Pinero Díaz, Gerardo


GERARDO PINERO DÍAZ

Aspirante de 14 años de la Acción Católica
Este es el mártir más joven de todo nuestra Archidiócesis. Gerardo Florentino había nacido un 20 de junio de 1922 en Belvís de la Gerardo PineroJara (Toledo), por tanto alcanzo la gracia del martirio recién cumplido los 14 años. Era hijo único del matrimonio formado por Heliodoro Pinero Cáceres e Isabel Díaz Arroyo. Heliodoro era labrador, y todos descendían de este pueblo de la Jara. Transcurrió su infancia, como la de todos los niños, entre la escuela y los juegos, y la doctrina que recibió del Siervo de Dios Inocente López Alonso, párroco y también mártir de Belvís. Conservamos una fotografía del día de su primera comunión. Para seguir sus estudios se trasladó en 1935 a Talavera de la Reina (Toledo), donde estudiaría 2º curso de Bachillerato. Según sabemos el ingreso y el primer curso lo hizo en Plasencia. Ahora tiene trece años y se hospeda en casa de unos amigos de su padre, cerca de la parroquia de Santiago. “Íbamos juntos al Instituto -declaran los que fueron sus compañeros-, pero las clases particulares las dábamos con D. Nicéforo; y ahí, en un trato más distendido, empezamos a conocernos y nos hicimos amigos”.

Don Nicéforo Díaz Cabrerizo, además de profesor de Instituto de la Plaza del Pan, se dedicaba a atender a sus alumnos dándoles clases particulares. Era capellán de las MM. Bernardas, en la Ciudad de la Cerámica. “Con ellas vivió - como nos transmite Sor Teresa, actual historiadora de la Comunidad- la trágica jornada del 25 de julio de 1936, día en que la comunidad fue expulsada del Monasterio. El 23 de julio los milicianos sometieron a las monjas a un registro general buscando armas… al llegar a la Iglesia tuvieron la osadía de abrir el Sagrario y desparramar las Sagradas Formas por el altar y el presbiterio. Cuando D. Nicéforo llegó al día siguiente las recogió una por una y se las distribuyó a las religiosas para que no hubiera una nueva profanación”. Sor Teresa describe al que fuera su capellán como “sacerdote ejemplar, de muy pocas palabras, incluso a veces tenía cierta dificultad para expresarse… pero, todos coinciden en que era un hábil pedagogo y que tenía gran sabiduría la cual manifestaba a sus alumnos. Solo sabemos que falleció durante los años de la guerra civil”.

Gerardo y sus amigos militaban como aspirantes de Acción Católica, ya que aún no tenían edad para pertenecer a la Acción Católica. El centro de Acción Católica estaba en la Plaza del Cardenal Tenorio de Talavera, entre San Prudencio y La Colegial. Allí había una casa y un salón grande, donde se jugaba al parchís y a otros muchos juegos. Sus amigos le recuerdan como “un buen muchacho, muy estudioso, muy responsable. Era alto y muy fuerte. Por otra parte era muy formal; parece mentira que en esa edad, por regla general que es casi la adolescencia, éste era muy responsable. Era de los alumnos más responsables que estábamos allí, y muy estudioso. Era un buen muchacho, muy buen chico, muy bueno, una gran persona… parecía un hombre ya, físicamente e intelectualmente; vamos, no parecía un adolescente. Razonaba mucho, era muy razonable; discutía, pero hablaba muy bien”.

Es muy importante el testimonio de Baldomero M. M. (de 87 años). Cuando narrábamos el martirio del Beato Saturnino Ortega hablábamos de una lista con todos los miembros de la Acción Católica que se requisa en el domicilio del arcipreste de Talavera. De esto mismo nos habla el declarante: “Me salve porque me llevaron a Gamonal; si no, yo también estaba en la lista de Acción Católica. Tras recibir un favor por parte de un tío mío, un señor se presentó en casa y dijo:

-Oye, ¿no se llama un sobrino tuyo Baldomero? -Sí, contestó mi tío, es un sobrino mío. Es que está en la lista, una lista que no queda uno. Escondedle donde sea, porque le liquidan. Entonces como digo me llevaron a Gamonal y me salvé de milagro. Por eso es muy importante esta información porque el motivo por el que fue detenido y conducido al martirio fue por estar en esa lista. Su propio asesino, al que llamaban “El Obispo”, confesó que Gerardo iba rezando y les decía: “-No me matéis que mi madre va a llorar mucho”.

Los condenados eran colocados en los pretiles del puente llamado “de Silos”, próximo a la localidad toledana de Calera, donde caían muertos al río Tajo. Llegados al lugar del suplicio el joven se persignó mientras le disparaban. Era el 16 de agosto de 1936. Días después, el 23 de agosto, su padre que había sido detenido, y que padecía desde hacía tiempo trastornos de cabeza, sufrió un ataque de locura en el camión que lo conducía a la muerte. El mismo que mató a su hijo asesinó a culatazos al padre en el propio camión. Baldomero termina declarando para la redacción de este artículo que “lo que pido yo es que pida por mí, porque ha sido un mártir; era un santito y una gran persona. Yo no pido a Dios por él, sino que él pida por mí, esa es la verdad. Además lo digo como lo siento, pido que pidan por mí los mártires, como los curas de mi pueblo José y Félix y este muchacho, pido que pidan por mí; como él, que pida por mí. Tiene que estar en el cielo, no tiene más remedio”.