Félix García y García, Cándido

  

CÁNDIDO FÉLIX GARCÍA Y GARCÍA

Padre de Familia de Manzanares
Cándido Félix García y García nació el 18 de mayo del año 1879 en Manzanares y recibió el Bautismo el día 20 de mayo del mismo año de manos de D. Juan Antonio Antequera, en la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Manzanares. Hijo de Eusebio García Sánchez Cantalejo, propietario, y Francisca García Torres, domiciliado en la calle Doctor, número 4 en Manzanares. Casado en primeras nupcias con Rosa Rubio - Manzanares y Fernández - Caballero, de cuyo matrimonio dejó una hija llamada Francisca. Y en segundas nupcias con Francisca Juárez Capilla, de cuyo matrimonio no quedó sucesión.

La descripción de la persecución y muerte está tomada del testimonio escrito y firmado por Fernando García – Noblezas (q.e.d) y es común para Cándido García y García y de Eusebio García y Rubio Manzanares, nacido en Manzanares - Ciudad Real - el día 12 de febrero de 1917, con domicilio en dicha ciudad, Paseo de la Estación, nº 9, con documento nacional de identidad nº.6.064.224, manifiesta y certifica que, según los datos recogidos por familiares y algún testigo de los hechos que a continuación relata, la muerte de Cándido García García y de su hijo Eusebio García rubio Manzanares tuvo lugar en Manzanares el día 5 de diciembre de 1936, según sendos certificados de defunción librados el 25 de octubre de 2001 por el Registro Civil; y, según esas referencias, ocurrió así:

“Iniciada la guerra civil, y ante el temor producido por los asesinatos de familiares y amigos que se venían sucediendo día a día, ambos - padre e hijo- huyeron de Manzanares, permaneciendo ocultos durante unos cinco meses, al cabo de los cuales, llevados de gran amor a los suyos, y sin más temor que el riesgo de sus acendradas, y ejemplarmente vividas, creencias religiosas - fundador de la Adoración Nocturna, militante de Acción Católica, Cofrade de Ntro. Padre Jesús del Perdón, etc., sin filiaciónpolítica alguna -, decidieron regresar a su hogar con la falsa esperanza de que a ellos nada ocurriría. Pero el resultado fue adverso, y denunciados por alguien, fueron detenidos y sentenciados a muerte, que llevaron a efecto un grupo de milicianos y milicianas directamente en el cementerio de esta población. Trasladados al sitio elegido, y a pie de tumba común previamente abierta, fueron los dos provocados y tentados sexualmente sin conseguir nada que no fueran invocaciones y jaculatorias a los Sagrados Corazones de Jesús y María, y frases de estímulo al perdón por parte de Cándido a Eusebio, a la sazón de treinta años de edad. Fracasado el acoso sexual, recurrieron a forzarlos al pronunciamiento de blasfemias e incitados a pisotear el crucifijo que Cándido tenía en sus manos. Al no conseguir sus objetivos, y tras toda clase de mofas, burlas, insultos y escarnios, procedieron a la ejecución, llevada a cabo, no con disparos, sino asentando un golpe mortal en la nuca del hijo, Eusebio, con la culata del fusil, cayendo directamente de cabeza en la fosa y desnucado, no sin antes haber implorado muchas veces perdón a Dios, en voz alta para él y para sus propios asesinos.

Igual suerte corrió, en segundo lugar Cándido, con la diferencia de que, al no ser tan certero el culatazo del fusil recibido, sólo consiguió arrojarlo de bruces a la tumba, rematándolo desde arriba arrojándole sobre la cabeza una enorme piedra que le aplastó la cabeza sobre el fondo de la fosa. Con anterioridad, entre frases de perdón hacia sus verdugos, intentó – y con alguno lo logró- besarles las manos a todos los autores del crimen”.

Y prosigue el declarante: Terminada la guerra civil, al ser trasladados los restos de ambos desde la fosa común al panteón familiar del viejo cementerio de Manzanares- hoy vacío tras la monda obligada por el Ayuntamiento -, yo, personalmente, trasladé esa piedra impregnada de sangre que aún parecía reciente y fresca y como propensa a manchar, hasta la casa de mi tía Juana García y García, hermana del propio Cándido y de mi madre, sita en la calle Mayorazgo nº 3 de Manzanares, donde se guardó, y custodió como preciada, respetuosa y venerada reliquia, hasta que, al ser nuevamente trasladados los restos- con motivo de la monda mencionada -, quedó definitivamente depositada junto al féretro en el nuevo cementerio, donde actualmente se conservan.