Carranza Ortiz, Aníbal


ANÍBAL CARRANZA ORTIZ

Párroco de La Solana
Nace en Tomelloso (Ciudad Real) el 22 de junio de 1880 en el seno de una familia cristiana, registrado con los nombres de Aníbal, Mario, Eduardo, Eugenio y Marcial y en los primeros días recibe el Bautismo, sin que conste la fecha por haber sido destruido el Archivo Parroquial. Hijo de Eduardo Carranza Espinosa, zapatero de profesión y de Amalia Ortiz Martínez. Hace sus primeros estudios sacerdotales en el colegio de San José de Murcia, continuándolos en Ciudad Real. Toma parte, antes de ser ordenado de Presbítero, en el Concurso a Parroquias de 1904, obteniendo la de Valverde y recibido el Presbiterado, noviembre de 1905, se hace cargo de la parroquia.

Siendo estudiante de Teología en el Seminario de Ciudad Real colabora eficazmente en la formación de los alumnos de la comunidad de teólogos, gozando de la confianza del entonces Rector del Seminario, Sr. Ilumdain, así como de la estima de los alumnos. Dotado de especiales virtudes humanas y capacidad intelectual es enviado, una vez ordenado sacerdote, a doctorarse en Sagrada Teología en Toledo. Posteriormente se le encomienda la Parroquia de Villahermosa. Concursa de nuevo el año 1913 y es nombrado Párroco del Santo Cristo de Valdepeñas que, al fin, permuta el 1924 por la Parroquia de La Solana.

Podemos decir que fue dos veces mártir. La primera, apresado por los milicianos en la calle Cristo del Valle es llevado a la cárcel instalada en el Monasterio de las monjas dominicas y en el trayecto cae víctima de una descarga, presenciada por dos jóvenes, de profesión pastor, que lo postra en tierra durante largo tiempo, sin que muera, en la mañana del 10 de agosto de 1936, hasta que alguien lo recoge y lleva al hospital de la Cruz Roja, donde es atendido. La segunda cuando, después de recuperado de las heridas, es sacado de ésta con el engaño de ser trasladado a su pueblo de origen, Tomelloso y, en las tapias del cementerio, es asesinado, el 30 de noviembre.

Sacerdote celoso y ejemplar, trabaja incansablemente en vitalizar, tanto en Valdepeñas como en La Solana, la Pía Unión de las Marías y de los Discípulos de San Juan, así como en la Acción Católica

En los tres meses que precedieron a su muerte sufre en la cárcel insultos, amenazas y, especialmente por las noticias de asesinatos de compañeros sacerdotes y feligreses, desmanes sacrílegos en los templos de la localidad. Muere perdonando a todos, especialmente a dos milicianos (prescindo de identificación). Finalizada la guerra los restos son trasladados a su pueblo natal de Tomelloso donde reposan, en el cementerio de la localidad.