Alvarez Soriano, Arcadio


ARCADIO ALVAREZ SORIANO

Párroco de Cabezarados y Minas de San Quintín
Arcadio José Domingo Álvarez Soriano nace en Almadenejos (Ciudad Real) el 13 de noviembre de 1880, y es bautizado el día 21 de noviembre del mismo año en la Parroquia de la Inmaculada Concepción por el párroco D. Santiago Navarro y se le puso los nombres de Arcadio, José y Domingo. Hijo de Domingo Álvarez Molina, natural de Almodóvar del Campo y Carmen Soriano Jijona, de Argamasilla de Calatrava.

El padre, D. Domingo Álvarez, Profesor de Instrucción Primaria (maestro de escuela), ejerce mucho tiempo en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), donde Arcadio pasa la casi totalidad de los años de niño y seminarista, razón por la que ha sido tenido por vecino de Almodóvar del Campo. Debido al buen ambiente familiar pronto destaca por su capacidad y brillantez intelectual. Cursa los estudios eclesiásticos en el Seminario de Ciudad Real y, obtiene el bachillerato en Teología en Toledo, destacándose por su cultura, cualidades humanas cultivadas desde niño en una familia profundamente cristiana.

Bachiller en Teología, toma parte en el concurso a parroquias del año 1904 durante el pontificado del obispo Piñera, consiguiendo, antes de ser ordenado de presbítero el 26 de octubre de 1905, la Parroquia de Cabezarrubias del Puerto donde ejerce el ministerio sacerdotal muchos años hasta que permuta por la de Cabezarados, parroquia “de entrada”, titular de San Juan Bautista (Arciprestazgo de Almodóvar del Campo), de 1333 habitantes.

Al amanecer del día 19 de julio de 1936 un grupo de milicianos registran la casa parroquial de Cabezarados, con el pretexto de buscar armas, y junto con su hermana son expulsados de la casa. Ambos son recogidos en casa del Sr. Zamora, vecino del pueblo. Por fin, el 6 de agosto de 1936 se le obliga a salir del pueblo junto con su hermana. Sobre las dos horas de día 12 de este mismo mes y año, en un descampado a tres kilómetros del pueblo, es asesinado, tras sufrir horribles vejaciones, insultos y atrocidades. Su cadáver fue arrojado al fondo de la mina "La Cartajenera", sin que haya sido posible sacar los restos.

En el lugar de la muerte, el sacerdote D. Antonio Martín López (q.e.d), siendo párroco de Cabezarados, hizo colocar una cruz en el lugar donde fue asesinado en su memoria.