Sánchez-Camacho Alcázar, Victoriano

  

VICTORIANO SÁNCHEZ-CAMACHO ALCÁZAR

Cura de Terrinches
Victoriano Sánchez - Camacho Alcázar nació el 10 de agosto de 1904 en Daimiel (Ciudad Real), hijo de Tomás y Francisca. Ingresó en el Seminario de Ciudad Real a la edad de once años. Finalizados los estudios eclesiásticos y ordenado de sacerdote celebró su primera Misa en el propio Daimiel el 19 de mayo de 1927, pocos días después de D. Matías Álvarez Rivera, su condiscípulo y paisano, mártir también (22.8.1936). Ordenado de Presbítero fue enviado a Santa Cruz de los Cáñamos y pasó después como Párroco a Terrinches, parroquias en las que, llevado de su juventud, fervor y celo sacerdotal trabajó intensamente, sin miedo ante las dificultades y movido en todo momento por la fuerza de su fe.

El 25 de julio de 1936, se atrevió a tocar a Misa, dispuesto a continuar en su sitio y cumplir con su deber de sacerdote, desobedeciendo las disposiciones de la autoridad local que, como en otros lugares, cerraron las iglesias, prohibieron celebrar el culto y tocar las campanas.

Fue apresado y trasladado a la cárcel provincial y privado de libertad desde el día 29 de octubre y, el 6 de noviembre de 1936, acusado de “rebelión contra los poderes legítimos de la República y, junto con otros, procurase armas que no excedían de tres y adquirir municiones con el propósito de ayudar al alzamiento del 18 de julio de 1936”, fue juzgado y condenado, “como autor de un delito de auxilio a la rebelión a la pena de 14 años de prisión y ocho meses de reclusión temporal.” (A.H.P. secc. Justicia, sig. 290B). Sentencia que no llegó a cumplirse porque esa misma noche del juicio, 11 de noviembre 1936, fue asesinado en el cementerio de Torralba de Calatrava. Todo fue un simulacro de legalidad.

Don Victoriano, según el testimonio de un vecino de Terrinches, compañero en la prisión de Ciudad Real y de los guardianes de la misma, edificó a todos por su piedad constante e intrépida, con sus rezos no disimulados y los sacramentos administrados a sus compañeros de prisión y de suplicio a quienes alentaba y consolaba muy animoso. Como buen daimieleño se distinguió por su devoción a la Virgen de las Cruces y al nos disponer en la cárcel de rosario, lo sustituyó con un bramante anudado.