Aguado García-Flores, Adrián


ADRIÁN AGUADO GARCÍA-FLORES

Coadjutor de La Torre de Esteban Hambrán.
Adrián Aguado había nacido el 30 de noviembre de 1886 en La Torre de Esteban Hambrán. Sus padres se llamaban Juan AntonioAdrián Aguado y Julita y nuestro protagonista era el segundo de nueve hermanos. Sus abuelos y su padre ejercían de farmacéuticos. Su hermano mayor, Pablo, con quien sufrirá martirio, será el médico del pueblo. Tras realizar sus estudios en el Seminario Conciliar de Toledo, recibe la ordenación sacerdotal el 21 de septiembre de 1912, cantando Misa en su parroquia natal de Santa María Magdalena, el día 12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar. Tras ejercer el ministerio en Ventas con Peña Aguilera y como Capellán de las Madres Cistercienses de Casarrubios del Monte, regresó nuevamente a su pueblo natal como coadjutor.

Son muchos los que todavía hoy le recuerdan como un hombre muy bueno. Y generoso, que aparece en la prensa (El Castellano, 24.08.1935) dando 35 pesetas para becar Ejercicios Espirituales Cuando estalla la Guerra Civil será detenido, el 23 de julio, junto a treinta y cinco personas seglares del pueblo y trasladados a Madrid; pero en la Dirección General de Seguridad se les toma declaración y a las once de la noche les pusieron en libertad. Don Adrián se quedó a vivir allí con su hermana Isabel, donde permaneció hasta el 27 de julio, fecha en que de nuevo es detenido, se le hizo regresar al pueblo junto a diecisiete de los treinta y cinco detenidos. Allí fue encarcelado permaneciendo incomunicado hasta la una de la madrugada del 28 de julio, en que compañía de su hermano Pablo y otros dos más, fueron llevados hasta el sitio denominado “Monte del Alamín”, a unos cuatro kilómetros de La Torre de Esteban Hambrán, siendo fusilados. Un testigo vio como asesinaron a todo el grupo, y declara que Don Adrián pidió a los milicianos que lo matasen el último. Incluso se dirigió a ellos para animarles a que se arrepintiesen y que él los confesaba. Lógicamente ellos se negaron. Y con su crucifijo, que aún conserva la familia, fue absolviendo uno a uno a sus compañeros de martirio. Siempre se ha contado que quemaron los cadáveres tras rociarlos con gasolina, pero que el cuerpo de don Adrián no prendió, por lo que le arrancaron la sotana y rociaron de nuevo los cadáveres. Esto que es vox populi se tiene por un hecho milagroso. Su cuerpo reposa en la iglesia parroquial.