García Toledano, Serapio
SERAPIO GARCÍA TOLEDANO
Capellán del Hospital de Incurables de Toledo y vicerrector del Colegio de Huérfanos
Nació el 3 de septiembre de 1884 en Navahermosa (Toledo). El 19 de diciembre de 1908 aparece su nombre publicado en las listas de minoristas. Fue ordenado sacerdote el 12 de marzo de 1910. El día 19, fiesta de San José, celebró su primera Misa. Recoge la crónica “El Castellano” del 26 de marzo de 1910: “Le apadrinaron el M. I. Sr. Magistral de la S. I. P., Dr. D. Antonio Álvaro Ballano y el M. I. Sr. Canónigo de la misma D. Narciso Esténaga. Predicó con la elocuencia acostumbrada el Sr. Vicerrector del Seminario D. Francisco Bou. Don Joaquín de la Madrid, a quien, como al Misacantano, felicitamos con toda nuestra alma, obsequió espléndidamente en el Colegio de niños del Corazón de Jesús a los señores invitados”. Destinado en Toledo como capellán del Convento de las Bernardas Cistercienses de San Clemente; fue posteriormente nombrado capellán del Hospital de Incurables, el popular Hospitalito del Rey de Toledo y allí vivía en un modesto aposento. Fue también vicerrector del Colegio de Huérfanos llamado del Sagrado Corazón de Jesús y de María Inmaculada, fundado por el Beato Joaquín de la Madrid, colaborando estrechamente con él.
Cuando estalla la Guerra Civil don Joaquín reúne a los pocos chicos que quedan en el Colegio (en el nº 9 de la calle San Miguel), ya que por precaución, ha enviado a sus pueblos a la mayor parte. En la capilla, ante Jesús Sacramentado, les ruega que tengan serenidad ante los acontecimientos que se presentan. Tres días permanecen en el Colegio, adonde van llegando las noticias de los desmanes que se cometen por las calles. Pero no se determinan a abandonar el lugar sino cuando comienzan los bombardeos sobre el Alcázar, por la cercanía a este recinto militar. Don Serapio ofrece su casa para que se refugien en ella don Joaquín y los colegiales; al menos así estarán alejados de la zona de bombardeos. De la calle de las Tornerías pasan al comercio de ultramarinos de Enrique Pozas, quien los recibe con todo el cariño, exponiéndose incluso al peligro de ser detenido por tenerlos allí. Les da toda clase de comodidades, junto a otras personas que también están allí refugiadas. Todos los días llegan noticias de los sacerdotes que han sido fusilados y de cómo sus cuerpos yacen por las calles.
Don Joaquín es consciente de su próxima muerte e incluso de su más que posible martirio. Don Serapio, que está acompañado por su sobrina Mercedes, está confesándose con el anciano sacerdote. Enseguida aparecen ocho milicianos alertados por un chivatazo. El "Cascales" es un miliciano que vive en la pescadería de enfrente y no entiende de curas; pero ha visto a uno cruzar la tienda para subir a la terraza. Y es que don Joaquín tiene que subir de vez en cuando para poder respirar, pues el corazón le oprime y no ha consentido quitarse la sotana. Además, son varias las mujeres que, con el pretexto de comprar en la tienda de ultramarinos del Sr. Pozas, en realidad llegan preguntando por Don Joaquín.
Al detener a Don Serapio ven que hay otro sacerdote más, pero deciden regresar más tarde. Llevan al subdirector del Colegio de Huérfanos al Paseo del Tránsito de Toledo y de un tiro de escopeta en la cabeza lo matan. Era el 27 de julio de 1936. Cuando detienen a su tío, Mercedes se acerca al Beato Joaquín de la Madrid, al que asesinan horas más tarde, buscando consuelo. Él le dice: “-Hijita, estamos preparados para el martirio. No nos importa ir al otro mundo, estamos preparados”.
Cuando estalla la Guerra Civil don Joaquín reúne a los pocos chicos que quedan en el Colegio (en el nº 9 de la calle San Miguel), ya que por precaución, ha enviado a sus pueblos a la mayor parte. En la capilla, ante Jesús Sacramentado, les ruega que tengan serenidad ante los acontecimientos que se presentan. Tres días permanecen en el Colegio, adonde van llegando las noticias de los desmanes que se cometen por las calles. Pero no se determinan a abandonar el lugar sino cuando comienzan los bombardeos sobre el Alcázar, por la cercanía a este recinto militar. Don Serapio ofrece su casa para que se refugien en ella don Joaquín y los colegiales; al menos así estarán alejados de la zona de bombardeos. De la calle de las Tornerías pasan al comercio de ultramarinos de Enrique Pozas, quien los recibe con todo el cariño, exponiéndose incluso al peligro de ser detenido por tenerlos allí. Les da toda clase de comodidades, junto a otras personas que también están allí refugiadas. Todos los días llegan noticias de los sacerdotes que han sido fusilados y de cómo sus cuerpos yacen por las calles.
Don Joaquín es consciente de su próxima muerte e incluso de su más que posible martirio. Don Serapio, que está acompañado por su sobrina Mercedes, está confesándose con el anciano sacerdote. Enseguida aparecen ocho milicianos alertados por un chivatazo. El "Cascales" es un miliciano que vive en la pescadería de enfrente y no entiende de curas; pero ha visto a uno cruzar la tienda para subir a la terraza. Y es que don Joaquín tiene que subir de vez en cuando para poder respirar, pues el corazón le oprime y no ha consentido quitarse la sotana. Además, son varias las mujeres que, con el pretexto de comprar en la tienda de ultramarinos del Sr. Pozas, en realidad llegan preguntando por Don Joaquín.
Al detener a Don Serapio ven que hay otro sacerdote más, pero deciden regresar más tarde. Llevan al subdirector del Colegio de Huérfanos al Paseo del Tránsito de Toledo y de un tiro de escopeta en la cabeza lo matan. Era el 27 de julio de 1936. Cuando detienen a su tío, Mercedes se acerca al Beato Joaquín de la Madrid, al que asesinan horas más tarde, buscando consuelo. Él le dice: “-Hijita, estamos preparados para el martirio. No nos importa ir al otro mundo, estamos preparados”.