Salgado Ruiz-Tapiador, Francisco


FRANCISCO SALGADO RUIZ-TAPIADOR

Estudiante de medicina
Natural de Orgaz, había nacido el 6 de julio de 1909. El 10 de julio, en su bautismo recibió los nombres de Francisco de Paula Isaías. Hijo de Augusto Salgado, médico titular de esa villa, y de María Juana Ruiz-Tapiador. Cuando sucedieron los hechos luctuosos del año 36, ya había cumplido 27 años, y era estudiante de medicina. Tras los primeros asesinatos optó por no salir. El 13 de agosto de 1936 avisaron que era conveniente que se escondiese, así lo hizo por tres días. Una de sus hermanas, encargada de llevarle la comida durante este cautiverio, afirma “que siempre le encontraba con el rosario entre las manos y que su aspecto risueño, mostraba no tener la menor inquietud en su conciencia, pura como un ángel”.

Los días que transcurrieron hasta el 18 de agosto, señalado para su martirio, los pasó entre la familia, fuera ya del escondite y esperando cada momento fueran a buscarle. A las 9 de la mañana del día 17 se presentó en casa un grupo de seis milicianos para llevarse a Francisco a las consabidas declaraciones. El joven estudiante escapó por el tejado a la casa contigua, que era de una tía carnal, y allí estuvo hasta el atardecer, en cuya hora se volvió a su casa temeroso de comprometer a alguien de la familia. Regresaron al punto los milicianos, que no vieron a Francisco entre el grupo familiar. Como amenazaron los milicianos que si no se presentaban detendrían a su hermano Andrés, mayor que él y casado, con ánimo entero y decidido Francisco dijo que se marchaba a buscarles, como lo hizo, mas antes se despidió de todos los suyos abrazándoles tiernamente.

La declarante afirma que cuando le estreché en mis brazos le dije: -Paco, piensa que no tienes más que un alma y si la ganas lo tienes ganado todo. A lo que él respondió: -Ya lo sé. Igualmente mí querida madre al abrazarle le dijo: -Hijo mío, ofrece tu vida a la Santísima Virgen del Carmen. A lo que contestó con indecible fervor: -Mamá, hace ya muchos días que se la tengo ofrecida. Y fue a la cárcel presentándose voluntario y diciendo: -Aquí me tenéis.

La respuesta fue meterle en un calabozo donde ya tenían detenidos a dos señores ancianos y varios jóvenes amigos suyos, entre ellos un sacerdote que les absolvió a todos antes de salir para el martirio, que tuvo lugar aquella misma noche, del 18 de agosto, en Mazarambroz (Toledo). Fue gritando, junto a los demás, desde la camioneta vivas a Cristo Rey. Al llegar al sitio convenido para fusilarles quisieron obligarles a gritar por tres veces vivas al comunismo pero ellos gritaron con más fuerzas ¡Viva Cristo Rey! mientras eran fusilados. Luego los cuerpos fueron arrojados a una mina cercana a aquel lugar, se dice que incluso alguno aún estaba vivo.