Maroto Sánchez, Manuel


MANUEL MAROTO SÁNCHEZ

Capellán del Cementerio de Valdepeñas
Manuel Maroto Sánchez, nació en Moral de Calatrava (Ciudad Real) el 14 de abril de 1871 de familia muy humilde; su infancia y niñez las pasó ayudando a su padre en la finca donde trabajaban en las faenas del campo y de porquerizo. A la edad de 14 años despertó en Manuel su vocación por ser fraile franciscano. Sus padres intentaron por todos los medios quitar de la cabeza de Manuel la idea de ser fraile, por si era una ocurrencia pasajera del muchacho. Pero el empeño de Manuel por su vocación era mayor cada día que pasaba. Ante esta situación, sus padres decidieron llevarlo a la escuela llamada” del Rincón” en Moral de Calatrava, para que aprendiera sus primeras letras, pues hasta entonces Manuel era analfabeto. Su progreso en la escuela fue espectacular, y a la edad de 16 años pudo ingresar en el seminario franciscano de Consuegra (Toledo).

Haciendo realidad su vocación religiosa, tomó el hábito franciscano y sucesivamente hizo su Profesión religiosa y recibió el Sacramento del Orden Sacerdotal distinguiéndose por su celo misionero al marchar a Filipinas donde a duras penas se salvó de los tagalos y sus matanzas, regresando a España, tras penoso viaje de vuelta, el año 1898. Después de varios meses en el convento franciscano de Pastrana obtuvo las licencias para pasarse al clero secular en 1904 y poder atender la situación tan dramática y angustiosa de su familia: vejez de su madre, graves y constantes enfermedades de su hermana, penuria económica etc. En realidad, asumió la condición de enfermero para su familia que generosamente prescindió del hijo y hermano para entregar su vida a Dios y los más necesitados, sirviendo a todos como religioso franciscano. Y desde entonces y hasta su martirio y muerte vivió y ejerció su ministerio sacerdotal en Valdepeñas, como coadjutor de la Parroquia de Ntra. Sra. De la Asunción y Capellán del Cementerio municipal de esta Ciudad.

En Valdepeñas gozó de gran popularidad, donde era conocido como el “Padre Maroto”. Por su capacidad de consolar y acompañar en momentos de sufrimiento por la muerte de un ser querido, desgracias y adversidades, y por su sencillez y genio desenfadado, era querido de todos. Cuidó con esmero la predicación, y, sobre todo, la celebración de los Sacramentos, en especial la Santa Misa y atención a los fieles en el Confesionario. Toda su vida fue un testimonio, de un sacerdote del pueblo y para el pueblo, pobre y servicial, humilde y modesto por su origen y por su profesión de franciscano con un corazón que rebosaba bondad para todos. En la persecución religiosa del verano de 1936, fue de los primeros detenidos y sacrificados en Valdepeñas por ser sacerdotes. Conducido por los milicianos del Frente Popular a la checa de "la Concordia” donde comenzaron sus torturas, vejaciones y calumnias, coincide en la cárcel con el sacerdote don José Martín Jiménez, capellán de Prisiones no sólo en la fecha del martirio, madrugada del 10 de agosto de 1936, sino también en torturas y sufrimientos. De la checa “La Concordia” fue llevado al cementerio de Valdepeñas donde con saña fue torturado y martirizado. El Padre Maroto murió perdonando a sus asesinos. Sus restos mortales descansan en el Panteón del Cementerio de Valdepeñas.