Fernández-Vítora Alcaide, Manuel
MANUEL FERNÁNDEZ-VITORA ALCAIDE
Cura ecónomo de Buenache de Alarcón (Cuenca)
Nació el día 10 de abril de 1901 en Lillo (Toledo) siendo bautizado en la Iglesia parroquial de San Martín de esa localidad el día 14 de mayo de 1901 según consta en la partida de bautismo. Fueron sus padres Salvador Fernández-Vitoria Torres (nacido el 3-V-1865) y Demetria Alcaide Gómez (nacida el 3-VII-1867). De este matrimonio, además de D. Manuel nacieron dos hijas: Anunciación y Elvira. Desde niño era muy bueno, caritativo y acudía a la iglesia para ayudar a la Santa Misa. Desde muy joven mostró su espíritu de oración agregándose al Apostolado de la oración. Cuando marchó al seminario, primeramente estudió durante tres años en Miranda de Ebro. De allí pasó al Seminario de Cuenca donde fue ordenado sacerdote por el Beato Cruz La Plana Laguna. Cantó misa en Madrid, el día 21 de abril de 1927. En todos los pueblos donde ejerció su santo ministerio era muy querido y respetado. Llegado a Buenache de Alarcón (Cuenca) como cura ecónomo, vivió con sus padres, con su hermana Elvira viuda que tenía tres hijos y con una sobrina de su otra hermana Anunciación, y consiguió reconquistar para la catequesis numerosos niños y adultos.
El 25 de julio de 1936, ya empezada la Guerra Civil Española, celebró la última Misa pública, para que se acabara la guerra, celebrando privadamente el día 27. Dijeron que lo matarían por haber hecho los funerales de Calvo Sotelo y él contestó: “Tú no tengas pena; si nos matan, es que nos llama Dios...” “-Pero, ¿cómo salgo de aquí?”, dijo con pena al verse vestido de paisano. El día 28 de julio llegaron unas cuadrillas de milicianos de Cuenca, que les asaltaron la casa, teniendo que refugiarse en la ermita de la Virgen de la Estrella, mientras los marxistas le desvalijaban todo. Huyendo de las hordas, se refugió en el pueblo de Congosto, donde fue reconocido por dos de Buenache, que enviaron una cuadrilla de Cervera para cogerle. Al ser detenido, le dieron una paliza tan grande, que le rompieron sobre su cuerpo dos escopetas y le quebraron un brazo, y también martirizaron al sobrino que le acompañaba. Preso en la cárcel de Cervera, fue nuevamente maltratado y martirizado; trasladado a Buenache, lo abofetearon cruelmente en el Ayuntamiento, tirándolo contra el suelo. Al ver su sobrino cómo lo martirizaban, le dijo:
“¡Alce usted el puño, tío, para que no le peguen!”; y él callaba y continuaba recibiendo los golpes de sus verdugos con gran resignación... “Diga usted ¡Viva Azaña!”; y él continuaba callando. Ante la inutilidad de sus palabras, se dirigió el niño a los verdugos y les dijo: “No peguéis a mi tío, que nos ha criado, que ha sido nuestro padre, que nos quedamos pequeños sin padre y él nos ha criado...” Decidieron llevarlo a Cuenca, y antes de salir les dijo: “Sé que no me lleváis a manos del Gobernador; pero haced lo que queráis...” Y dirigiéndose a su sobrino le entregó un Crucifijo, diciéndole: “Di a la abuela que lleve siempre esto consigo... Le dices a la abuela que no llore..., que me dice Dios que me van a matar..., ya sé que me van a matar... El tío va a un sitio donde estará muy bien... Va al Reino de los Cielos... Va a tener la mejor Madre allí...Me voy con la otra Madre...” Después de estas palabras se despidió de su sobrino, y en un coche lo condujeron a Cuenca. Eran las tres de la madrugada. Durante todo el trayecto fueron dándole puyazos e insultándolo, mientras él iba rezando; llegados a la carretera de Valencia, cerca de Cuenca, pronunció sus últimas palabras: “¡Dios mío, recoge mi alma y no toques a mis padres!” Así murió por su fe. Eran entre las seis y las siete de la mañana del día 7 de agosto de 1936. Al sacarlo del pueblo, su madre lo siguió detrás con un coche, fue al Gobierno Civil, y no pudo conseguir nada; se dirigió a la C.N.T. y les dijo: “Vengo a pedir socorro, buscando a mi hijo...” “¿Quién le trae a usted aquí?...” “Dios”, respondió ella... “Si me han de matar, que me maten aquí con mi hijo...” Después, la madre se lanzó en busca de su hijo, y lo halló asesinado en las afueras de Cuenca, junto a la carretera de Valencia, cerca de la fábrica de aserrar maderas. En la actualidad, sus restos mortales reposan en el panteón familiar del Cementerio de Corral de Almaguer.
El 25 de julio de 1936, ya empezada la Guerra Civil Española, celebró la última Misa pública, para que se acabara la guerra, celebrando privadamente el día 27. Dijeron que lo matarían por haber hecho los funerales de Calvo Sotelo y él contestó: “Tú no tengas pena; si nos matan, es que nos llama Dios...” “-Pero, ¿cómo salgo de aquí?”, dijo con pena al verse vestido de paisano. El día 28 de julio llegaron unas cuadrillas de milicianos de Cuenca, que les asaltaron la casa, teniendo que refugiarse en la ermita de la Virgen de la Estrella, mientras los marxistas le desvalijaban todo. Huyendo de las hordas, se refugió en el pueblo de Congosto, donde fue reconocido por dos de Buenache, que enviaron una cuadrilla de Cervera para cogerle. Al ser detenido, le dieron una paliza tan grande, que le rompieron sobre su cuerpo dos escopetas y le quebraron un brazo, y también martirizaron al sobrino que le acompañaba. Preso en la cárcel de Cervera, fue nuevamente maltratado y martirizado; trasladado a Buenache, lo abofetearon cruelmente en el Ayuntamiento, tirándolo contra el suelo. Al ver su sobrino cómo lo martirizaban, le dijo:
“¡Alce usted el puño, tío, para que no le peguen!”; y él callaba y continuaba recibiendo los golpes de sus verdugos con gran resignación... “Diga usted ¡Viva Azaña!”; y él continuaba callando. Ante la inutilidad de sus palabras, se dirigió el niño a los verdugos y les dijo: “No peguéis a mi tío, que nos ha criado, que ha sido nuestro padre, que nos quedamos pequeños sin padre y él nos ha criado...” Decidieron llevarlo a Cuenca, y antes de salir les dijo: “Sé que no me lleváis a manos del Gobernador; pero haced lo que queráis...” Y dirigiéndose a su sobrino le entregó un Crucifijo, diciéndole: “Di a la abuela que lleve siempre esto consigo... Le dices a la abuela que no llore..., que me dice Dios que me van a matar..., ya sé que me van a matar... El tío va a un sitio donde estará muy bien... Va al Reino de los Cielos... Va a tener la mejor Madre allí...Me voy con la otra Madre...” Después de estas palabras se despidió de su sobrino, y en un coche lo condujeron a Cuenca. Eran las tres de la madrugada. Durante todo el trayecto fueron dándole puyazos e insultándolo, mientras él iba rezando; llegados a la carretera de Valencia, cerca de Cuenca, pronunció sus últimas palabras: “¡Dios mío, recoge mi alma y no toques a mis padres!” Así murió por su fe. Eran entre las seis y las siete de la mañana del día 7 de agosto de 1936. Al sacarlo del pueblo, su madre lo siguió detrás con un coche, fue al Gobierno Civil, y no pudo conseguir nada; se dirigió a la C.N.T. y les dijo: “Vengo a pedir socorro, buscando a mi hijo...” “¿Quién le trae a usted aquí?...” “Dios”, respondió ella... “Si me han de matar, que me maten aquí con mi hijo...” Después, la madre se lanzó en busca de su hijo, y lo halló asesinado en las afueras de Cuenca, junto a la carretera de Valencia, cerca de la fábrica de aserrar maderas. En la actualidad, sus restos mortales reposan en el panteón familiar del Cementerio de Corral de Almaguer.