Tapia Jiménez–Avendaño, Sebastián Alfonso

  

SEBASTIÁN ALFONSO TAPIA JIMÉNEZ–AVENDAÑO

Coadjutor de Herencia
Sebastián Alfonso Tapia Jiménez-Avendaño nació en Herencia (Ciudad Real) a la una de la noche del día 20 de enero de 1876. Bautizado al día siguiente de nacer, el 21 de enero, en la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, por don Pedro Ruiz, Cura Teniente de la misma y se le puso los nombres de Sebastián, Fabián, Alfonso y José María; hijo de Luis Tapia y de Luisa Jiménez.

Estudió primeramente en el Seminario de Ciudad Real y los años de Teología los cursó en Toledo, celebrando su primera Misa en su pueblo natal, el 7 de abril de 1901. Hombre sencillo, austero, humilde y quizá por su sordera era parco en sus palabras y comunicación con los vecinos. Mortificado y sobrio en sus aspiraciones, por algún tiempo fue Coadjutor de Santa Cruz de Mudela hasta que llegó a su pueblo definitivamente con el mismo cargo de Coadjutor de la Parroquia en el que permaneció hasta su muerte.

Buen madrugador, fue el primero que llegó a la Iglesia el 19 de julio de 1936. Era domingo y don Sebastián Alfonso se dirigió a la parroquia para celebrar la Misa temprana. Con sorpresa vio que otros le habían ganado la mano. Los milicianos habían ocupado y cerrado la Iglesia, impidiendo la celebración del culto.

El día primero de agosto fue conducido a la Iglesia para que hiciese entrega de los objetos de culto y de valor que poseía la parroquia. Pero antes don Sebastián, valientemente, consume aproximadamente trescientas o más formas consagradas y después hace entrega del copón a sus guardianes.

De todos los sacerdotes de Herencia fue el primero en ser detenido el 4 de agosto de 1936. Y, como se resistiese a desprenderse de la sotana, confesándose sacerdote fiel a su dignidad y al compromiso contraído en su ordenación, fue terriblemente atormentado a martillazos en la cabeza. Cuando sus perseguidores ya le creían muerto pudo incorporarse con gran dificultad para perdonarlos. Su cuerpo muerto fue arrojado a la mina de la carretera de Puerto Lápice, sin que fuese posible recuperar para darle sepultura cristiana en lugar sagrado.