Sánchez Castaño, Antonio


ANTONIO SÁNCHEZ CASTAÑO

Rector de la Iglesia de San Roque de Hellín
Nació el 3 de febrero de 1900 en La Ñora (Murcia). Influido grandemente por su hermano Saturnino, ingresará en el Seminario de San Fulgencio de Murcia, donde éste ya se encontraba estudiando. Después de ejercer diversos cargos en distintos puntos de la Diócesis, coincidirán ambos hermanos en Hellín (Albacete), recibiendo Don Antonio el nombramiento de rector de la Iglesia de San Roque.

El inicio de la guerra civil les sorprende en Hellín, y comienzan a ser conscientes del peligro que corren por su condición de sacerdotes. Y en vez de huir, asumen este riesgo, animándose arduamente ambos hermanos. Como cierto día su hermano aludiese al mucho tiempo que llevaban sin confesar, don Saturnino le respondió: No tardaremos mucho en confesar a Jesucristo. Será la noche que menos lo pensemos. Y advirtiendo, que al oír esto, su hermana se entristeció, trató de consolarla, añadiendo: ¿Puede haber algo más hermoso y apetecible que el martirio? Sin enfermedad y sin agonía se va uno derechito al cielo. Y, por otra parte, así cooperamos a la solución de España que, como muchas veces te he dicho, no se regenerará si no es lavada con sangre de mártires.

Estos presagios no tardaron mucho en cumplirse, y el día 25 de agosto de 1936, a las dos de la tarde, se presentó en el domicilio de los dos hermanos sacerdotes una patrulla de hombres armados, reclamando a Don Antonio. Pero entonces Don Saturnino, que estaba enfermo, declaró tajantemente que su hermano no saldría de casa, si él no le acompañaba. Los milicianos no pusieron objeción alguna a que acompañara a su hermano. Los llevaron, en principio, al Ayuntamiento, y allí los retuvieron hasta las dos de la madrugada del día siguiente. A esa hora, montándolos en un coche, los sacaron a la carretera de Peñas de San Pedro (Albacete). Y por ella caminaban, cuando al llegar al Olivar de Morote, Don Saturnino sufrió un colapso. Don Antonio suplicó a los milicianos que parasen el coche para que con el aire de la noche su hermano se recuperase. Al bajar, se percató que los milicianos comenzaban a preparar sus armas para disparar. No disparéis sobre mi hermano que el pobre ya no lo necesita. Y mientras extiende su brazo derecho para proteger la cabeza de Don Saturnino, dispararon sobre ambos, quedando tendidos por tierra, abrazados sus cuerpos, y acribillados a balazos. Todo esto sucedió en la madrugada del 26 de agosto.