Castellanos Caravaca, Luis


LUIS CASTELLANOS CARAVACA

Párroco de Santa María La Mayor de Alcázar de San Juan
Luis Narciso Castellanos Caravaca nace en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) el día 29 de octubre de 1897; hijo de Lope de Castellanos, sirviente de profesión y de Luisa Caravaca. Luis Narciso, el más joven de los varones de una familia humilde formada por cinco hijos (tres varones: Juan Antonio, Julio y Luís Narciso y dos niñas: Purificación y Margarita), pasa su infancia en la calle de las Peñas y es conocido por don José Jiménez Manzanares, que llega a la parroquia de Santa Quiteria como coadjutor el 12 de octubre de 1907 y vive en la planta alta de una casa propiedad de los padres de Luis, en la calle San Francisco n.18. Luis con su familia ocupan la planta baja de la misma vivienda lo que explica el trato familiar con el joven Luis.

Luis al cumplir los 10 años es animado por D. José a ingresar en el Seminario. Y, en efecto, cuando don José Jiménez Manzanares deja Alcázar de San Juan trasladado a Valdepeñas, Luis era ya seminarista. Amistad entre sacerdote y seminarista se intensificará porque don José Jiménez vuelve a Alcázar de San Juan como Párroco de Santa María y, al dejar esta ciudad para ocuparse de la Parroquia de Infantes, el año 1913, Luis era ya un aventajado estudiante de Teología.

Cursa los estudios eclesiásticos en el Seminario de Ciudad Real con éxito; enviado a Roma, se licencia en Sagrada Teología en la Gregoriana. Regresa a Ciudad Real por razones de salud y canta Misa el 26 de septiembre de 1920 en la Parroquia de Santa María. En tan solemne acto predicó el ya Canónigo de la Iglesia Prioral Catedral, M.I.S. D. José Jiménez Manzanares; oficiaron de Padrinos de Capa D. Daniel Martín de Almagro, Párroco de Santa María de Alcázar y el Lic. D. Miguel Alderete Heredia, Cura Ecónomo de Santa Quiteria de esta ciudad. En Ciudad Real ejerce el ministerio sacerdotal primero como Capellán en la Academia Pérez Molina y pasó después a Alcázar de San Juan como Ecónomo de Santa María, su parroquia donde hizo la Primera Comunión, sintió la llamada al sacerdocio y celebró su Primera Misa.

Desde Alcázar de San Juan oposita en octubre de 1928 y obtiene una plaza de Canónigo en la Catedral de Ciudad Real. Fue Capellán y Profesor de la Academia General de Enseñanza y también, uno de los cinco Jueces pro- sinodales del obispado. Pero, al suprimirse las asignaciones del Clero, en 1932, el obispo le propuso volver, en 1933, a la Parroquia de Santa María, en Alcázar de San Juan.

Desde el primer momento de la persecución religiosa en Alcázar, se vio acosado por su condición sacerdotal. Llevado preso a la capital, junto con otros muchos, alguien consiguió que lo devolvieran a Alcázar de San Juan. Pero vivió sólo dos meses más. Y, cuando los aviones nacionales volaron con sus bombas la gasolinera de Alcázar de San Juan, fue sacado, al fin, en represalia y el 15 de septiembre era asesinado en los términos de Herencia. Su cadáver fue arrojado a una sima, sin que haya sido posible recuperar. Don Luis encontró la muerte por ser sacerdote, como el resto de sus compañeros.

Las palabras consignadas en una tarjeta de visitas definen la vida interior y probada virtud de D. Luís: “mi amor, Dios; mi tesoro: la pureza; mi único temor, perderla”. Sacerdote humilde, sencillo a pesar de su formación y condición de Canónigo era estimado y respetad por todos. Cuidó con especial esmero de la Acción Católica. Fue asesinado sólo por ser sacerdote. Perdura su fama de martirio, en la actualidad