Martín y Alonso, Aureliano

  

AURELIANO MARTÍN Y ALONSO

Médico de Malagón
Aureliano Martín y Alonso nace en la villa de Salvatierra de Tormes, Diócesis y Provincia de Salamanca el día 24 de noviembre del año 1875 y recibe el Bautismo el día 27 del mismo mes y año. Hijo de Eustaquio Martín, natural y vecino de esta villa y de Rosalía Alonso, natural de La Tala. De familia acomodada, se educó con los PP. Jesuitas de Salamanca y en el Seminario, que abandonó para hacer medicina, ejerciendo en Almendralejos (Badajoz), antes de llegar a Malagón. Contrajo matrimonio con Genoveva González Martín en segundas nupcias, en la parroquia de Santibáñez de Bejar (Salamanca), el 10 de octubre de 1908.

Dejó al morir una hija llamada Genoveva, de este matrimonio; había estado casado en primeras nupcias con Juana González Martín, de cuyo matrimonio nacieron 4 hijos llamados Francisca, Carolina, Aureliano, y Juan Martín y González.

Fue un fervoroso católico desde la cuna hasta el sepulcro. Jamás dejaba sus prácticas de piedad por nada del mundo. Había dicho muchas veces a su familia que su vida la ponía todos los días en manos de la Divina Providencia por medio de la Santa de sus amores, Santa Teresa de Jesús. Cuando el Señor llamó a su tercera hija para monja carmelita (Hermana María de Jesús) en el Monasterio de San José de Malagón, dijo: “el Señor me paga todos los trabajos de esta vida con escoger una de mis hijas para esposa suya”. Y hasta en su humildad la decía: que ella les llevaría a cielo.

Luis Anciano Mata, que en el año 1936 tenía 16 años, dice de D. Aureliano: “era de complexión alto, recio, expresivo, vivo y cariñoso. Me impresionaba la alegría inmensa y caridad que quizá, sin darse cuenta, nos comunicaba. Era un hombre elegante, siempre llevaba una rosa en la solapa de la chaqueta, por lo que era conocido por el médico de “la rosa”. Solía decir - refiriéndose a la rosa- que se la había regalado su hija Genoveva con quien vivía en Malagón. De pequeño acudí a la consulta. Mi pobreza era grande y dijo: - “este niño necesita una sobrealimentación”-. Era un hombre de una bondad inmensa. Se ocupaba de lo humano sin olvidar lo divino. Lo mataron quizá por el bien que hizo y por su fe católica que no se ocultaba de manifestar. La maldad es tanta que por el bien que hizo se le mató. Vivían con él dos hijas y un hijo. Una llamada Genoveva que vivía en la casa y otra monja carmelita descalza, en el Monasterio de san José”.

D. Aureliano es recordado por fiel esposo y padre, abnegado medico y ejemplar cristiano, coherente con su fe hasta el extremo de dar la vida, fruto de haber vivido con ejemplaridad las virtudes humanas y cristianas. Por su mano recibieron innumerables niños el “agua de socorro” o bautismo en peligro de muerte que él mismo les administraba cuando los veía con pocos momentos de vida. Jamás falleció uno sólo de sus enfermos sin antes avisar a la familia para que les prepararan para morir recibiendo los sacramentos, a veces él mismo lo hacía, como pasó en cierta ocasión con uno muy rebelde, que al oírle palabras tan llenas de cariño y persuasión le dijo: “me confesaré por usted”, y así lo hizo.

Fue asesinado, en el término de Fuente el Fresno el día 30 de septiembre del año 1936, en la madrugada. D. Aureliano Martín dijo al Comité que “sabía moría por sus creencias y prácticas religiosas, se negó a blasfemar como le exigían, exhortó a los demás encarcelados a morir por Dios y, en el momento del sacrificio, dijo perdonaba a sus enemigos y murió gritando ¡Viva Cristo Rey!”.