Sánchez Díaz, José


JOSÉ SÁNCHEZ DÍAZ

Casado, sacristán de la parroquia de Peñas de San Pedro
Era natural de Peñas de San Pedro (Albacete). Estaba casado con Eloina, tuvieron 4 hijos, Ángel, Juan, Lola y Ana. Procedía de una familia humilde. Era carpintero y su mujer modista. También era el sacristán de la parroquia, se le conocía como Pepe el Sacristán, y su mujer, a la que ayudaba, se encargaba de limpiar la iglesia. Además era el organista de la parroquia. Era un hombre querido por la gente. También se encargaba de arreglar el Santo Cristo del Sahúco. Siempre estaba con los sacerdotes D. Rigoberto de Anta y D. Antonio Zamora, ambos asesinados el mismo día que José. Vivía entre su casa, su taller y la parroquia. No se le conoció que se hubiera metido en política.

Así pues, los dos fueron detenidos el 18 de agosto de 1936, y conducidos presos al cuartel de la Guardia Civil de Peñas de San Pedro. Junto a Don Antonio detuvieron también a Don Rigoberto de Anta y de Barrio (éste era el Párroco de Peñas de San Pedro, pero su Causa ya fue introducida en otro Proceso de Canonización). El 23 de agosto el grupo, formado por doce detenidos, fue trasladado a Albacete. Pero con el pretexto de que en la Prisión Provincial no había lugar fueron devueltos a la Cárcel de Peñas.

En las primeras horas de la madrugada del día 24 de agosto fue conducido en un camión al término de Pozuelo y allí fueron asesinados. El lugar exacto era la carretera de Hellín al Ballestero, en el sitio denominado Pino Herrero, en el término de Pozuelo (Albacete).

Antes de morir Don Antonio aún pronunció unas palabras para recordar a sus compañeros y dejar bien sentado ante sus verdugos que morían por Jesucristo, afirmando el sentido gloriosamente cristiano de la muerte que iban a sufrir. Don Rigoberto dio la absolución a todos. Él fue el último en morir y cuando le llegó el turno repartió los pocos objetos que llevaba encima entre aquellos que le iban a matar; y al tiempo que disparaban sus armas, él grita estas palabras: Señor, perdónalos, como yo los perdono. Asesinados por medio de descargas de fusil y de escopeta, a Don Antonio después de muerto le dieron con una piedra en la boca rompiéndole los dientes.

Después echaron los cadáveres en el camión para llevarlos al cementerio de Pozuelo, y al pasar por la aldea de la Zarza, los milicianos, mofándose de los cadáveres, les dijeron a las mujeres de la aldea: - ¡Mujeres venir a ver los tomates que traemos!