Díaz y Zapata, Hermano Agustín


HERMANO AGUSTÍN Mª DÍAZ Y ZAPATA

Comunidad de Toledo de la Compañía de Jesús
Nació en Tarancón (Cuenca) el 4 de mayo de 1869. Entró en la Compañía el 23 de mayo de 1886. Hizo la incorporación en Villafranca de los Barros (Badajoz) el 2 de febrero de 1901. Todo lo redujo a la unidad, como aconseja el Kempis, librito que saboreaba asiduamente; todo lo veía en Dios, todo le llevaba a Dios, sus convicciones, la mortificación de su carácter fuerte, la recia contextura de su espíritu tejido de fibras las más puras de la espiritualidad ignaciana; la oración afectuosa que empuja al trabajo, a la abnegación, a la caridad; el amor a la pasión de Cristo y a Cristo humillado. El vía crucis que meditaba todos los días, la comunión en que participaba de la Víctima santa y la santa Misa, sacrificio incruento de Jesucristo, le prepararon para el martirio en ansia suprema de que su sangre, cual libación sacrifical, cayese sobre tantas víctimas que gozosas se inmolaban por la fe de España. De él conservamos esta preciosa descripción indicadora de su amor a María Santísima. La recoge el Padre Carlos María Staehlin en un librito publicado en 1943 titulado “Así era el Hermano Agustín”.

Un día recibió en Madrid la orden de ir a Toledo para suplir a otro Hermano que había caído enfermo. Comentando el futuro viaje, dijo ingenuamente: “-Voy muy contento a Toledo cuando la obediencia me envía. ¿Sabe por qué? Pues por la Virgen del Valle. ¿Usted la conoce? Mire, es una ermita pequeñita, al otro lado del Tajo, muy devota. Es un paseo muy agradable; hay que bajar una cuesta, pasar el río, y, al otro lado, allí entre las peñas, escondida y muy chiquita, está la ermita de la Virgen. Allí, a sus pies, he descansado muchas veces rezando el Rosario. Se está muy bien allí. ¡Es tan devota! Y la vuelta a casa para seguir trabajando se hace lleno de alegría. Me gusta mucho estar en Toledo por estas visitas a la Santísima Virgen. Si va usted, no deje de visitarla”. En otra ocasión, otro Padre, que salía de Toledo para predicar en Talavera, le preguntó si quería algo para aquella ciudad. – “Sí, Padre. Que no se olvide de rezar una salve por mí a la Virgen del Prado”.