Dios Villacañas, Eduardo de


EDUARDO DE DIOS VILLACAÑAS

Beneficiado tenor de la S. I. Prioral
Eduardo Simón del Corazón de Jesús de Dios y Villacañas nace en Jaén, el día 1 de junio de 1891. Hijo de Francisco de Dios de la Cruz, empleado de profesión y de Francisca Villacañas y Quesada. Bautizado el día 3 de junio por D. Juan Garrido Quesada, párroco de San Juan y San Pedro de Jaén. Cursa los estudios eclesiásticos en el Seminario de Jaén y recibe la ordenación de Presbítero en Segovia. Destacó por su excelente voz y su instrucción musical, por lo que al quedar vacante - por traslado de don Antonio Margelí- la plaza de Tenor en la Iglesia – Prioral de Ciudad Real, cuando sólo era Diácono, se presentó como opositor y, aprobado el concurso, tomó posesión de dicha plaza de Tenor Segundo el 1 de agosto de 1914.

El 19 de septiembre del mismo año fue promovido al sacerdocio en Segovia por el señor Obispo Dr. D. Remigio Gandásegui y Gorrochátegi a la vez que don Miguel Ruiz Pérez que fuera Director de “El Pueblo Manchego (+ 23-24.11.1936 en Paracuellos) y don Especioso Perucho Granero (+ 19.8.1936 en Campo de Criptana). Don Eduardo -sencillo, amable y servicial- se ambientó fácilmente en la diócesis y Ciudad Real, como Tenor de la Catedral y Capellán de las Monjas Concepcionistas. Éstas le estaban muy agradecidas por su disponibilidad para servirlas. Fue muy conocido y querido en la Diócesis por haber cantado asiduamente en las fiestas y grandes solemnidades religiosas celebradas en la mayoría de los pueblos. Arrojado de la casa- capellanía del Convento, en julio del 1936, se cobijó en la hospedería de la calle Montesa nº.6, propiedad de Dª Ramona Navalón, viuda de Martínez.

En efecto, cuando el día 25 de julio de 1936 D. Jesús Hita Miranda (Marianista, beatificado por Juan Pablo II, el 1 de octubre de 1995) se refugia en dicha pensión ya estaba alojado don Eduardo de Dios Villacañas con quien compartirá la habitación. Dos días antes, habían llegado dos religiosos Pasionistas de Daimiel: el P. Juan Pedro de S. Antonio y el Hermano Pablo María de S. José (beatificados por Juan Pablo II, el 1 de octubre de 1989). El 28 de julio se refugió en la fonda el P. Tomás Ramos Muñoz, misionero del Corazón de María, quien compartió la habitación con los dos Pasionistas. “Los cinco vivían casi como en una comunidad rezando”, dijo uno de los hospedados en dicha fonda.

El 25 de septiembre, diez de la mañana, unos milicianos irrumpen en la pensión y se llevan a los cinco huéspedes a la “checa” del Seminario Conciliar. Los cinco fueron fusilados en Carrión, a las 11 de la noche, aproximadamente, y arrojados al fatídico “pozo de Carrión”. En noviembre de 1960 se hizo la exhumación de los restos del famoso pozo de Carrión, para trasladarlos al Valle de los Caídos". La razón por la que les dieron muerte la indicó claramente el Frente Popular por boca de uno de sus elementos ejecutores de la pena capital: “elementos muy peligrosos”. Peligrosos… ¿Enemigos de quién, unos hombres que habían dedicado todas sus vidas al servicio de los demás? Don Eduardo de Dios y compañeros de la pensión fueron asesinados por ser cristianos, es decir, por “odio a la fe” que valientemente confesaron. La Iglesia ha reconocido públicamente el martirio de los cuatro compañeros de prisión. El nuevo y peor de los martirios que podríamos cometer con don Eduardo sería condenarlo al olvido y no reconocer la palma del martirio de la que gozan ya sus compañeros de cautiverio y persecución.