Montero Navarro, Feliciano


FELICIANO MONTERO NAVARRO

Párroco de Corral de Almaguer
Eran tres los sacerdotes que en 1936 trabajaban en la parroquia toledana de Corral de Almaguer, por entonces dependiente de la diócesis de Cuenca. Sus cuerpos reposan en la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción de dicha localidad. Don Feliciano Montero Navarro era el párroco desde 1930. Había nacido el 20 de octubre de 1872 en Fuentelespino de Moya (Cuenca). Tras recibir la ordenación sacerdotal en 1898, se quedó de profesor de Latín en el Seminario. Después ejerció el ministerio en algunos pueblos. Junto a él trabajaban otros dos sacerdotes. El primero era Don Eduardo Andrade Trujillo. Nació en Corral de Almaguer el 26 de octubre de 1891. Al comienzo de la guerra ejercía el ministerio como capellán de las Monjas Concepcionistas Franciscanas. Adscrito a la parroquia figuraba también Don Vicente Nuñez Alcázar, natural de Daimiel (Ciudad Real) había nacido el 28 de octubre de 1897.

Aunque sufrieron el martirio al iniciarse el mes de noviembre, Don Feliciano ya fue apresado en su domicilio, a altas horas de la noche, en uno de los primeros días de la guerra civil, por una cuadrilla de milicianos y conducido a la cárcel lo hicieron objeto de toda clase de burlas. Fue obligado, con amenazas de muerte, a intervenir en la destrucción de la iglesia y a trabajar en una bodega, soportando todo tipo de insultos y vejaciones con gran resignación y paciencia, siendo con sus consejos y exhortaciones, el consuelo de todos los que le acompañaban en la prisión. A primeros de octubre, fue puesto en libertad. Por su parte Don Eduardo fue apresado el 20 de julio, junto con el coadjutor de Corral, Don Cipriano Bonilla. Don Eduardo fue quien confesó por última vez a Don Cipriano antes de que lo asesinasen el 21 de agosto. Fue obligado a trabajar en las eras. Se burlaban cruelmente de él, con amenazas de muerte, obligándole a confesar a unos muñecos en la plaza del pueblo. También fue puesto en libertad a primeros de octubre.

Don Vicente fue detenido, a las diez de la noche, del 24 de julio de 1936, con el pretexto de que al día siguiente, festividad del Apóstol Santiago, iba a celebrar la Santa Misa; a las dos horas fue puesto en libertad. Le obligaron, como a los otros, a participar en la destrucción de la iglesia parroquial. Los tres sacerdotes fueron nuevamente detenidos en la madrugada del 7 de noviembre. Junto a otros nueve condenados les obligaron a subir a un camión para llevarlos al cementerio de Villatobas (Toledo), donde fueron asesinados a las tres de la madrugada. Don Feliciano tuvo tiempo de absolver a todos los compañeros de prisión. Perdonó a sus asesinos y murió gritando ¡Viva Cristo Rey!