Naranjo Díaz–Albo, Pablo

  

PABLO NARANJO DÍAZ–ALBO

Secretario del Centro de Acción Católica de Manzanares
Pablo Naranjo Díaz-Albo nació el 26 de septiembre de 1903 en Manzanares; hijo de Vicente y de Elena. Fue bautizado en la Parroquia de la Asunción de Manzanares el día 20 de febrero del año 1903, y recibió el Sacramento de la Confirmación sin que se sepa la fecha exacta. Hizo su Primera Comunión el día 5 de mayo del año 1910.

Se distinguió por su intenso apostolado para atraer jóvenes a la Acción Católica. Por su trato se granjeó el aprecio de todos; el tiempo que disponía lo dedicaba todo al Centro de Acción Católica; en el cargo de secretario cumplió muy bien, mereciendo ser felicitado por el Sr. Obispo Narciso de Estenaga en uno de sus viajes que en visita pastoral hizo a la parroquia.

Animó a los jóvenes de Membrilla a crear el Centro de Acción Católica. Con este motivo dio algunas conferencias en dicho pueblo, viendo coronado su deseo y asistiendo él personalmente, delegado por este Centro, para presidir el acto de apertura de aquella sección. En todo momento demostró su religiosidad; para él no había respeto humano y en todas partes estaba animando con su ejemplo. En su piedad también se distinguió y, especialmente en la catequesis, puso todo su empeño para que su grupo quedara finalistas muchos años en los certámenes de catequesis. Fue detenido el mismo día 18 de julio de 1936 a la salida de misa y se le paseó por todo el pueblo siendo abofeteado y escarnecido por los que le detuvieron. Ingresó en la prisión en un estado bastante lamentable. Llevado y traído de un comité a otro compareció ante sus jueces siempre en el mismo tono: "Yo soy católico y por nada de este mundo dejaré de serlo”.

En la prisión siempre se le vio tranquilo y animando a unos y a otros para tener las fuerzas necesarias en el momento de la muerte. Diariamente rezaba el rosario y, un día que los encargados de la prisión le vieron rezar, fue bárbaramente abofeteado, pero él a pesar de esto ni dejó de rezar, ni se deshizo del rosario y crucifijo que siempre llevaba consigo. En la noche del 8 de agosto de 1936 fue sacado de la cárcel y fusilado en las cercanías del cementerio. Tuvo el valor de ir dando a besar uno a uno de sus compañeros el crucifijo, y animarles a afrontar la muerte con valentía. Antes de matarle le dijeron: "tú estás en libertad, te puedes marchar", y él - con aquel ánimo tan suyo- les dijo: “yo no me marcho, si me marchara es que renegaba de mi religión. Yo no reniego, podéis tirarme"; y, seguidamente, le dispararon a quemarropa, al grito de ¡Viva Cristo Rey!