Fernández y Fernández, Rafael


RAFAEL FERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ

Párroco de Abenójar
Nace en Hinojosas de Calatrava (Ciudad Real) a las once de la noche del día 24 de octubre del año 1872. Hijo de Esteban Fernández Moreno, de profesión labrador y de Cesárea Fernández. Bautizado el día 28 por don Lorenzo Ramírez, coadjutor de la Parroquia. Su infancia transcurre en la calle de San Antonio nº 4 de su pueblo natal en un ambiente sencillo y cristiano.

En el Seminario de Ciudad Real cursa los estudios eclesiástico y ordenado de presbítero celebra su primera Misa solemne el 25 de marzo de 1901. En sus años de seminarista y después como sacerdote era tal la aceptación que tenía entre sus compañeros por su optimismo, facundia y gracejo que le llamaban el” insigne", comenta D. José Jiménez Manzanares en el Martirologio Diocesano, año 1947. Sin duda, el ambiente religioso de su pueblo natal, influyó en el hecho de su vocación. Enseguida fue nombrado Coadjutor de Granátula de Calatrava. Participa en el concurso a Parroquias del año 1904, siendo obispo Prior D. Casimiro Piñera y Naredo y obtiene en propiedad la Parroquia de Poblete, y más tarde, en el Concurso convocado por el obispo Gandásegui, nuevamente oposita y obtiene la Parroquia de Abenójar, catalogada de ascenso de la que toma posesión el 9 de mayo de 1914. Estuvo al frente de la Parroquia de Abenójar 22 años ininterrumpidos. Sumaba 3400 habitantes la Parroquia de la Asunción de Abenójar y su anejo Navacerrada, atendido éste por don Pablo Navas Barranquero (nacido el año 1894 y ordenado de presbítero el año 1929).

Con la llegada de la República sufrió por parte de la revuelta “Casa del Pueblo” un continuo y arduo tropiezo que, lejos de aminorar, enardecía su fervor de sacerdote en defensa de los derechos de la Iglesia. Al fin, en julio de 1936, es detenido y llevado al templo parroquial. La desolación del lugar santo, ya devastado y profanado, le hizo sufrir un síncope. Después se le encerró en un calabozo inmundo del que fue sacado gracias al valor de un anciano médico que certificó la insalubridad del lugar. Entones se le condujo a la cárcel con los demás presos. El 20 de septiembre, con el consabido achaque de que le llevaban a prestar declaración, fue sacado en un coche llegado de Ciudad Real, junto con don Juan Samper Gómez, vecino de la localidad, siendo ambos asesinados a corta distancia de Corral de Calatrava.

Finalizada la guerra civil, un sobrino, llamado como él, Rafael, con fecha del once de junio de 1939 solicitó el traslado de los resto del cementerio de Corral de Calatrava al de Puertollano y recibieron cristiana sepultura. Don Rafael causó la admiración de todos en el momento de su muerte. Así lo reconoció posteriormente uno de sus asesinos que confesó cómo le temblaba la mano en el momento fatídico. Recordaba también cómo don Rafael le recriminaba su proceder y la inutilidad de sus ataques a la religión de Cristo. También animó a un compañero de martirio, diciéndole que “los hombres no deben llorar ante la muerte por Dios y por la patria”. Y le recordaba que pronto iban a comparecer ente el Señor, que los recibiría como mártires en su gloria