Esteban-Manzanares Gutiérrez, Isabelo
ISABELO ESTEBAN-MANZANARES GUTIÉRREZ
Ordenado sacerdote 4 meses antes de su martirio
La historia de Isabelo arranca en Navahermosa, pueblo de la provincia de Toledo, un 8 de julio de 1911. Como dice el acta de bautismo “nació en la primera hora del día ocho del corriente mes y año”. Los libros parroquiales llevaban setenta años esperándonos para hablarnos de la primera misa de este joven sacerdote, ordenado un mes y medio antes de que estallase la guerra civil.
La Postulación conserva unos apuntes espirituales, que el joven seminarista escribe, al principio de su carrera eclesiástica, en el año 1929. La primera anotación es del uno de marzo de 1929. Isabelo tiene 18 años. Lo termina el 30 de noviembre de ese mismo año. Se trata de una serie de breves reflexiones. Como si fuesen los puntos de meditación, a modo de compromiso, para cada día o tal vez el resumen para tener presente a lo largo de la jornada o para el día siguiente. Sobrecoge en la primera página el pensamiento del dos de marzo que, aunque debe escribirla durante el tiempo de la Cuaresma, Isabelo escribe de forma profética: “Entregarme en manos de Jesús, como Él se entregó en las de sus enemigos, y si permitiese que alguna mano extraña me abofetee, recordaré que también lo hicieron con Él los soldados”. El día de su cumpleaños anota: “Procuraré como San Pablo ser todo para todos a fin de ganarlos a todos para Jesús”. Pasarían los cursos y el 22 de diciembre de 1934 llegaría la ordenación de subdiácono que recibió en Toledo de manos del Señor Arzobispo, el Doctor Gomá. Fue ordenado sacerdote año y medio después, el 6 de junio de 1936.
Tras su ordenación sacerdotal, el 6 de junio de 1936, Isabelo celebró solemnemente su primera misa el 14 de junio a las diez de la mañana en la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel de su pueblo natal. El que era párroco de dicha villa, don Ángel García de Blas, que logró escapar de la persecución escribió en los libros parroquiales un acta como recuerdo de la dichosa jornada. Como el mismo párroco titula se trata de una nota curiosa. Tras citar a todos los sacerdotes que por un motivo u otro estaban ese 14 de junio en la parroquia, escribe: “...Predicó en acto tan solemne D. Eustoquio García Merchante, ecónomo de la Magdalena de Toledo y cura que fue de esta Iglesia y que fue quien llevó al seminario al misacantano… El Ayuntamiento no dejó poner la bandera en la torre como se acostumbraba en tales casos y quiso impedir sin conseguirlo el refresco con que obsequiaron después del acto a sus amistades”. Tras la primera misa Isabelo permaneció en su casa esperando que le fuese confiado algún ministerio. Estaba con su familia en su pueblo, recibiendo noticias de los martirios de tantos compañeros y consciente de que lo sería él probablemente. Una religiosa corazonista, Sor María Mallo, publicó unas “Pinceladas históricas” sobre las Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús, fundadas por la Madre Isabel Larrañaga (que actualmente trabajan en nuestra diócesis en Fuensalida y que desde 1922 trabajaban en Navahermosa). Allí se afirma que previendo Isabelo lo que podía sucederle, habló a su madre en estos términos: “Madre, si vienen a buscarme, no diga usted que no estoy, porque el discípulo no ha de ser más que su Maestro”.
Según declaró el miliciano que le asesinó, cuando caminaban hacia el martirio Don Isabelo le dio un cigarro, y ya ante las tapias del cementerio de Navahermosa, se volvió el joven sacerdote hacia los milicianos preguntando quién iba a disparar sobre él. - Yo, dijo el que lo iba a hacer. Entonces se acercó y me bendijo la mano añadiendo: -Yo te perdono, y deseo que Dios por quien doy a gusto mi vida te perdone. Sé que sólo muero por el crimen de ser sacerdote. Era el 4 de octubre de 1936. La declaración la refiere una testigo que oyó dicha confesión, meses después en un hospital de la zona republicana, a un tal Victorio apodado el Cabo Feo, que se revolvía angustiado exclamando: ¡Qué valiente, no debimos haberle matado!
La Postulación conserva unos apuntes espirituales, que el joven seminarista escribe, al principio de su carrera eclesiástica, en el año 1929. La primera anotación es del uno de marzo de 1929. Isabelo tiene 18 años. Lo termina el 30 de noviembre de ese mismo año. Se trata de una serie de breves reflexiones. Como si fuesen los puntos de meditación, a modo de compromiso, para cada día o tal vez el resumen para tener presente a lo largo de la jornada o para el día siguiente. Sobrecoge en la primera página el pensamiento del dos de marzo que, aunque debe escribirla durante el tiempo de la Cuaresma, Isabelo escribe de forma profética: “Entregarme en manos de Jesús, como Él se entregó en las de sus enemigos, y si permitiese que alguna mano extraña me abofetee, recordaré que también lo hicieron con Él los soldados”. El día de su cumpleaños anota: “Procuraré como San Pablo ser todo para todos a fin de ganarlos a todos para Jesús”. Pasarían los cursos y el 22 de diciembre de 1934 llegaría la ordenación de subdiácono que recibió en Toledo de manos del Señor Arzobispo, el Doctor Gomá. Fue ordenado sacerdote año y medio después, el 6 de junio de 1936.
Tras su ordenación sacerdotal, el 6 de junio de 1936, Isabelo celebró solemnemente su primera misa el 14 de junio a las diez de la mañana en la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel de su pueblo natal. El que era párroco de dicha villa, don Ángel García de Blas, que logró escapar de la persecución escribió en los libros parroquiales un acta como recuerdo de la dichosa jornada. Como el mismo párroco titula se trata de una nota curiosa. Tras citar a todos los sacerdotes que por un motivo u otro estaban ese 14 de junio en la parroquia, escribe: “...Predicó en acto tan solemne D. Eustoquio García Merchante, ecónomo de la Magdalena de Toledo y cura que fue de esta Iglesia y que fue quien llevó al seminario al misacantano… El Ayuntamiento no dejó poner la bandera en la torre como se acostumbraba en tales casos y quiso impedir sin conseguirlo el refresco con que obsequiaron después del acto a sus amistades”. Tras la primera misa Isabelo permaneció en su casa esperando que le fuese confiado algún ministerio. Estaba con su familia en su pueblo, recibiendo noticias de los martirios de tantos compañeros y consciente de que lo sería él probablemente. Una religiosa corazonista, Sor María Mallo, publicó unas “Pinceladas históricas” sobre las Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús, fundadas por la Madre Isabel Larrañaga (que actualmente trabajan en nuestra diócesis en Fuensalida y que desde 1922 trabajaban en Navahermosa). Allí se afirma que previendo Isabelo lo que podía sucederle, habló a su madre en estos términos: “Madre, si vienen a buscarme, no diga usted que no estoy, porque el discípulo no ha de ser más que su Maestro”.
Según declaró el miliciano que le asesinó, cuando caminaban hacia el martirio Don Isabelo le dio un cigarro, y ya ante las tapias del cementerio de Navahermosa, se volvió el joven sacerdote hacia los milicianos preguntando quién iba a disparar sobre él. - Yo, dijo el que lo iba a hacer. Entonces se acercó y me bendijo la mano añadiendo: -Yo te perdono, y deseo que Dios por quien doy a gusto mi vida te perdone. Sé que sólo muero por el crimen de ser sacerdote. Era el 4 de octubre de 1936. La declaración la refiere una testigo que oyó dicha confesión, meses después en un hospital de la zona republicana, a un tal Victorio apodado el Cabo Feo, que se revolvía angustiado exclamando: ¡Qué valiente, no debimos haberle matado!