Isasi Martín, Prisco Ramón


PRISCO RAMÓN ISASI MARTÍN

Cura de Corral de Calatrava
Prisco Ramón Isasi Martín nació en Caracuel el día 19 de enero de 1887. Bautizado al día siguiente por don Diego Fernández, Cura Párroco. Hijo de Marcelino Isasi y Antonia Martín. De edad un poco adelantada empezó los estudios eclesiásticos en el Seminario de Ciudad Real. Ordenado de presbítero celebró la primera Misa en su pueblo natal el 6 de enero de 1915. Ejerció el ministerio sacerdotal sucesivamente en los pueblos de la diócesis como Ecónomo de San Lorenzo, Coadjutor de Miguelturra, Valdepeñas y Corral de Calatrava y finalmente fue nombrado Ecónomo de este último pueblo y su anejo Caracuel. Ya en las elecciones del 36, tuvo que presidir a la fuerza uno de los Colegios Electorales. Luego, el 16 de julio de 1936, fue acusado de haber incendiado el Cementerio junto con el sacristán.

Había terminado el triduo a la Santísima Virgen del Carmen, salió don Prisco de su iglesia (a la que ya no volvería) y acompañado de su fiel sacristán Paco, se dirigió al Cementerio Parroquial. Alguien había quemado unos pastos próximos al cementerio y esta fue la excusa para culpar al párroco y sacristán: "El Cura ha pegado fuego al cementerio". En la entrada del pueblo son esperados el cura y el sacristán; y con insultos y portando en las manos piedras les siguen hasta el Cuartel de la Guardia Civil. Momentos después, se les comunica la orden de detención y encarcelamiento y desde la cárcel, esa misma noche, son trasladados al Gobierno Civil de Ciudad Real. Convencidos de la inocencia de ambos son dejados en libertad, pero con la prohibición de regresar a El Corral hasta nueva orden.

Una vez en libertad informa al Sr. Obispo, Don Narciso de Estenaga y se dirige a Caracuel, su pueblo natal, para despedirse de su madre y recoger algunas cosas personales, y en Caracuel le sorprende el 18 de julio. A su paso por Ciudad Real para dirigirse a Valdepeñas es conocido y delatado por un paisano y de nuevo es conducido a las dependencias del Gobierno Civil, donde permanece algunos días. Se le permite hospedarse en una pensión de la calle de la Rosa, 2 y de allí lo sacan en la noche del 28 de agosto, camino del cementerio donde recibió el martirio, no sin antes uno de sus guardianes haberle fracturado una pierna con la culata del fusil al llegar a la Puerta de Toledo, ya próximo al Cementerio de Ciudad Real. Era el 28 de septiembre de 1936. Acabada la guerra, identificados sus restos, recibieron sepultura en el cementerio de Caracuel. Una lápida perpetúa su memoria en la Iglesia de Caracuel, donde fue bautizado, recibió la Sagrada Comunión y cantó su primera Misa. La fama de mártir perdura en la actualidad.