Guerras Salcedo, Mariano
MARIANO GUERRAS SALCEDO
Párroco de Valdeverdeja (Toledo)
Nació el 13 de septiembre de 1874 en Ávila, hijo de Juan y Gregoria. Realiza sus estudios eclesiásticos en Ávila. Durante el año 1896 recibe la tonsura y las cuatro órdenes menores. Y en su ciudad natal fue ordenado sacerdote el 12 de junio de 1897. Don Mariano tenía un elevado grado de cultura. Siendo aún seminarista fue nombrado profesor de física y química en el instituto de la ciudad de Ávila. Era el día 3 de diciembre de 1894. En septiembre de 1899 fue nombrado beneficiado ecónomo de San Segundo. Hizo oposiciones mayores en Salamanca, Zaragoza, Segovia y el Burgo de Osma.
El 1 de diciembre de 1900 es nombrado cura ecónomo de San Nicolás en la capital abulense. El 1 de junio de 1911 pasa como cura ecónomo de la parroquia de San Juan, en Arévalo. Y en esta misma población será nombrado en 1919 capellán del convento de Santa Isabel. Seguía dedicado a la enseñanza. Desde 1921 trabajaba en el pueblo toledano de Valdeverdeja, (entonces diócesis de Ávila) primero como regente, luego como ecónomo y finalmente como párroco, desde 1926. Durante todo el quinquenio republicano su parroquia tuvo que sufrir el ataque y vandalismo de las autoridades y elementos de la izquierda. Se interrumpían los actos de culto, incluso la fiesta de la patrona, la Virgen de los Desamparados, que acabaría siendo fusilada; se intentó entre burlas sacrílegas bautizar a un jumentillo en la misma pila bautismal de la parroquia, se inauguraron los matrimonios y entierros civiles, hubo un serio conato de quemar la iglesia. El 22 de febrero, cinco meses antes de estallar la guerra, era tal el clima que Don Mariano escribe a su obispo diciéndole entre otras cosas: “Mi situación en esta parroquia se hace imposible... entiendo que pocos días, por no decir horas, puedo permanecer aquí... estoy seriamente amenazado de muerte”. Pero cuatro días más tarde le vuelve a escribir: “Puede estar V.E. completamente seguro que yo no abandono la Parroquia, aun cuando me costara la vida. Así se lo ofrezco y pido a Dios Nuestro Señor todas las mañanas en el Santo Sacrificio de la Misa”.
El día 28 de julio Don Mariano, por mandato de las autoridades, fue obligado a vestirse de paisano. Ese día, entre amenazas, dos milicianos le roban las últimas 30 pesetas que le quedaban. Poco después fue llamado al comité, que le ordenó abandonar inmediatamente el pueblo. Y, como les expresó su total carencia de dinero, pidieron a los ladrones que le devolvieran las 25 pesetas que aún no habían gastado. Él y su hermana fueron llevados en coche hasta la barca que atravesaba el río Tajo. Y desde allí pasaron a la otra orilla, en el término de Valdelacasa de Tajo (Cáceres). Antes de embarcar, él les rogó con lágrimas que, si lo quemaban todo, respetaran al menos a la Virgen del Rosario. En Valdelacasa pudo permanecer ocultó hasta el 24 de agosto. El 25, por la mañana, lo encontraron y le llevaron a declarar ante el Teniente de las milicias, quien le dejó en libertad. No obstante el 26 lo subieron a una camioneta trasladándole a El Puente del Arzobispo (Toledo) para matarle. Pero el Teniente de las fuerzas, que se hallaba allí, lo impidió. Quedó encarcelado y a disposición del comité de Valdeverdeja. El Teniente tuvo que ausentarse el 28 de agosto, y entonces las milicias telefonearon a Valdeverdeja, preguntando qué hacían con él. “Al cura, paseo y baño”, respondió el comité. Entre las nueve y las diez de la mañana le fusilaron junto al muro de la iglesia de El Puente del Arzobispo. Le pusieron de espaldas, pero él se volvió y dijo: “A mí se me mata cara a cara”. Su cadáver fue arrojado desde el puente al río Tajo.
Conservamos crónicas emocionantes de la edición sevillana del periódico ABC del 6 de octubre de 1936, y del 19-20 de octubre de 1936 de El Diario de Ávila, en donde se recuerda profusamente la labor de este benemérito sacerdote. Don Mariano había sido un estrecho colaborador en El Diario de Ávila. Desde sus páginas, en los años 20, defenderá el proceso de canonización de la reina Isabel la Católica.
El 1 de diciembre de 1900 es nombrado cura ecónomo de San Nicolás en la capital abulense. El 1 de junio de 1911 pasa como cura ecónomo de la parroquia de San Juan, en Arévalo. Y en esta misma población será nombrado en 1919 capellán del convento de Santa Isabel. Seguía dedicado a la enseñanza. Desde 1921 trabajaba en el pueblo toledano de Valdeverdeja, (entonces diócesis de Ávila) primero como regente, luego como ecónomo y finalmente como párroco, desde 1926. Durante todo el quinquenio republicano su parroquia tuvo que sufrir el ataque y vandalismo de las autoridades y elementos de la izquierda. Se interrumpían los actos de culto, incluso la fiesta de la patrona, la Virgen de los Desamparados, que acabaría siendo fusilada; se intentó entre burlas sacrílegas bautizar a un jumentillo en la misma pila bautismal de la parroquia, se inauguraron los matrimonios y entierros civiles, hubo un serio conato de quemar la iglesia. El 22 de febrero, cinco meses antes de estallar la guerra, era tal el clima que Don Mariano escribe a su obispo diciéndole entre otras cosas: “Mi situación en esta parroquia se hace imposible... entiendo que pocos días, por no decir horas, puedo permanecer aquí... estoy seriamente amenazado de muerte”. Pero cuatro días más tarde le vuelve a escribir: “Puede estar V.E. completamente seguro que yo no abandono la Parroquia, aun cuando me costara la vida. Así se lo ofrezco y pido a Dios Nuestro Señor todas las mañanas en el Santo Sacrificio de la Misa”.
El día 28 de julio Don Mariano, por mandato de las autoridades, fue obligado a vestirse de paisano. Ese día, entre amenazas, dos milicianos le roban las últimas 30 pesetas que le quedaban. Poco después fue llamado al comité, que le ordenó abandonar inmediatamente el pueblo. Y, como les expresó su total carencia de dinero, pidieron a los ladrones que le devolvieran las 25 pesetas que aún no habían gastado. Él y su hermana fueron llevados en coche hasta la barca que atravesaba el río Tajo. Y desde allí pasaron a la otra orilla, en el término de Valdelacasa de Tajo (Cáceres). Antes de embarcar, él les rogó con lágrimas que, si lo quemaban todo, respetaran al menos a la Virgen del Rosario. En Valdelacasa pudo permanecer ocultó hasta el 24 de agosto. El 25, por la mañana, lo encontraron y le llevaron a declarar ante el Teniente de las milicias, quien le dejó en libertad. No obstante el 26 lo subieron a una camioneta trasladándole a El Puente del Arzobispo (Toledo) para matarle. Pero el Teniente de las fuerzas, que se hallaba allí, lo impidió. Quedó encarcelado y a disposición del comité de Valdeverdeja. El Teniente tuvo que ausentarse el 28 de agosto, y entonces las milicias telefonearon a Valdeverdeja, preguntando qué hacían con él. “Al cura, paseo y baño”, respondió el comité. Entre las nueve y las diez de la mañana le fusilaron junto al muro de la iglesia de El Puente del Arzobispo. Le pusieron de espaldas, pero él se volvió y dijo: “A mí se me mata cara a cara”. Su cadáver fue arrojado desde el puente al río Tajo.
Conservamos crónicas emocionantes de la edición sevillana del periódico ABC del 6 de octubre de 1936, y del 19-20 de octubre de 1936 de El Diario de Ávila, en donde se recuerda profusamente la labor de este benemérito sacerdote. Don Mariano había sido un estrecho colaborador en El Diario de Ávila. Desde sus páginas, en los años 20, defenderá el proceso de canonización de la reina Isabel la Católica.