Pérez Caberta, Luis


LUIS PÉREZ CABERTA

Acción Católica del Centro de Sonseca
Luis había nacido en Sonseca (Toledo) el 9 de octubre de 1918. Un compañero de la Acción Católica escribe en las primerasLuis Pérez notas biográficas que conservamos que “era vehemente, impulsivo; como joven sentía ansias infinitas de remontar su imaginación hasta el mismo cielo. Si concretáramos hecho por hecho, rasgo por rasgo, faceta por faceta de su vida, siempre encontraríamos la misma idea: alegría, fe, insuperable constancia en el estudio y en el trabajo”. A los ocho años servía como monaguillo en su parroquia de San Juan Evangelista ante Portam Latinam de Sonseca. Era muy apreciado por su buena voluntad al servicio de la misma. Y por su nobleza. Prestó este servicio durante tres años.

Con 11 años ingresa en el Seminario Menor de Santo Tomás de Villanueva de Toledo. “Veíamosle - dicen los testigos - en las vacaciones acompañando a todas las funciones religiosas, con su sotana, sobrepelliz y su faja roja, como guerrero laureado que se preparaba a combatir la irreligiosidad y la indiferencia”. Curso cinco años en Toledo: en las aulas que él pisara, era estimado y querido. En esos cinco años el fruto de sus trabajos se vio compensado con muy buenas notas. En esos cinco años fue modelándose su conciencia mientras se forja su espíritu en la piedad firme, sólida y convencida. Su familia contaba que cada año, cuando llegaba el cumpleaños de sus padres, hermanos o primos, el Siervo de Dios preparaba bellas composiciones, llenas de piedad y de amor a la Virgen para felicitar a los suyos. A los 16 años, tras ver claro que su vocación no era el estado sacerdotal abandonada el Seminario, regresa a Sonseca e ingresa en el Colegio Católico de Segunda Enseñanza que el venerable y anciano sacerdote, Siervo de Dios Manuel Martín Cabello, había establecido en el pueblo para facilitar la enseñanza a familias pobres y humildes. Durante dos años, estudia el bachiller con excelente resultado. Su animación, su genio, su espíritu revoltoso e inquieto, le valía ser estimadísimo entre sus compañeros.

Luis, dando continuidad de su fe en Cristo, ingresa en la juventud de Acción Católica, trabajando en la sección recreativa: “formaba parte principal y se le veía de rondalla con su violín, para conseguir congraciar y unir a todos. Cuando el arco pasaba por las cuerdas haciéndolas vibrar, especialmente en veladas artísticas, el violín de Luis, dejaba oír sus notas graciosas y cómicas. Era inteligente y de por sí, formaba composiciones que cautivaban y llenaban de emoción”. En 1935, fue nombrado Secretario de Juventud, desempeñando el cargo, con competencia, serenidad y buen gusto.

Cuando estalla la guerra varios jóvenes de la Acción Católica fueron a entrevistarse con Luis en su propia casa. Movidos por el horror y el miedo de los primeros asesinatos y sabiendo lo que les podía suceder le pedían les borrara de las listas oficiales de la Acción Católica. El Siervo de Dios, mucho más joven que la mayoría de ellos, los increpaba diciéndoles: “Es una cobardía ante Dios y nuestra Iglesia, cometer tal felonía”. Y agregaba estas razones: “Nuestra Juventud, no es política, ni sectaria, ni divisionaria, ni herética, ni embaucadora de vicios y de desórdenes. Nuestra Juventud, solo aspira a reformar las costumbres, a perfeccionar nuestra inteligencia, a solidificar nuestras almas y extender el reinado de Cristo sobre la tierra, enseña el respecto y el temor, y enseña a vivir, vida de laboriosidad y de trabajo”.

Según cuentan los suyos, varios días después Luis tuvo la “osadía” de salir a la puerta de casa. Los revolucionarios violentamente le instaron a que se metiera en su casa y no volviera a salir. Convirtieron su propia casa en prisión y allí transcurrirían los días, las semanas y los meses. En compañía del Siervo de Dios Juan García-Pulgar rezaba diariamente el Santo Rosario. Durante el mes de Agosto, hicieron la novena a Nuestra Señora de los Remedios y a San José. Cuando las noticias sacrílegas y revolucionarias llegaban a sus oídos y, sobretodo, cuando fue destruida la Patrona, Virgen del Remedio, el pobre Luis, exclamaba: “Padre, viene mucho malo; ha llegado la hora de sacrificarnos más que nunca por Dios y su Iglesia; es una ola de persecución la que arremete contra nosotros; una persecución más que la iglesia sufre; más habiendo salido siempre triunfante, ahora también saldremos adelante…”. Eran las dos de la tarde del 20 de octubre de 1936. La banda de forajidos y criminales apresaba a los jóvenes, adultos e incluso a algún anciano. El dolor punzaba las entrañas de las mujeres (madres, esposas, hermanas…); como dolorosas afligidas, corrían a torrentes las lágrimas por sus mejillas. El golpear de las sienes las anonadaba. Un escalofrío de temor y de miedo tenía repercusión general en el pueblo. Puertas y ventanas cerradas; silencio sepulcral en las calles y casas.

El Siervo de Dios Luis Caberta, fue detenido y conducido a la “checa” bolchevique de este pueblo. Allí encerrado, con más de treinta paisanos, familiares algunos de ellos, aconsejaba con alegría de Santo que se reconciliasen, porque habían de morir. Que antes de vivir en un régimen de oprobio y vergüenza, preferiría desaparecer de esta vida y escalar las alturas del cielo. Allí encerrados, con más de treinta paisanos y con los otros miembros de la Acción Católica marcaron un ambiente de espiritualidad y contento. Finalmente sería la media noche, cuando en rugientes camiones como protestando del crimen horrendo que se iba a acometer, los conducen al campo bendito de Orgaz (Toledo). A su paso por la ermita, el mismo clamor se levantó de todos los pechos, con un adiós de despedida a la Virgen de los Remedios. Luego, balas asesinas, hicieron rodar por tierra a los jóvenes de la Acción Católica. El fin criminal estaba consumado. Su venganza fiera, biliosa y sanguinaria, había hecho entrada en corazones puros y nobles. Alguien dejó escrito: “Murieron para ellos, para los forajidos; pero no murieron, ni morirán nunca para nosotros que hemos de hacer fecunda una sangre en nuestra, porque eran hermanos, y una vida que es ejemplo de una generación fuerte vigorosa y cristiana”. La postulación conserva un cartel de las fiestas de la Virgen del Remedio, patrona de Sonseca, del año 1939. Durante los días 13 a 22 de mayo (hace mes y medio que ha terminado la guerra) tendrán lugar los diferentes actos religiosos.

El 22 de mayo a las nueve y media de la mañana se celebrará un solemne funeral por todos los asesinados desde el 4 de agosto de 1936 al 16 de marzo de 1937. Aparecen numerados, según los días en que fueron asesinados, el primer lugar lo ocupa el Siervo de Dios Casimiro Rivera Eusebio, cura ecónomo de Sonseca que fue asesinado el 4 de agosto de 1936. El 20 de octubre de ese año, el día más funesto, aparecen 31 nombres, pero que siguen la correlación de otros 27 que ya han sido asesinados durante los meses de agosto y septiembre. nº 36 Juan García-Pulgar y García-Ochoa Estudiante (Acción Católica) nº 39 Emiliano Rojas Avilés Pintor (Acción Católica) nº 46 Eugenio Perezagua Caberta Carretero (Acción Católica) nº 48 Francisco Sánchez (hijo) Mecánico (Acción Católica) nº 57 Luis Pérez Caberta Estudiante (Acción Católica)