Zamora López, Antonio
ANTONIO ZAMORA LÓPEZ
Coadjutor de la parroquia de Peñas de San Pedro
Nació en Aljucer, pueblo de la huerta de Murcia, el 22 de diciembre de 1907. Estudió primero en el Colegio de San José de Murcia y luego en el Seminario Conciliar de San Fulgencio. Se ordenó sacerdote en mayo de 1932. Después de ejercer el ministerio en Cartagena, en el verano de 1934 es nombrado coadjutor de la parroquia de Peñas de San Pedro (Albacete) y profesor de un Colegio privado de Segunda Enseñanza en Albacete capital. Junto a sus brillantes dotes de inteligencia y de cultura y de su celo infatigable por el bien espiritual de sus feligreses, sobresale por su preocupación por los pobres, despojándose más de una vez de sus propias ropas.
Iniciada la guerra, tenía un salvoconducto que le autorizaba, como profesor de Colegio, el trasladarse con sus familiares a Murcia. Mas unas palabras, en extremo prometedoras, del alcalde le garantizaron su seguridad personal mientras estuviese en el pueblo... Esta garantía resultó pronto engañosa cuando el día 18 de agosto de 1936 fue detenido y encerrado.
Allí se encontró con el Beato Rigoberto de Anta y de Barrio, su párroco y con el seglar José Sánchez Díaz. El 23 de agosto el grupo, formado por doce detenidos, fue trasladado a Albacete. Pero con el pretexto de que en la Prisión Provincial no había lugar fueron devueltos a la Cárcel de Peñas.
En las primeras horas de la madrugada del día 24 de agosto fue conducido en un camión al término de Pozuelo y allí fueron asesinados. El lugar exacto era la carretera de Hellín al Ballestero, en el sitio denominado Pino Herrero, en el término de Pozuelo (Albacete).
Antes de morir Don Antonio aún pronunció unas palabras para recordar a sus compañeros y dejar bien sentado ante sus verdugos que morían por Jesucristo, afirmando el sentido gloriosamente cristiano de la muerte que iban a sufrir. Don Rigoberto dio la absolución a todos. Él fue el último en morir y cuando le llegó el turno repartió los pocos objetos que llevaba encima entre aquellos que le iban a matar; y al tiempo que disparaban sus armas, él grita estas palabras: Señor, perdónalos, como yo los perdono. Asesinados por medio de descargas de fusil y de escopeta, a Don Antonio después de muerto le dieron con una piedra en la boca rompiéndole los dientes Después echaron los cadáveres en el camión para llevarlos al cementerio de Pozuelo, y al pasar por la aldea de la Zarza, los milicianos, mofándose de los cadáveres, les dijeron a las mujeres de la aldea: - ¡Mujeres venir a ver los tomates que traemos!
Iniciada la guerra, tenía un salvoconducto que le autorizaba, como profesor de Colegio, el trasladarse con sus familiares a Murcia. Mas unas palabras, en extremo prometedoras, del alcalde le garantizaron su seguridad personal mientras estuviese en el pueblo... Esta garantía resultó pronto engañosa cuando el día 18 de agosto de 1936 fue detenido y encerrado.
Allí se encontró con el Beato Rigoberto de Anta y de Barrio, su párroco y con el seglar José Sánchez Díaz. El 23 de agosto el grupo, formado por doce detenidos, fue trasladado a Albacete. Pero con el pretexto de que en la Prisión Provincial no había lugar fueron devueltos a la Cárcel de Peñas.
En las primeras horas de la madrugada del día 24 de agosto fue conducido en un camión al término de Pozuelo y allí fueron asesinados. El lugar exacto era la carretera de Hellín al Ballestero, en el sitio denominado Pino Herrero, en el término de Pozuelo (Albacete).
Antes de morir Don Antonio aún pronunció unas palabras para recordar a sus compañeros y dejar bien sentado ante sus verdugos que morían por Jesucristo, afirmando el sentido gloriosamente cristiano de la muerte que iban a sufrir. Don Rigoberto dio la absolución a todos. Él fue el último en morir y cuando le llegó el turno repartió los pocos objetos que llevaba encima entre aquellos que le iban a matar; y al tiempo que disparaban sus armas, él grita estas palabras: Señor, perdónalos, como yo los perdono. Asesinados por medio de descargas de fusil y de escopeta, a Don Antonio después de muerto le dieron con una piedra en la boca rompiéndole los dientes Después echaron los cadáveres en el camión para llevarlos al cementerio de Pozuelo, y al pasar por la aldea de la Zarza, los milicianos, mofándose de los cadáveres, les dijeron a las mujeres de la aldea: - ¡Mujeres venir a ver los tomates que traemos!