Rojas Avilés, Emiliano


EMILIANO ROJAS AVILÉS

Acción Católica del Centro de Sonseca
Nació en Sonseca el 30 de junio de 1915. Contaba 22 años cuando le cupo el honor de ser mártir. De carácter alegre, nunca la contrariedad y el disgusto tuvieron asomo en su semblante. Trabajador desde pequeño, auxiliaba a su padre, mártir como él, en su taller de hojalatería. Sus aficiones a la pintura le llevaron a acometer empresas dignas de elogio. Perfeccionó sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Toledo y siempre, obras salidas de sus manos, tenían representación en cualquier manifestación religiosa. Su madre, declaraba llena de dolor, el vivo entusiasmo que en él despertó la celebración del cincuentenario del Apostolado de la Oración al colocar en el arco central de nuestra Iglesia una pintura simbolizando el escudo cardenalicio, siendo efusivamente felicitado. La fiesta fue el 27 de octubre de 1935, que era el día de Cristo Rey. Múltiples casas de Sonseca vieron adornadas sus habitaciones con pinturas y filigranas artísticas de nuestro joven. Su maestría, su buen gusto, su espíritu y vocación para la pintura le hacían ser incansable en sus trabajos.

Pertenecía a la Juventud de Acción Católica desde 1933. Se le puede considerar como socio fundador de la misma. Formaba parte de la directiva de aquel entonces. Resulta en verdad difícil elaborar, fijar ideas, prestar atención, cuando nuestro espíritu está disperso por el cansancio. Más él, agotado en su trabajo cotidiano, asistía, sin opción contraria, a nuestros Círculos de Estudios, por mandato expreso de su voluntad férrea y de su idea convicta. Cumplidor, sin tacha, en todas las manifestaciones de apostolado, en las veladas artísticas, en cuadros recreativos o en cualquier otro acto de propaganda… su actuación, su mano decidida y generosa, siempre prestaba apoyo.

Recordamos a este respecto la representación de una obra titulada “Los dos americanos”. En ella tomaban parte varios de los mártires, y Emiliano actuaba cabalgando en un caballo de caña, su padre, medio en broma, medio en serio, le importunaba por el papel ridículo que ejercía en la función y él contestaba: “Tened presente padre, que es la juventud quien lo exige… y que en bien de ella hemos de sacrificar nuestro orgullo y nuestras conveniencias”. Hasta en una actuación teatral el ánimo profundo era acercar a los jóvenes a Cristo, reavivar llamas escondidas, despertar conciencias, renovar y perfeccionar aptitudes.

Tras estallar la guerra, pretendieron apresarlo el 22 de julio de 1936, no lo consiguieron pues estaba enfermo atacado por un fuerte catarro nasal. Hasta la fecha de su detención definitiva, diariamente y en compañía de su familia rezaba el Santo Rosario, demostrando en todo momento una sólida piedad y una confianza absoluta en los designios de Dios. Distinguiéndose siempre por una caridad sólida, amando y perdonando a todos, socorriendo al pobre y teniéndoles siempre presentes en sus miserias y aflicciones.

Eran las dos de la tarde del 20 de octubre de 1936. La banda de forajidos y criminales apresaba a los jóvenes, adultos e incluso a algún anciano. El dolor punzaba las entrañas de las mujeres (madres, esposas, hermanas…); como dolorosas afligidas, corrían a torrentes las lágrimas por sus mejillas. El golpear de las sienes las anonadaba. Un escalofrío de temor y de miedo tenía repercusión general en el pueblo. Puertas y ventanas cerradas; silencio sepulcral en las calles y casas.

Allí encerrados, con más de treinta paisanos y con los otros miembros de la Acción Católica marcaron un ambiente de espiritualidad y contento. Finalmente sería la media noche, cuando en rugientes camiones como protestando del crimen horrendo que se iba a acometer, los conducen al campo bendito de Orgaz (Toledo). A su paso por la ermita, el mismo clamor se levantó de todos los pechos, con un adiós de despedida a la Virgen de los Remedios. Luego, balas asesinas, hicieron rodar por tierra a los jóvenes de la Acción Católica. El fin criminal estaba consumado. Su venganza fiera, biliosa y sanguinaria, había hecho entrada en corazones puros y nobles. Alguien dejó escrito: “Murieron para ellos, para los forajidos; pero no murieron, ni morirán nunca para nosotros que hemos de hacer fecunda una sangre en nuestra, porque eran hermanos, y una vida que es ejemplo de una generación fuerte vigorosa y cristiana”. La postulación conserva un cartel de las fiestas de la Virgen del Remedio, patrona de Sonseca, del año 1939. Durante los días 13 a 22 de mayo (hace mes y medio que ha terminado la guerra) tendrán lugar los diferentes actos religiosos.

El 22 de mayo a las nueve y media de la mañana se celebrará un solemne funeral por todos los asesinados desde el 4 de agosto de 1936 al 16 de marzo de 1937. Aparecen numerados, según los días en que fueron asesinados, el primer lugar lo ocupa el Siervo de Dios Casimiro Rivera Eusebio, cura ecónomo de Sonseca que fue asesinado el 4 de agosto de 1936. El 20 de octubre de ese año, el día más funesto, aparecen 31 nombres, pero que siguen la correlación de otros 27 que ya han sido asesinados durante los meses de agosto y septiembre. nº 36 Juan García-Pulgar y García-Ochoa Estudiante (Acción Católica) nº 39 Emiliano Rojas Avilés Pintor (Acción Católica) nº 46 Eugenio Perezagua Caberta Carretero (Acción Católica) nº 48 Francisco Sánchez (hijo) Mecánico (Acción Católica) nº 57 Luis Pérez Caberta Estudiante (Acción Católica)