticas para sacar adelante a la familia. Sebastián fue un muchacho normal y de su época. Pero Sebastián destacó por su amor a Dios y al prójimo y se distinguió por su profunda vida de piedad, misa y comunión diarias así como las frecuentes visitas al Santísimo Sacramento.

Recibió asiduamente dirección espiritual de D. Antonio Martínez Jiménez, Párroco de Santa Quiteria quien también murió mártir en la persecución religiosa. Amante de María, perteneció a diversos movimientos o asociaciones de seglares: Esclavos de María de los Sagrarios, Juventud Católica, Adoración nocturna, etc. Durante un tiempo estudia en Madrid, continuando y completando sus estudios en Albacete, donde fue examinado y obtuvo la graduación académica de Secretario o suplente de Juzgado, oficio que desempeñaba en Alcázar de San Juan desde el 11 de mayo de 1935 hasta el momento de su muerte.

Cuando empezó la persecución religiosa en Alcázar de San Juan y hasta que murió fusilado, soportó frecuentemente malos tratos, agresiones y amenazas. En una ocasión, el mismo que se negaría a darle muerte por fusilamiento avisó a Sebastián para que no volviera de ver a María, su novia, por las calles que acostumbraba porque cierta persona lo acechaba con la intención de apresarle. A pesar de este aviso no pudo evitar ser apresado y estando en la fila junto con otros muchos para ser encarcelados llegó cierta persona, al parecer conocida y dirigiéndose a Sebastián y a otro, les dijo: “¡vosotros, corriendo, a vuestra casa!”. Pero pasados unos tres días padre e hijo fueron buscados de nuevo hasta que fueron encontrados y apresados en casa de un tío carnal, hermano de la madre.

Finalmente, padre e hijo fueron apresados y llevados a las tapias del cementerio para ser fusilarlos. Sucedió que la persona que había recibido el encargo de darles muerte se negó a ejecutar la orden, a pesar de recibir insultos por el resto de milicianos, y fue quien, después de finalizar la guerra civil, contó que Sebastián antes de morir perdonó a sus enemigos con las palabras de Cristo: ¡Señor, perdónalos que no saben lo que hacen! Contaba con 21 años de edad, en el momento de su muerte. Pertenecíente a la Adoración Nocturna, Esclavo de María, de los Sagrados Corazones y Juventud Católica.

Los milicianos disponían de unas fosas abiertas en el cementerio no católico para depositar los cuerpos, algunos mutilados y en ropas menores. Cuando Sebastián fue sacado de la fosa en la que le arrojaron junto con el padre el 16 de septiembre de 1936, su hermana Ascensión acertó a reconocer los restos porque llevaba la ropa interior marcada con las iniciales del nombre. Finalizada la guerra, los restos de padre e hijo fueron exhumados y trasladados al Valle de los Caídos. Sebastián, desde el momento de su muerte fue considerado mártir y admirado por sus virtudes humanas y religiosidad. Fue un pionero de la Acción Católica en Alcázar de San Juan.