Ivars Torres, Francisca (Sor Vicenta)
FRANCISCA (Sor Vicenta) IVARS TORRES
Hermana Franciscana de la Purísima Concepción (Herencia)
Francisca Ivars Torres nació en Benissa (Alicante), el 4 de octubre de 1867 por lo que contaba con 68 años de edad en el momento de la muerte. Ingresó como postulante en la congregación de Hermanas Franciscanas de la Purísima Concepción con 23 años, y un año después inició la etapa de noviciado, adoptando el nombre religioso de Vicenta. Hizo los votos temporales en 1899, con 31 años, y dos años después se consagró definitivamente mediante la formulación de los votos perpetuos. Al inició de la Guerra Civil prestaba sus servicios en el hospital que la congregación tenía en Valdepeñas (Ciudad Real), dedicada al cuidado de enfermos. Al cabo de cierto tiempo el hospital fue incautado por las autoridades locales, que llegaron a detener a la madre superiora y a una de las hermanas, permaneciendo otras religiosas prestando servicios en el hospital.
Al ser natural de Benissa (Alicante) se puso en contacto con un hermano suyo que vivía allí, con la finalidad de marcharse a su pueblo natal. Por este motivo pidió en el ayuntamiento un salvoconducto que le fue expedido, mediante los informes que se estimaron pertinentes, siendo trasladada a la estación de ferrocarril en un coche al servicio del comité local, el día 23 de septiembre. Allí tomó un tren con destino a Alcázar de San Juan (Ciudad Real). En Alcázar, al bajar del tren en compañía de un señor que también había salido de Valdepeñas, les estaban esperando un grupo de personas que - según una declaración posterior hecha en la Causa General por la madre superiora del hospital -asilo de Herencia (Ciudad Real)- supusieron que pertenecían a la Cruz Roja de Alcázar de San Juan, y habían sido avisados por sus compañeros de Valdepeñas. Estas personas, mediante engaños, les propusieron trasladarlos al hospital- asilo en Herencia. Así lo hicieron, pero unos kilómetros antes de llegar a dicha población, dentro de su término municipal, les hicieron bajar del coche con el pretexto de que se había pinchado una rueda. Allí mismo, cerca de una casilla de peones camineros donde había una viña, sor Vicenta fue asesinada mediante un disparo que penetró por el ojo derecho, destrozándole los sesos. Debido a la fuerza del disparo la religiosa cayó en tierra entre el césped de la cuneta, donde quedó medio oculta e insepulta. Todo esto fue presenciado por un hombre que cuando pudo acercarse no vio el cadáver, y creyó que los asesinos la habían enterrado. Al compañero de viaje de sor Vicenta también le dieron muerte unos pasos más adelante.
A los tres días de estos asesinatos, el hombre que los había presenciado encontró los cadáveres y les dio sepultura. Según el testimonio de sor Visitación Roldán Hernández, secretaria general de la congregación en los años 1946-19641, en el que nos estamos basando para este relato, al referirse a este buen hombre, dice: “Era un buen hombre, prudente y honrado, puesto que a pesar de ver en el monedero de sor Vicenta 6 ó 7 duros de plata y dos billetes de 25 pesetas, los dejó como ella los tenía, como se vio después cuando fueron a la inhumación del cadáver”. En otra declaración hecha en la Causa General por la madre superiora del hospital- asilo de Herencia se dice que fue enterrada por miembros de la Cruz Roja de Herencia, y que no se conoce a los asesinos.
Mientras tanto, el hermano de sor Vicenta, al ver que no llegaba a su casa en la fecha anunciada, se puso en contacto por carta con la superiora de Valdepeñas, la cual le informó de la fecha de salida y de cuándo debería haber llegado a su destino. Ello permitió hacer indagaciones sobre lo sucedido y finalmente se llegó a conocer el triste desenlace. Ya en 1939, una vez terminada la guerra, se procedió a la identificación del cadáver, en presencia de las religiosas de la comunidad de Herencia, depositándose el mismo en el panteón propiedad de la citada comunidad de Herencia (Ciudad Real).
Al ser natural de Benissa (Alicante) se puso en contacto con un hermano suyo que vivía allí, con la finalidad de marcharse a su pueblo natal. Por este motivo pidió en el ayuntamiento un salvoconducto que le fue expedido, mediante los informes que se estimaron pertinentes, siendo trasladada a la estación de ferrocarril en un coche al servicio del comité local, el día 23 de septiembre. Allí tomó un tren con destino a Alcázar de San Juan (Ciudad Real). En Alcázar, al bajar del tren en compañía de un señor que también había salido de Valdepeñas, les estaban esperando un grupo de personas que - según una declaración posterior hecha en la Causa General por la madre superiora del hospital -asilo de Herencia (Ciudad Real)- supusieron que pertenecían a la Cruz Roja de Alcázar de San Juan, y habían sido avisados por sus compañeros de Valdepeñas. Estas personas, mediante engaños, les propusieron trasladarlos al hospital- asilo en Herencia. Así lo hicieron, pero unos kilómetros antes de llegar a dicha población, dentro de su término municipal, les hicieron bajar del coche con el pretexto de que se había pinchado una rueda. Allí mismo, cerca de una casilla de peones camineros donde había una viña, sor Vicenta fue asesinada mediante un disparo que penetró por el ojo derecho, destrozándole los sesos. Debido a la fuerza del disparo la religiosa cayó en tierra entre el césped de la cuneta, donde quedó medio oculta e insepulta. Todo esto fue presenciado por un hombre que cuando pudo acercarse no vio el cadáver, y creyó que los asesinos la habían enterrado. Al compañero de viaje de sor Vicenta también le dieron muerte unos pasos más adelante.
A los tres días de estos asesinatos, el hombre que los había presenciado encontró los cadáveres y les dio sepultura. Según el testimonio de sor Visitación Roldán Hernández, secretaria general de la congregación en los años 1946-19641, en el que nos estamos basando para este relato, al referirse a este buen hombre, dice: “Era un buen hombre, prudente y honrado, puesto que a pesar de ver en el monedero de sor Vicenta 6 ó 7 duros de plata y dos billetes de 25 pesetas, los dejó como ella los tenía, como se vio después cuando fueron a la inhumación del cadáver”. En otra declaración hecha en la Causa General por la madre superiora del hospital- asilo de Herencia se dice que fue enterrada por miembros de la Cruz Roja de Herencia, y que no se conoce a los asesinos.
Mientras tanto, el hermano de sor Vicenta, al ver que no llegaba a su casa en la fecha anunciada, se puso en contacto por carta con la superiora de Valdepeñas, la cual le informó de la fecha de salida y de cuándo debería haber llegado a su destino. Ello permitió hacer indagaciones sobre lo sucedido y finalmente se llegó a conocer el triste desenlace. Ya en 1939, una vez terminada la guerra, se procedió a la identificación del cadáver, en presencia de las religiosas de la comunidad de Herencia, depositándose el mismo en el panteón propiedad de la citada comunidad de Herencia (Ciudad Real).