García-Pulgar y García-Ochoa, Juan


JUAN GARCÍA-PULGAR Y GARCÍA-OCHOA

Acción Católica del Centro de Sonseca
Nació en Sonseca (Toledo), el 12 de febrero de 1919. De genio vivaracho y alegre, dice un compañero suyo que “captaba como ondas hertzianas la sonoridad y firmeza de los ideales de la Acción Católica y los transmitía y propagaba con fe sublime y celo ardiente. Su vida fue un dinamismo continuo: impulsivo, enérgico, dotado de un amor propio que se reflejaba con ahínco en cualquier acto de su vida”. Contaba diecisiete años cuando conoció el martirio, un niño en edad y un hombre en ideas. Sus pensamientos eran claros, diáfanos, de una hermosura deslumbrante. Desde pequeño Juan ayudaba a su padre en su taller de carretería.

Compañeros de la AC de Sonseca que escriben las líneas de su biografía nos dicen que “veíamos en su hogar dibujarse la estampa, muy bella, del taller de Nazaret. Juanito con la sierra en la mano o levantando maderos al lado de su padre. Atento y vigilante a satisfacer rápidamente “sus órdenes”. Mientras su padre clava la vista en los maderos perfeccionando su obra, el también elevaba su vista, fijándola en la serenidad del padre atento a cualquier movimiento”. A los 10 años, Juan, después de haber realizado el ingreso en un Instituto de Segunda Enseñanza de Toledo, se dirige al Seminario Menor. Allí acompaña Luis Pérez Caberta y juntos consiguieron el ingreso. Allí vive tres años haciendo vida de santidad y ejemplo. Allí modela su alma pequeñita conforme al modelo supremo de Cristo. Allí transcurren esos años. Allí despierta su vida. Allí funda sus aspiraciones en un sentir único: servir a Dios en cualquier parte. En aquellos claustros, en aquellas aulas, Juan se ejercita en la virtud y el trabajo. A pesar de todo, Juan descubre que ese no es su camino y regresa a Sonseca. Como su amigo Luis, prosigue sus estudios en el Colegio Católico de Segunda Enseñanza que el venerable y anciano sacerdote, el Siervo de Dios Manuel Martín Cabello. Los resultados con el bagaje traído del Seminario se harán visibles con premios académicos y notas más que sobresalientes.

Ingresa en la juventud de la Acción Católica de Sonseca apenas se funda. La actividad que desplegara en su vida, la manifiesta en dicho Centro. Nombrado vocal de aspirantes, supo en todo momento mantener ávida y atenta la curiosidad infantil. Los que eran niños en los 1935-1936 serán los que, modelados por Juan desde el aspirantazgo, enarbolaran años después la bandera de la Acción Católica, tras ser diezmadas sus filas, Juan marcó huella imperecedera en aquellas almas. Y el dinamismo, y la superación de obstáculos, características del Siervo de Dios se vieron calcados en admirable realidad. Antes de la guerra nunca tuvo palabras de encono ni de disputa. Nunca se le tenía que llamar la atención o que corregir. Antes al contrario, con humoradas y con sus dichos y gracejos particulares, contribuía a crear un ambiente favorable. Además después de las clases, voluntariamente, ayudaba a los que tenían más dificultades en el aprendizaje de las primeras letras.

Cuando estalla la guerra su madre teme por su hijo. Nunca pensó Juan que la explosión feroz de venganza pudiera recaer en él ni en la Juventud de Acción Católica. Durante aquellos tres meses, tras estallar la guerra, estuvo en comunicación con su amigo Luis. Juntos imploraban a la Virgen del Remedio, juntos rezaban el Santo Rosario, y las cuentas pasaban por sus dedos, pidiendo a nuestra Madre que cesara ya esta época de persecuciones, de odios, de aniquilaciones y muertes. Nunca pedían por su salvación terrena, antes al contrario exclamaban: “¡Dios mío, que la paz de tu reino, venga sobre la tierra; más si para eso necesitamos ser mártires, sea!”. Celebraron también un novenario a la Patrona de Sonseca, la Virgen de los Remedios y a San José. Su madre, con el alma partido de dolor, relata que al preguntarle lo que había de decir, caso de verificarse la detención, respondía lleno de entusiasmo: “-Madre, no les importarán mis palabras… y para salvar a España, hemos de ser mártires”. Llegó incluso a correr el rumor, en aquellos días de pánico y de estremecimiento, que los milicianos tras leer el reglamento de la Juventud de Acción Católica, habían determinado que no era una asociación de fundamentación política y que por ende, nada les ocurriría. El cinismo y la barbarie no reparaban en tales extremos. La decisión estaba tomada… los principales serían ejecutados.

Eran las dos de la tarde del 20 de octubre de 1936. La banda de forajidos y criminales apresaba a los jóvenes, adultos e incluso a algún anciano. El dolor punzaba las entrañas de las mujeres (madres, esposas, hermanas…); como dolorosas afligidas, corrían a torrentes las lágrimas por sus mejillas. El golpear de las sienes las anonadaba. Un escalofrío de temor y de miedo tenía repercusión general en el pueblo. Puertas y ventanas cerradas; silencio sepulcral en las calles y casas. Allí encerrados, con más de treinta paisanos y con los otros miembros de la Acción Católica marcaron un ambiente de espiritualidad y contento. Cuando declinaba la tarde, el Siervo de Dios Juan García-Pulgar, junto con su padre, fue conducido al cautiverio. Pocas horas estarían en medio del murmullo doloroso, agobiante y triste de sus compañeros de prisión. Él, junto al resto de miembros de la Acción Católica marcó un ambiente de espiritualidad y contento. Finalmente sería la media noche, cuando en rugientes camiones como protestando del crimen horrendo que se iba a acometer, los conducen al campo bendito de Orgaz (Toledo). A su paso por la ermita, el mismo clamor se levantó de todos los pechos, con un adiós de despedida a la Virgen de los Remedios. Luego, balas asesinas, hicieron rodar por tierra a los jóvenes de la Acción Católica. El fin criminal estaba consumado. Su venganza fiera, biliosa y sanguinaria, había hecho entrada en corazones puros y nobles. Alguien dejó escrito: “Murieron para ellos, para los forajidos; pero no murieron, ni morirán nunca para nosotros que hemos de hacer fecunda una sangre en nuestra, porque eran hermanos, y una vida que es ejemplo de una generación fuerte vigorosa y cristiana”. Desvalijados, en la sandalia del Siervo de Dios Juan García-Pulgar encuentran un rosario y una medalla de nuestra Virgen Dolorosa.

La postulación conserva un cartel de las fiestas de la Virgen del Remedio, patrona de Sonseca, del año 1939. Durante los días 13 a 22 de mayo (hace mes y medio que ha terminado la guerra) tendrán lugar los diferentes actos religiosos. El 22 de mayo a las nueve y media de la mañana se celebrará un solemne funeral por todos los asesinados desde el 4 de agosto de 1936 al 16 de marzo de 1937. Aparecen numerados, según los días en que fueron asesinados, el primer lugar lo ocupa el Siervo de Dios Casimiro Rivera Eusebio, cura ecónomo de Sonseca que fue asesinado el 4 de agosto de 1936. El 20 de octubre de ese año, el día más funesto, aparecen 31 nombres, pero que siguen la correlación de otros 27 que ya han sido asesinados durante los meses de agosto y septiembre. nº 36 Juan García-Pulgar y García-Ochoa Estudiante (Acción Católica) nº 39 Emiliano Rojas Avilés Pintor (Acción Católica) nº 46 Eugenio Perezagua Caberta Carretero (Acción Católica) nº 48 Francisco Sánchez (hijo) Mecánico (Acción Católica) nº 57 Luis Pérez Caberta Estudiante (Acción Católica