Mur, P. Raimundo

  

P. RAIMUNDO MUR

Comunidad de Quintanar de la Orden (Toledo)

El P. Raimundo Mur Bescós nació en Colungo (Huesca) el 23 de marzo de 1899. Sus padres fueron Joaquín y Antonia. Era de buena capacidad intelectual y sobresalía por su inclinación a lo religioso. En 1912 entró en el seminario menor franciscano de Belmonte (Cuenca), ya preparado en latín por un tío suyo sacerdote. En dos años y el verano del segundo cursó los tres restantes de latín-humanidades. Tomó el hábito franciscano el 2 de octubre de 1914 en Pastrana (Guadalajara), en donde hizo su profesión temporal el 4 de octubre de 1915. Los años de filosofía (1915-1918) los cursó en La Puebla de Montalbán (Toledo) los dos primeros y el tercero en Pastrana. De 1918 a 1922 estudió la teología en Consuegra (Toledo). Allí hizo su profesión solemne el 23 de mayo de 1920. Fue ordenado sacerdote el 25 de julio de 1922.

Fue profesor del seminario menor franciscano de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) hasta 1926. El trienio siguiente lo fue en el de La Puebla de Montalbán. Como profesor demostró su valía, competencia y su amor al estudio. Desde 1929 hasta su muerte vivió en el convento de Quintanar de la Orden (Toledo), trabajando con gran celo en el apostolado.

Era de carácter abierto y afable, y de talante crítico. Amaba su vocación y estaba bien arraigado en ella. Alguien le propuso un buen partido si dejaba la Orden franciscana, pero contestó que no lo haría ni por todo el dinero del mundo. Sufrió el martirio en Quintanar con toda su comunidad en 1936. Al empezar la guerra civil española, los ocho franciscanos de la comunidad de Quintanar de la Orden (Toledo) siguieron en su convento. El 21 de julio de 1936, les fue comunicada la orden de detención de parte del alcalde, orden que fue ejecutada por la tarde. Veinte milicianos y veinte milicianas los ataron con cordeles, de dos en dos, y los sacaron del convento. Todos los franciscanos iban con hábito. Entre burlas, los llevaron a la iglesia parroquial, convertida en prisión. Allí, les recluyeron en la capilla de la Virgen de los Dolores. Personas de la Orden Franciscana Seglar les llevaban de comer, pero no siempre se lo daban los milicianos. Estos blasfemaban delante de los religiosos, les insultaban y se burlaban de ellos, que lo soportaban en silencio. Como otros presos, los franciscanos también fueron maltratados. Alguna vez intentaron rezar en común, pero los vigilantes se lo prohibieron. Vivían en silencio y oración, preparándose al martirio.

En la noche del 25 al 26 de julio de 1936 sacaron de la iglesia a siete seglares, al P. Lorenzo Ayala y al Hno. Leocadio Polo. Hacia las 2,30 de la madrugada fueron fusilados los nueve junto a la carretera de Madrid, a poco más de un kilómetro de Quintanar, en el lugar llamado Las Canteras. El P. Ayala pidió a los verdugos que perdonasen a los padres de familia que tenían en prisión y confesó su fe con estas palabras: “Ha habido Dios, hay Dios y habrá Dios ¡Viva Cristo Rey! Los nueve fusilados fueron enterrados en el cementerio municipal.

Los demás franciscanos siguieron encarcelados. Al Hno. José Herrera le ofrecieron la libertad, pero él prefirió morir con sus hermanos, cosa que admiró a los milicianos, quienes decían que le iban a tener que matar sin querer. El 29 de julio fueron trasladados todos a la cárcel municipal. El 13 de agosto les mandaron quitarse el hábito y ponerse unos trajes pobres recogidos por el pueblo, burlándose de ellos cuando les vieron en ese atuendo. En la madrugada del 16 de agosto sacaron de la cárcel a los seis franciscanos, con tres sacerdotes y dos seglares. Los once fueron conducidos en un camión al cementerio de Quintanar y allí fusilados hacia las tres de la madrugada del 16 de agosto de 1936. El P. Camuñas dijo a los verdugos que los perdonaba. El P. Raimundo Mur gritó. ¡Viva Cristo! Sus cadáveres fueron enterrados en una fosa común del cementerio y trasladados posteriormente a la iglesia parroquial, donde permanecen.