Perezagua y Caberta, Eugenio


EUGENIO PEREZAGUA Y CABERTA

Acción Católica del Centro de Sonseca
Eugenio nace en Sonseca (Toledo) el 11 de enero de 1911. Sus compañeros de la Acción Católica escriben al referirse al Siervo de Dios: “El pensamiento se revela ante tamaña atrocidad e ignominia. Porque por si hombre honrado y bueno se entiende aquel que trabaja infatigablemente, y es de convicción acendrada, de honorabilidad sublime, de sumisión, de humildad y de amor insuperable a sus padres, católico íntegro en una palabra, nuestro compañero Eugenio lo era”. Tenía un alma de niño y parecía cumplirse en él, esa humildad y esa sencillez de la que nos habla Cristo en su Evangelio: “Sed sencillos como los niños…” y Eugenio así lo era. Manso como cordero que recibe las caricias de todos y es grato y virtuoso para con los demás. La mínima cosa le enardecía y le agrandaba ante los ojos de Dios.

Su madre nos dice que su hijo “era modelo de obediencia y de gratitud”. Ella también cuenta que Eugenio siempre se mantuvo a su lado queriéndola, consolándola y satisfaciendo todos sus deseos. Muy amante de su familia, fue respetado por sus hermanos como si se tratase de un segundo padre, ya que era el mayor de la casa. Siempre reconocido y abnegado. “En medio de estas flores hermosas de virtudes que le adornaban, Eugenio también cayó asesinado por las milicias republicanas”. Eran las dos de la tarde del 20 de octubre de 1936. La banda de forajidos y criminales apresaba a los jóvenes, adultos e incluso a algún anciano. El dolor punzaba las entrañas de las mujeres (madres, esposas, hermanas…); como dolorosas afligidas, corrían a torrentes las lágrimas por sus mejillas. El golpear de las sienes las anonadaba. Un escalofrío de temor y de miedo tenía repercusión general en el pueblo. Puertas y ventanas cerradas; silencio sepulcral en las calles y casas.

Allí encerrados, con más de treinta paisanos y con los otros miembros de la Acción Católica marcaron un ambiente de espiritualidad y contento. Finalmente sería la media noche, cuando en rugientes camiones como protestando del crimen horrendo que se iba a acometer, los conducen al campo bendito de Orgaz (Toledo). A su paso por la ermita, el mismo clamor se levantó de todos los pechos, con un adiós de despedida a la Virgen de los Remedios. Luego, balas asesinas, hicieron rodar por tierra a los jóvenes de la Acción Católica. El fin criminal estaba consumado. Su venganza fiera, biliosa y sanguinaria, había hecho entrada en corazones puros y nobles. Alguien dejó escrito: “Murieron para ellos, para los forajidos; pero no murieron, ni morirán nunca para nosotros que hemos de hacer fecunda una sangre en nuestra, porque eran hermanos, y una vida que es ejemplo de una generación fuerte vigorosa y cristiana”. La postulación conserva un cartel de las fiestas de la Virgen del Remedio, patrona de Sonseca, del año 1939. Durante los días 13 a 22 de mayo (hace mes y medio que ha terminado la guerra) tendrán lugar los diferentes actos religiosos.

El 22 de mayo a las nueve y media de la mañana se celebrará un solemne funeral por todos los asesinados desde el 4 de agosto de 1936 al 16 de marzo de 1937. Aparecen numerados, según los días en que fueron asesinados, el primer lugar lo ocupa el Siervo de Dios Casimiro Rivera Eusebio, cura ecónomo de Sonseca que fue asesinado el 4 de agosto de 1936. El 20 de octubre de ese año, el día más funesto, aparecen 31 nombres, pero que siguen la correlación de otros 27 que ya han sido asesinados durante los meses de agosto y septiembre.

nº 36 Juan García-Pulgar y García-Ochoa Estudiante (Acción Católica) nº 39 Emiliano Rojas Avilés Pintor (Acción Católica) nº 46 Eugenio Perezagua Caberta Carretero (Acción Católica) nº 48 Francisco Sánchez (hijo) Mecánico (Acción Católica) nº 57 Luis Pérez Caberta Estudiante (Acción Católica)