Rivera Eusebio, Casimiro


CASIMIRO RIVERA EUSEBIO

Párroco de Sonseca
Casimiro nació en Mondéjar (Guadalajara) el 4 de marzo de 1895. Sus padres se llamaban Juan y Manuela. Diez días después recibió las aguas bautismales en la parroquia de Santa María Magdalena de Mondéjar. Tenía seis hermanos (Jacinta, Nicolasa, Concepción, Dolores, Ricardo e Isidoro). En el Seminario de Toledo cursó los estudios eclesiásticos (por aquel entonces esos pueblos pertenecían a la Archidiócesis de Toledo). Se ordenó sacerdote el 16 de marzo de 1918. El 1 de abril cantó misa en la parroquia de su pueblo natal, siendo los padrinos de la celebración su tío sacerdote don Leoncio Eusebio, y el párroco de San José de Madrid, Donato Giménez. Se doctoró en la Sagrada Facultad de Teología, en la Universidad Pontificia de Toledo. Recién ordenado, fue coadjutor de Horche (Guadalajara) el curso 1918-1919, regente de Colmenar de la Sierra, ecónomo de Lupiana, de Pajares y de Malacuera, todos en La Alcarria. Fue nombrado capellán de las religiosas Bernardas (Monasterio Cisterciense de Santa Ana) de Brihuega (Guadalajara). Las monjas cistercienses declaran que su ministerio favorecía el surgir de nuevas vocaciones. Conservan un grato recuerdo de su persona, afirmando que era “una sacerdote muy fervoroso, espiritual y entusiasta… Llenaba la iglesia en todos los cultos que él celebraba. Don Casimiro tenía en su casa un despacho provisto de una completa biblioteca, a la que acudían todos los que deseaban libros religiosos”. En 1926 publica una novena a la Virgen Santísima de la Peña que se conserva en la Postulación. La parte más sabrosa la constituye su “Breve reseña de la tradición religiosa y culto a la Santísima Virgen de la Peña, en Brihuega”. Pero su gusto por la historia también quedó plasmado en el libro sexto de matrimonios de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol de Lupiana (Guadalajara). Corresponde a los años 1811 hasta el 1851 y en las últimas páginas titula: “Breve descripción de la fundación del que fue Real Monasterio de religiosos jerónimos de esta villa de Lupiana” (años 1373 al 1835). Está firmado el 24 de abril de 1919, siendo cura ecónomo. De Brihuega pasó a ser regente en su pueblo natal. Antes de proseguir, es muy interesante, el testimonio de don Félix Torres Olalla, sacerdote del arzobispado castrense, quien a sus 93 años recuerda perfectamente al Siervo de Dios. Natural de Mondéjar como el mártir, don Félix fue monaguillo de don Casimiro durante los años que ejerció el ministerio en su pueblo natal. En 1930 le prepararía para ingresar en el Seminario. Nos ofrece esta sabrosa anécdota al ser nombrado cura ecónomo de Sonseca (Toledo).

“Era mayo de 1932 y Monseñor Feliciano Rocha Pizarro, Obispo auxiliar de Toledo, en ausencia del desterrado Cardenal Segura, tuvo que tomar las riendas de la Archidiócesis. Al tomar posesión de la parroquia de Mondéjar su sucesor don Marcelino Gutiérrez, el pueblo se amotinó impidiendo que don Casimiro abandonase la parroquia, lo cual le causó un serio disgusto por el cariño desmesurado a su persona. Anteriormente y a sus espaldas, una comisión de personas destacadas de la parroquia acudió al Sr. Obispo en súplica de que suspendiera su traslado, lo que fue negado por el prelado. Se supo que, para cumplir con los deseos de Monseñor Rocha, se tuvo que marchar durante las horas nocturnas, acudiendo humildemente a pedir perdón porque, contra su voluntad, se había demorado en cumplir lo mandado por éste”. Según el testigo, todo esto estaba motivado porque cuando llegó al pueblo, su tío Leoncio que era el párroco ya era muy mayor y él supo ganarse a la gente a través de la catequesis y de sus cuantiosas obras de caridad. Formando a aquellos niños, sabía que se ganaba la voluntad de los jóvenes y a los futuros matrimonios. En poco tiempo consiguió mucho. Don Félix lo recuerda “dignísimo en el ejercicio de las celebraciones litúrgicas, principalmente las eucarísticas, por su recogimiento exterior, predicación, celo pastoral y comportamiento exterior”. En Sonseca fue muy bien recibido. En su obra “Persecución religiosa de la Diócesis de Toledo”, don Juan Francisco Rivera describe su trabajo en este pueblo toledano: “Don Casimiro Rivera Eusebio, sacerdote ejemplar y celoso, llevaba trabajando paciente y prudentemente en la parroquia de Sonseca desde 1932, en los tiempos difíciles de los años de la República, copiosos en contrariedades y derroche de tácticas”. En mayo de 1932 el Siervo de Dios llega a la parroquia de Sonseca. En octubre de 1933 fundó y formó a la Juventud de la Acción Católica, dando como fruto un hermoso ramillete de mártires, también en proceso de beatificación. La Postulación conserva una carta fechada el 30 de octubre de 1930 en donde el Siervo de Dios se dirige a sus primos Manolo y Aurora para felicitarles por el nacimiento de su hija. En ella les da cuenta de la visita que el 27 de octubre realizó Monseñor Isidro Gomá a Sonseca. “Ya terminamos, gracias a Dios, las fiestas que han resultado con un esplendor inusitado. El pueblo ha respondido admirablemente y locos de contentos al ver la iglesia como nunca soñaron podría estar. Ha habido una extraordinaria concurrencia y todo ha salido que ni a pedir de boca. El domingo vino el Sr. Arzobispo Primado que quedó muy complacido de las fiestas; vino también el Conde de Mayalde, diputado de la CEDA, a presidir la Procesión con las autoridades que asistieron todas. Subió al púlpito el Sr. Arzobispo y dirigió una emocionante exhortación al pueblo. Había muchísima gente. De sacerdotes éramos 18 ó 20. Al terminar se le obsequió al Prelado, sacerdotes, autoridades, etc… aquí en casa con dulces, licores y habanos. Además encargué una gran caja de mazapán de casi media arroba, con el escudo propio del Arzobispo; se han esmerado en la fábrica y lo han sacado muy bien. Al Sr. Arzobispo le agradó sobremanera el obsequio que nos dijo iba a destinar a un banquete que dará el día 10 al Sr. Nuncio y varios Prelados que vendrán a Toledo con motivo de la Semana pro Seminario que se va a celebrar a primeros de mes…” Con esta sencillez relata a su familia una jornada de fiesta para la Parroquia. Años después, en la revista “Toledanos” de 1935, según cita de Salvador Peces Sánchez en su blog “Sonseca en el zurrón y…”, don Casimiro nos ofrece su opinión sobre las gentes: “Sonseca es pueblo de abolengo cristiano. Hay que buscar el distintivo de su carácter, el origen de sus costumbres, sanas y morigeradas, de la sobriedad de su vida, de su laboriosidad y de su honradez acrisolada, notas características de los hijos de Sonseca”.

Llegamos así a las trágicas jornadas de la persecución religiosa iniciada desde los primeros días de la Guerra Civil. El día 19 de julio a las 4 de la mañana, pistola en mano, le fueron arrebatadas a don Casimiro las llaves de la iglesia y de todos los templos. Luego, el día 22 fue conducido al cuartel de la guardia civil, que no había sido inaugurado todavía y que fue habilitado para cárcel. Durante los 14 días que estuvo en prisión, fue varias veces apaleado hasta sangrar; con un crucifijo que llevaba al cuello le rompieron la nariz; le hicieron dormir en el suelo y en varias ocasiones le negaron la comida. Sus verdugos no podían explicarse la paciencia y el silencio con que toleraba los sufrimientos, y así lo comunicaban a los convecinos de la cárcel. Los hechos son confirmados por varios testigos a los que se les permitía acceder a la cárcel para llevar comida a sus familiares: “En los días que estuvo preso el Siervo de Dios, hicieron barbaridades con él. Un familiar, llevando comida a su padre, vio a D. Casimiro y otros compañeros de prisión fatigados, jadeando e hinchados”, y a la persona que lo refiere, le dijo D. Casimiro: “-María, pide mucho por nosotros, que lo vamos a necesitar”. En otro momento una mujer que le llevó comida, le vio con la ropa llena de sangre, con la ternilla de la nariz rota y sangrando sin parar, fue a su casa llevándole un paquete grande de algodones para intentar contener la hemorragia. Otro familiar que llevaba alimento a su hermano, vio a través de una ventana a don Casimiro, se quitó una medalla que llevaba y se la tiró, éste la cogió del suelo y la besó.

El 3 de agosto le quisieron obligar a quemar la imagen del Santo Cristo de la Vera Cruz y por negarse rotundamente, le dieron una paliza que le quitó el sentido. Todos habían presenciado, obligados por los milicianos, la quema de los pasos de la Semana Santa de Sonseca. Algunos relatan que obligaron al Siervo de Dios a pisar las brasas para que se le abrasaran los pies. También se dice que se opuso tan tenazmente a lo exigido por los milicianos que allí mismo acordaron su fusilamiento durante la madrugada.

En la noche del 3 al 4 de agosto el párroco de Sonseca fue sacado de la cárcel en compañía de otro sacerdote, don Manuel Ruiz Roldán, capellán del ejército. Y junto a ellos don Primitivo Sánchez Hernández, secretario auxiliar del Ayuntamiento; don Hipólito García-Oliva Gómez-Tavira, médico titular del pueblo; don Baldomero Barbero Ruiz-Tapiador, comerciante, y don Delfín Cañadillas Gómez-Tavira con su hijo Alfonso, ambos cerrajeros artísticos, éste de 18 años. El grupo fue asesinado en el kilómetro 6 de la carretera de Toledo, en el término municipal de Argés, cerca del cerro de los Palos, de cara a la ciudad… unidos, los que en la cárcel habían soportado aquella larga cadena de amarguras con admirable entereza. Fueron enterrados en el cementerio de Nuestra Señora del Sagrario de la ciudad de Toledo. Según se sabe al acabar la guerra los hermanos de don Casimiro, Isidoro y Ricardo, fueron a recoger su cuerpo… que apareció incorrupto y con un brazo en actitud de bendecir. Se contó que tenía sangre fresca. Terminamos con la reseña del otro sacerdote asesinado junto a su párroco.