Muñoz de Morales y Sánchez Cano, Ángel


ÁNGEL MUÑOZ DE MORALES Y SÁNCHEZ CANO

Coadjutor de Almadén
Ángel Muñoz de Morales y Sánchez - Cano nace en Daimiel (Ciudad Real) el día 17 de julio del año 1911. Hijo de Cándido Muñoz de Morales Maján y María de los Ángeles Sánchez–Cano Fernández Infante. Bautizado en la Parroquia de Santa María la Mayor el día 23 de julio de 1911, con los nombres de Ángel Carmelo Alejo, por el sacerdote D. Ángel Fernández Infantes, tío abuelo de su madre. Ángel fue el segundo de seis hermanos: Teresa, la mayor y luego por este orden, Ángel, Juan Pablo, Joaquín, Ramón y Cándido. Vivía la familia en el número 3 de la calle de Emilio Nieto.

El padre fue sastre de profesión. Además atendía un estanco de la que era titular su madre a la que fue concedido como consecuencia de la actuación en la guerra de África de su esposo Pablo Muñoz de Morales López Menchero. Además Cándido –y éste es un dato muy importante para identificar el origen de la vocación sacerdotal de Ángel-, era sacristán del Convento llamado de las Mínimas de Daimiel. Ángel acompañaba a su padre a la preparación de las celebraciones litúrgicas y aprendió siendo muy niño los nombres de todas las prendas litúrgicas, y de todo lo que se utiliza durante la celebración Eucarística y, por supuesto, desde muy joven fue un buen acólito en la Misa que oficiaba el Capellán de las Mínimas que era entonces D. Aurelio Gómez Rico.

Ángel estudió la instrucción primaria en el Colegio Público de Daimiel que se denominaba Corrales. Al comienzo de la década de los años 20, la familia se traslada a vivir a Ciudad Real. El padre de Ángel había enfermado gravemente y padecía una enfermedad cardiaca. Alguna esperanza sobre mejoría de su dolencia y un nuevo trabajo relacionado con el comercio del tabaco, fueron determinantes para el traslado. Se instaló la familia en una vivienda de la calle de Toledo, en su número 23. Inclinado al sacerdocio desde sus primeros años, cuando Ángel cumple 12 años, en 1923, da respuesta a la llamada de su vocación e ingresa en el Seminario de Ciudad Real. Pero Cándido, su padre, no mejoró con el traslado y su dolencia se agravó de manera tal que murió cuando apenas había cumplido 44 años. Esto sucedió el 12 de febrero de 1924.

Cándido, como sucedía habitualmente en casos similares, se llevó consigo la llave de la despensa. Su viuda, María de los Ángeles y sus hijos, Teresa, Ramón y Cándido (Joaquín y Juan Pablo habían muerto a edad temprana) difícilmente podían hacer frente a la situación. Ángel estaba en el Seminario pero su permanencia peligraba por el coste que ello suponía para la difícil situación económica de la familia. Pero la Providencia vino en su auxilio. Ángel obtuvo una beca, Teresa consiguió por oposición una colocación en la Caja de la Cooperativa Ferroviaria y Ramón en cuanto logró la edad mínima para ello, también contribuyó al sostenimiento de la familia con empleos apropiados a su edad. Así fueron transcurriendo aquellos años de penuria y privaciones.

Ángel cursa felizmente todos los estudios eclesiásticos en el Seminario de Ciudad Real hasta recibir el Presbiterado de manos del Sr. Obispo mártir, beato Narciso de Estenaga, el 24 de diciembre de 1933, a la edad de poco más de 22 años; canta su primera Misa en Ciudad Real el 27 de mismo mes y permanece en Ciudad Real por razones de familia hasta que unos días después, o sea el 19 de enero de 1934, fue destinado como Coadjutor a la Parroquia de Almadén (Ciudad Real), a donde marchó acompañado de su madre, Ángeles. Toda la familia se traslada a Almadén donde comienza una nueva etapa que dudaría tan solo apenas dos años y medio. La viuda y sus cuatro hijos se instalan en el piso bajo de un edificio de dos plantas situado en la calle de Cervantes número 9. En lo eclesiástico la Parroquia de Almadén estaba catalogada como parroquia de “término”, sede del Arciprestazgo y de titular Santa María de la Estrella con 11.800 habitantes, estaba asistida por un cura ecónomo, don Víctor Serrano Martínez (nacido el año 1890 y ordenado sacerdote el año 1913) y el joven coadjutor, Ángel Muñoz de Morales y Sánchez Cano.

Contaba además la Parroquia con dos Congregaciones religiosas: HH. de la Caridad de San Vicente de Paúl, atendidas por el capellán don Venancio Pardo Fuentes (nacido el año 1878 y ordenado de sacerdote el año 1907); y un Colegio dirigido por las RR. Concepcionistas de la Enseñanza y atendidas por un capellán don Felipe Sánchez Aparicio (nacido el año 1876 y ordenado de sacerdote el año 1905). En lo social Almadén era un pueblo esencialmente minero donde había calado el radicalismo de la izquierda más extrema. Desde la revolución del 1934 los mineros sufrían una excitación revolucionaria y se creían invencibles en la lucha para el logro de sus objetivos políticos. En consecuencia con el pronunciamiento militar del 18 de julio de 1936 el odio y la venganza se hicieron dueños de Almadén y dio comienzo una campaña de persecuciones y asesinatos. Por si los de casa no fueran suficientes llegaban individuos de otros pueblos que arrogándose el oficio de comisarios inquirían e investigaban la “justicia” de los tribunales populares revisando las sentencias y dando lugar a los “paseos” detenciones con final irremediable.

Este era el ambiente en Almadén. El 19 de julio de 1936, Ángel al salir de casa para celebrar la Misa de las 7 de la mañana en la Parroquia fue, por un miliciano devuelto a casa diciéndole que “ya se habían terminado los curas”. Al poco rato de aquel mismo día recogen la llave de la Iglesia de San Juan situada en la plaza y que don Ángel tenía en su poder para celebrar la Misa de los domingos a las 12 de la mañana. Y a partir de esa fecha se suspenden los actos religiosos y arrecia la persecución.

Finalmente, el viernes 18 de septiembre de 1936, un grupo encabezado por el llamado Gregorio Herrera Almodóvar, apodado “el Chichi”, se presentó en el domicilio de Ángel. Serían, según Ramón el hermano de Ángel que se encontraba en la habitación con él, como las cuatro y media de la tarde: –“El cura…”“El cura…”.”que salga que nos lo llevamos”. Ángel estaba estudiando, y tal y como estaba, sin que se le concediera tiempo para arreglar su indumentaria fue detenido y conducido a la cárcel de Almadén. Lo único que pudo llevar consigo fue el breviario. Y algunas pertenencias que siempre portaba: un escapulario, un rosario, el reloj de bolsillo y poco más. Los familiares quedaron como inmovilizados. Tres sacerdotes más había entonces en Almadén y los tres fueron respetados: D. Venancio González Sanz, D. Felipe Aparicio y D. Leovigildo Tena. Los familiares de Ángel visitaron nada más producirse la detención al Párroco que les tranquilizó puesto que Ángel era el más joven y de nada le podían acusar. Ramón cuenta que le fue encomendado llevar a la cárcel un somier y alguna ropa de cama, sábanas y una manta, alimentos y ropa de vestir que complementase adecuadamente la que portaba cuando fue detenido. Así lo hizo. En la cárcel se encontraban otras cuatro personas que correrían la misma suerte que Ángel. Sus nombres son: Fernando SánchezGrande y los hermanos Pedro, Gustavo y Nivardo Ruiz de Ayllón Moreno.

La visita se volvió a repetir el sábado y también el domingo, proporcionando alimentos y comprobando el buen ánimo del detenido pues suponía que en el juicio que habría de celebrarse no se encontraría delito o falta que impidiera ponerle inmediatamente en libertad. El lunes, 21 de septiembre, la madre de Ángel y su hermano Ramón se dirigieron a la cárcel a primera hora de la mañana con un desayuno que habían preparado para el encarcelado. Pero al llegar a la entrada de la cárcel la persona que estaba en la puerta les dice que ya no es necesario, que se lo pueden llevar y que no vuelvan más. La madre comprende inmediatamente lo sucedido. Pierde el conocimiento y ha de ser asistida. ¿Qué había sucedido? Hacia las cinco de la madrugada del día 21 la banda que encabezaba el tal “chicha”, se presentó en la cárcel y en una camioneta condujeron a los cinco presos hasta el kilómetro 17 de la carretera que conduce a Agudo y allí en el borde de la calzada, en la cuneta, fueron fusilados. El motivo de su prisión no era otro que el ser sacerdote y su juventud. El martirio se produjo en la madrugada del 20 al 21 de septiembre de 1936.

Los cuerpos fueron cubiertos con una tenue capa de tierra…Los asesinos debieron de sentir frío, más en su cuerpo que en el alma, por cuanto que según aseguraron días después, testigos lejanos procedentes de Chillón, entraron en un bar de la carretera en la cercanía del lugar del crimen a tomar café. Después desaparecieron…¡¡Habían hecho justicia!! Habían eliminado a los “fascistas” más singulares del pueblo y entre ellos ¡como no!...A un cura, que no tenía sobre sí más delito que el de ser cura, ser forastero y tener veinticinco años. Días más tarde alguien denunció que había visto a algunos perros arañando la tierra que cubría los cuerpos…Las autoridades o personas del pueblo con la autorización oportuna, tuvieron la caritativa idea de echar más tierra encima y así quedó la tumba de aquellos cuerpos hasta el 14 de abril de 1939.

Almadén fue liberado el 27 de marzo de marzo de 1939. Pocos días más tarde un grupo de personas encabezadas por el Médico D. Lorenzo Cabanillas y el Párroco D. Venancio Morales González Sanz exhumaron los cadáveres y en un camión cedido para la ocasión por la Dirección de la Sociedad Minera fueron conducidos al depósito del Cementerio para su identificación y llevar a cabo los trámites judiciales antes de su enterramiento definitivo. Según el testimonio que dieron el Sr. Cabanillas y el Rdo. D. Venancio González el cadáver de Ángel fue identificado, entre otras circunstancias por el rosario enredado entre los dedos y el escapulario, a pesar de que la humedad y los más de 30 meses enterrados habían deteriorado muchísimo esos objetos. No se sabe el destino que tuvieron el breviario y el reloj.

El 14 de abril de 1939 los restos mortales de Ángel fueron enterrados en el Cementerio Católico de Almadén según certifica el Párroco citado en un asiento que de puño y de letra escribe en el libro parroquial correspondiente. Que el joven sacerdote Ángel fue considerado un mártir así se dice y se expresa por todos los que han sido interrogados e incluso los documentos facilitados del Archivo Municipal, dedicación de una calle que ha sido respetada al llegar la democracia, etc. Se conserva y respeta la cruz levantada en el lugar donde fue asesinado, sustituyéndose últimamente por otra de hierro; en la Parroquia se mantiene vivo el recfuerdo del martirio con una placa conmemorativa.

La Iglesia antes de proclamar el martirio de un cristiano – uno por uno - quiere cerciorarse de que se dan en él todos los elementos teológicos y canónicos por los que se le pueda declarar que fue mártir. Y así lo creemos quienes hemos dedicado nueve años a recoger testimonios y documentación sobre el martirio de Ángel, sinque esto signifique adelantarse lo más mínimo del criterio y decisión de la Sagrada Congregación.