Sánchez Ruíz, Francisco


FRANCISCO SÁNCHEZ RUIZ

Presidente de la Acción Católica del Centro de Sonseca
Nació en Sonseca (Toledo) el 28 de abril de 1910. Desde niño le era familiar el sonido de la fragua al martillar sobre el yunque el hierro candente. Su padre era herrero. El creyó que había nacido para serlo y que era para él, como un deber, el trabajar en el taller de su casa, ayudando a su padre. Hasta que… Salió por primera vez del pueblo, vio otros horizontes, otras gentes. Se dio cuenta de que muchísimos jóvenes a su edad estudiaban, sabían discurrir, hablar, desenvolverse mejor, hacer cosas bellas. Y él en su pueblo no era de los últimos, aquí se sintió pequeño, muy pequeño en su ignorancia. Reflexionó que a él no le faltaba inteligencia para llegar a ser lo que “aquellos”, sino enseñanza. Lamentó no haber mediado antes que existen vidas mejores que la suya por la cultura, para haber buscado más joven la instrucción superior. Pero no se desanimó. Para elevarse un poco, siempre era tiempo. El se propuso saber, aprender mucho, llegar a poseer una cultura que le sirviera para presentarse a cualquier sitio sin sentirse nunca ridículo, cosa que hace tanto sufrir al ser que, lleno de dignidad, posee un poco de orgullo o amor propio. Y luego… dejar lo que toda su vida anterior creyó su destino: el taller mecánico.

Estudiaría trabajando en el yunque. Eso sí, seguiría en el negocio para, con su padre, levantar más y más su casa en bien de los suyos que eran muchos. No quitaría una hora al trabajo cotidiano que constituía el pan diario, pero velaría robando horas al sueño, perdería su paseo, una reunión… cualquier distracción para estudiar y procurarse un porvenir más elevado. Por eso tenía que luchar mucho y trabajar más. ¡Qué sueño poder estudiar en Madrid!, pero solo tenía que vencer todos los obstáculos y barreras, ya que era imposible dejar así a su padre y no se podían pagar profesores. Había algún dinero, pero debía ahorrarse. Decidió hacer el bachillerato en poco tiempo. Soñó con llegar a obtener el “Don”, no por soberbia sino por la justa satisfacción de haber logrado conquistarlo y como premio a su esfuerzo. Siempre fue Paquito parco en palabras que hablaran bien de sí mismo y mal de los demás. De expresión seria y sonrisa fácil, sin embargo, espíritu sano, alegría sana. Para él no existía la diversión. Todo era estudio, y descanso poco.

Parece que teniendo fuerte inclinación al trabajo, no debía haber pensado en otra cosa, puesto que en su casa tenía el pan seguro. Pero es que Paquito se había dado cuenta de que aquello era vivir muy esclavo y él quería hacerlo como hombre libre con la gracia de Dios. Tuvo que ir a Madrid a cumplir el servicio militar. Y sin fijarse en otros de pueblo que aprovechaban el tener que vivir en la capital para divertirse y malgastar el dinero ganado a fuerza de sudores en su casa, Paquito hizo cálculos para saber cuántas horas tendría libres y podría emplear en instruirse. Aprovechó bien el tiempo y regresó a su pueblo toledano con un álbum de láminas dibujadas con mil conocimientos aprendidos observando, preguntando y leyendo, y con la satisfacción de saber más que cuando marchó.

Todo iba bien, el negocio subía, la casa mejoraba, él sacaba los cursos adelante… Se sentía más contento de sí mismo y continuaba queriendo ser más culto… Desde su escapada a la Exposición de Barcelona, no había hecho otro viaje largo. Tenía ilusión por ver las grandes fábricas y los Altos Hornos de Bilbao, de donde reenviaban el hierro que ellos empleaban luego para hacer artes, norias y otros objetos para las huertas. En 1935 decidió el viaje y en noviembre marchó a Vizcaya. Ya era Presidente de Acción Católica de Sonseca. La visita a las industrias le impresionó y el ambiente elegante le sedujo. ¡Qué diferencia de estos pueblos grandes y hermosos de Bilbao a los de Toledo! “Pobres e ignorantes” decía. Cuentan que hasta los últimos días no dejó de estudiar, aun viviendo en el terror de poder morir…

Eran las dos de la tarde del 20 de octubre de 1936. La banda de forajidos y criminales apresaba a los jóvenes, adultos e incluso a algún anciano. El dolor punzaba las entrañas de las mujeres (madres, esposas, hermanas…); como dolorosas afligidas, corrían a torrentes las lágrimas por sus mejillas. El golpear de las sienes las anonadaba. Un escalofrío de temor y de miedo tenía repercusión general en el pueblo. Puertas y ventanas cerradas; silencio sepulcral en las calles y casas.

Fue en la tarde de ese día cuando vilmente engañados por los milicianos, el Siervo de Dios Francisco Sánchez y su padre, con las herramientas al hombro, fueron a arreglar un camión. Más su destino fue la cárcel. Con el rosario en la mano y con impulsos amorosos y de redención, a todos confortará, a todos alegrará, para las horas decisivas del martirio; gracias a él ni uno solo decayó. No solo, sino en compañía de otros miembros de la Acción Católica, sufrieron las horas más graves.

Allí encerrados, con más de treinta paisanos y con los otros miembros de la Acción Católica marcaron un ambiente de espiritualidad y contento. Finalmente sería la media noche, cuando en rugientes camiones como protestando del crimen horrendo que se iba a acometer, los conducen al campo bendito de Orgaz (Toledo). A su paso por la ermita, el mismo clamor se levantó de todos los pechos, con un adiós de despedida a la Virgen de los Remedios. Luego, balas asesinas, hicieron rodar por tierra a los jóvenes de la Acción Católica. El fin criminal estaba consumado. Su venganza fiera, biliosa y sanguinaria, había hecho entrada en corazones puros y nobles. Alguien dejó escrito: “Murieron para ellos, para los forajidos; pero no murieron, ni morirán nunca para nosotros que hemos de hacer fecunda una sangre en nuestra, porque eran hermanos, y una vida que es ejemplo de una generación fuerte vigorosa y cristiana”.

La postulación conserva un cartel de las fiestas de la Virgen del Remedio, patrona de Sonseca, del año 1939. Durante los días 13 a 22 de mayo (hace mes y medio que ha terminado la guerra) tendrán lugar los diferentes actos religiosos. El 22 de mayo a las nueve y media de la mañana se celebrará un solemne funeral por todos los asesinados desde el 4 de agosto de 1936 al 16 de marzo de 1937. Aparecen numerados, según los días en que fueron asesinados, el primer lugar lo ocupa el Siervo de Dios Casimiro Rivera Eusebio, cura ecónomo de Sonseca que fue asesinado el 4 de agosto de 1936. El 20 de octubre de ese año, el día más funesto, aparecen 31 nombres, pero que siguen la correlación de otros 27 que ya han sido asesinados durante los meses de agosto y septiembre.

nº 36 Juan García-Pulgar y García-Ochoa Estudiante (Acción Católica) nº 39 Emiliano Rojas Avilés Pintor (Acción Católica) nº 46 Eugenio Perezagua Caberta Carretero (Acción Católica) nº 48 Francisco Sánchez (hijo) Mecánico (Acción Católica) nº 57 Luis Pérez Caberta Estudiante (Acción Católica)

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