Molina Treviño, Juan Félix


JUAN FÉLIX MOLINA TREVIÑO

Cura de Almedina
Juan Félix Molina Treviño nacido en Montiel (Ciudad Real) el 18 de agosto de 1884, recibió el Sacramento del Bautismo el día 31 de agosto del mismo mes en la parroquia de San Sebastián. Hijo de Antonio Molina y Ramona Treviño, naturales y vecinos de Montiel (Ciudad Real); pasa su infancia en la calle Cerrillo y se cría en un ambiente familiar regularmente acomodado y de buenas costumbres, dedicados a la agricultura y cristianos ejemplares. Cursa los estudios eclesiásticos en el seminario de Ciudad Real con normalidad y, ordenado Presbítero el año 1910, es nombrado Coadjutor de Agudo primeramente; pasó después a Argamasilla de Alba, posteriormente a Bolaños, luego a Terrinches y más tarde a Villahermosa, cogiéndole la revolución del 1936 en Almedina como Cura Ecónomo desde octubre de 1923.

Iniciado el Movimiento, celebró la Misa en sufragio de Calvo Sotelo, por lo que desde Santa Cruz de Mudela llegaron algunos milicianos, enviados por las autoridades marxistas y asaltaron su casa. El 23 de julio estos mismos le cerraron la iglesia, en vista de lo cual los dirigentes de Almedina, que siempre le apreciaron por su generosidad, lo trasladaron el día 25 de julio a Montiel, pensando que allí estaría más seguro por la compañía de sus hermanos y paisanos. Pero no fue así, sus paisanos, se cebaron en él como lo hicieran con el propio Párroco don Gabriel Campillo Sánchez. Fue detenido primero el 28 de agosto y definitivamente el 11 de septiembre. Un vecino contaba cómo don Juan Félix estuvo largos ratos encerrado en lugares inmundos y sin comer, siendo objeto de malos tratos y de palizas crueles. Con fecha de 29 de septiembre de dos mil cuatro, Dª Francisca Galiano Molina, sobrina de D. Féliz, en representación de 18 personas, aclaraba por escrito detalles de la muerte de su tío: “Mis familiares (abuelos, madre, tíos y tías), ya todos fallecidos, me contaron lo siguiente: Cuando fueron los milicianos a por mi tío don Félix, a su casa, mi madre que vivía con él le dijo que no se fuera, que se escondiera, a lo que él respondió que no, que se entregaba para ver si dejaban tranquilos y en paz a su hermanos Sebastián y Daniel. Cosa que no ocurrió, pues el primero tuvo que irse del pueblo y esconderse en Bolaños durante toda la guerra, y Daniel, mi abuelo, tuvo que hacer lo mismo en el vecino pueblo de Villanueva de la Fuente. Acto seguido, cogió su rosario y se lo colgó del cuello, salió a la calle donde lo apresaron y condujeron a una casa decomisada por las turbas en la Plaza Mayor de Montiel, donde sufrió malos tratos de todo tipo: físicos y psíquicos. Durante el tiempo que mi tío estuvo preso en Montiel, junto con otros convecinos, fue objeto de todo tipo de ultrajes con el fin de que renegara de su fe, cosa que no consiguieron, no pudieron quebrantar su voluntad de hierro, su gran fe en Cristo. Sabemos que no le daban de comer, ni siquiera la comida que le llevaban mis familiares, riéndose y burlándose de él en todo momento. Todos los presos estaban atados con alambre, no con cuerda, y fueron objeto de tremendas palizas. En una de éstas, poco antes de ser asesinado, mi tío recibió un golpe en la cara con la culata de una escopeta, rompiéndole las gafas, inscrustrándose varios trozos de cristal en los ojos, saltándole uno de ellos y quedando ciego. Ya en las inmediaciones del Pozo de la Serna, en la sima conocida por Mina de la Jarosa, mi tío perdonó a sus verdugos y, momentos antes de ser empujado a la sima, con palos y con horcas de hierro, pronunció repetidas veces la frase ¡Viva Cristo Rey!. Mi tío fue asesinado por sus creencias, por su adhesión a la fe cristiana”.

Los trabajadores de aquellos campos cuentan que solían oír consternados los quejidos y tristísimos lamentos de los que se debatían en las angustias de la agonía y del desamparo hasta que morían. Los restos pertenecientes de D. Félix fueron exhumados de la “mina Jarosa” y se hallan depositados desde el día 17 de octubre de 1959, en la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, columbario núm. 2222, piso 4º, cripta Dcha, e inscrito con el núm. 11.203 en el libro de inhumaciones (Patronato de la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos; Fernando Fuertes de Villavicencio, Consejero Delegado Gerente, 3 de febrero de 1961).